Millás y Arsuaga descubren el secreto de la muerte y la eternidad

Madrid

Dice Juan Luis Arsuaga que “La civilización podría colapsar, pero no la especie”. Aunque cada vez nos cuesta más creerlo los humanos tenemos talento. No tanto como para ser inmortales pero sí para mantenernos vivos e incluso para retar a la naturaleza y alargar nuestra longevidad a base de cuidados. La nuestra y la de los otros animales domésticos como perros, gatos, caballos o conejos, a los que cuidan en el Hospital Clínico Veterinario casi con más mimo y diligencia que a muchas personas en algunos hospitales o residencias.

Pareciera que salimos ganando pero en las luchas todos pierden y más si el contrincante es la naturaleza. Una persona de 75 años no sobreviviría. Sin embargo, tal y como Juan José Millás y Arsuaga han observado, le hemos ganado terreno a la muerte. Una muerte que podría venir de fuera por un depredador del que ya no podría escapar, o de dentro, porque al superar la edad prevista empezaría a desarrollar enfermedades. “En la naturaleza solo hay plenitud o muerte”. Es el manta que repiten y sobre el que gira “La muerte contada por un sapiens a un neandertal” (Ed. Alfaguara) “La decrepitud no existe. Es un invento cultural. Por eso la naturaleza es tan bella. Los animales saltan, corren vuelan. Todo es perfecto porque es la muerte la que se encarga de que sea así. La selección natural”.

En sus excursiones por la vida cotidiana Arsuaga aprovecha para enseñarle a su alumno todo lo que veríamos si supiésemos mirar. Desde una clase de pilates a una comida paleolítica, pasando por una visita al zoo o por el laboratorio en el que estudian la edad biológica de las personas, que no siempre coincide con la cronológica. Descubren especies en las que la relación entre tamaño y años de vida casi les convierte en inmortales. Porque sí, la inmortalidad (como casi todo) es relativa. Quizás la clonación sería la respuesta a nuestra búsqueda si lo que buscamos es nuestra perpetuidad genética.

Después de mucho llorar consigo que me dejen, por unas horas, unirme a ellos en esta visita a las instalaciones del Hospital Veterinario. Un lugar ideal para observar la enfermedad, la muerte y el luto pero también para cerrar el círculo en una sesión de monta en la que se extrae el semen de un caballo que dará lugar a nueva vida. ¿Qué más se puede pedir en una semana de muerte y resurrección?