'Entre visillos', una novela con voz de mujer
Una obra compleja que cuantas más veces la lees, más planos y perspectivas descubres
'Entre visillos', una novela con voz de mujer
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Carmen Martín Gaite nació en Salamanca en 1925 y murió en Madrid en el año 2000. En 1950 se trasladó a Madrid y conoció a Ignacio Aldecoa, que le introdujo en el círculo literario que acabaría conociéndose como Generación del 55 o Generación de la Posguerra. Es la autora de las novelas 'El balneario', 'Ritmo lento', 'Retahílas', 'El cuarto de atrás', 'Caperucita en Manhattan', 'Nubosidad variable', o 'Lo raro es vivir'; y de ensayos como 'El proceso de Macanaz' o 'Usos amorosos del XVIII en España'. Fue la primera mujer en obtener, en 1978, el Premio Nacional de Literatura. Fue premiada también con el Príncipe de Asturias en 1988, o el Premio Nacional de las Letras en 1994
'Entre visillos' recibió el Premio Nadal en 1957. Es una novela compleja que cuantas más veces la lees, más planos descubres, más matices, más perspectivas, más voces. Habla del aburrimiento y la desilusión de una generación de una ciudad de provincias que podría ser cualquier lugar. Es aparentemente banal, pero en realidad es triste, profunda y amarga.
Romper moldes para expresarse con su propia voz, una cualidad de escritoras excepcionales como Martín Gaite
Carmen Martín Gaite es una de las pocas escritoras españolas que ha sabido romper los rígidos moldes de una literatura heredada para expresarse con su propia voz, con voz de mujer. Para dar forma a un mundo propio tuvo que descubrir perspectivas nuevas desde las cuales contar y tuvo que rehacer un lenguaje literario para acomodarlo a las necesidades de ese mundo. Solo escritoras excepcionales como Virginia Woolf o como Martín Gaite se dan cuenta de la limitación que supone para expresar una visión del mundo propia utilizar un instrumento modelado desde otra perspectiva. Las dos han rehecho y acomodado a sus necesidades creativas la lengua y el estilo de la tradición. Las dos han escrito como mujeres, desafiando y superando, a golpe de talento, el peligro de ser relegadas al gueto de la literatura femenina.
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En 'Entre visillos' alternan la narración en primera y tercera persona, que ofrecen perspectivas complementarias y en muchos casos opuestas sobre los mismos hechos y personajes. La narración en primera corre a cargo de voces o perspectivas diferentes. Fundamentalmente dos: el diario de Natalia y el relato de Pablo. En el diario de Natalia la voz narrativa es la de un yo central o protagonista que cuenta los hechos en los que interviene como personaje principal, y lo hace de un modo muy inmediato, refiriéndose a sucesos cercanos. Pablo cuenta hechos del pasado sin que podamos precisar desde qué distancia temporal. La narración en tercera persona se hace en la modalidad omnisciente selectiva. El narrador limita sus poderes a lo que oye y ve, o cuenta desde la perspectiva de un personaje.
El aburrimiento, el tedio de vivir, la falta de esperanzas y de ilusiones
'Entre visillos' se sitúa en un lugar y en un tiempo muy concretos, fechables: una capital de provincia de los años 50. Pero la novela supera el peligro del localismo para convertirse en la representación de un modo de vivir que puede darse en cualquier parte. Como elemento de época encontramos la familia patriarcal. El título de la novela adelanta la importancia que va a conceder la autora al mundo doméstico, reducido, de las mujeres. No precisamente para complacerse en él, sino para dejar constancia de este entramado menudo que para muchas mujeres acaba siendo una red de la que no pueden escapar. Un espacio importante de ese mundo femenino es el mirador, el lugar desde el que las mujeres de la familia o las visitas pueden observar el mundo sin abandonar el ámbito doméstico.
El aburrimiento, o más profundamente el tedio de vivir, la falta de esperanzas y de ilusiones, pesa como una losa sobre la vida de esa pequeña ciudad de provincias y aplasta sobre todo a las mujeres. Las chicas se aburren a morir esperando la aparición de los chicos que les gustan y haciendo planes para un futuro que casi nunca llega a realizarse felizmente. El personaje que es más consciente de ese tedio y que lo manifiesta de forma clara es Elvira. La represión sexual está presente también a lo largo de toda la novela, pero aparece tratada de forma indirecta, sutil, sin cargar las tintas y fijando la atención en pequeños detalles.
La vida en una ciudad de provincias llena de rutina, conservadurismo e hipocresía
Hay un aspecto de la vida de las pequeñas ciudades que está muy bien conseguido en 'Entre visillos': la impresión de que todo el mundo sabe de todo el mundo. Este conocimiento de la vida ajena puede tener el aspecto positivo de solidaridad, de calor humano del que carecen las grandes urbes. Pero puede tener también un aspecto negativo de sentirse sometido a una vigilancia continua de parte de los demás; de ser objeto de murmuraciones y de curiosidad malsana. Es este aspecto el que predomina en 'Entre visillos', aunque como siempre, sin cargar las tintas y expresado de forma sutil.
'Entre visillos' narra la vida en una ciudad de provincias llena de rutina, conservadurismo e hipocresía. A través de la charla aparentemente banal de un grupo de muchachas, conocemos sus ocupaciones cotidianas, sus angustias, la insalvable tristeza que asoma tras el aburrimiento y la falta de imaginación. La presencia de Pablo Klein, llegado a la ciudad para ocuparse de la clase de alemán del Instituto, es el pretexto narrativo que centra la mayor parte de los sucesos. Pablo, persona reservada y observadora, honesta y poco convencional, choca con el ambiente plano y conformista. Con recursos estilísticos muy cuidados y un enfoque directo y realista, Carmen Martín Gaite nos da este retazo de vida española pintado con las tintas de la desilusión, los imposibles y las aceptaciones de una juventud condenada a ver pasar la vida entre visillos.
Este artículo contiene fragmentos de la introducción de Marina Mayoral en edición de Austral