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Gustav Klimt, el pintor sibarita

Entre la década de 1880 y los primeros años del siglo XX, se desarrolla una corriente artística internacional conocida como simbolismo. Participaron por igual escritores, músicos, pensadores, pintores y escultores, todos unidos por el común objetivo de enfrentarse al materialismo y al positivismo. Y un genuino representante fue el austriaco Gustav Klimt

'El beso', de Gustav Klimt (Austrian, 1862 - 1918) (GraphicaArtis/Getty Images) / GraphicaArtis

Se formó en Viena y se codeó con artistas, arquitectos y artesanos. Antes de cumplir los 30, Klimt era ya uno de los pintores más prestigiosos. Mantuvo relaciones con varias amantes, nunca se casó y fue muy creativo tanto en la elaboración de cuadros como hijos.

Su pintura es extremadamente ornamental: abunda el pan de oro propio del arte bizantino (era hijo de un grabador de oro), los motivos geométricos y la sensualidad con un exquisito equilibrio entre líneas curvas y rectas.

“Hay un hilo fecundo entre lo que se crea desde la magia y lo que nace sobre el lienzo”, escribió Klimt en una oportunidad, lo que se tomó como todo un manifiesto sobre las intenciones de la obra del Art Nouveau. Klimt fue un sibarita amante de la naturaleza, del arte, de las mujeres, los gatos y de la buena gastronomía y eso que en su vida privada vestía con sandalias y una túnica siempre manchada de pintura.

En 1888, gracias a sus trabajos en el auditorio del Teatro Burg, en Viena, recibió la Orden de Oro al Mérito de manos del emperador Francisco José I, y se convirtió en miembro honorario de las universidades de Múnich y Viena. Estos galardones contribuyeron a mejorar notablemente la economía del artista y a llevar un tren de vida elevado y enviado por sus coetáneos. La muerte de su hermano marcaría un cambio definitivo en el estilo de Klimt, que se sumergió a partir de entonces en el simbolismo y el impresionismo. Durante la primera década de 1890, Klimt conocería a la mujer con la que iba a pasar el resto de su vida: la diseñadora de moda Emile Louise Flöge.

Klimt fue uno de los fundadores y presidente de un grupo de artistas que recibió el nombre de Secesión Vienesa, cuyos miembros publicaron la revista La Sagrada Primavera con el objetivo de dar a conocer sus obras. Surgió como una alternativa independiente a los artistas apoyados por la Academia vienesa, lo que le ocasionó varios enemigos. El grupo tomó como símbolo a la griega Atenea, diosa de la sabiduría, y su objetivo era promocionar a los jóvenes artistas y exhibir algunas de las obras producidas en el extranjero. Durante años, hubo rumores de que varios de los artistas destacados del movimiento utilizaban la magia y rituales de ocultismo aprendidos a través de pequeñas logias para llevar a cabo sus obras.

En 1907 Klimt pinta el retrato de Adele Bloch-Bauer I que, junto con El beso, son sus cuadros más conocidos de la época dorada. Realizó unos 150 dibujos de la modelo. Una de sus últimas obras premonitorias se titula Vida y Muerte. El 11 de enero de 1918, sufre una apoplejía que supondría su muerte cuatro semanas después.