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Historia | Ocio y cultura

Los desaparecidos polvorines militares de Vitoria

Vitoria contó con tres polvorines militares que ya no existen, dos de ellos ubicados muy cerca del casco urbano

Diversos archivos guardan planos, mapas y fotografías que nos ayudan a precisar datos sobre el desarrollo de Vitoria y a datar cuando se experimentaron muchas de las transformaciones que cambiaron la fisonomía de la ciudad.

Uno de esos planos, fechado en el año 1847 y realizado por el ejército, plasma como era el entramado urbano de Vitoria. Nos presenta una pequeña población, en la que sus construcciones no se extendían por el norte y el oeste más allá de la almendra medieval, con únicamente algunas edificaciones aisladas. En el este, el hospital civil de Santiago se encontraba en el extrarradio y en el sur, las últimas edificaciones pertenecían al inicio de la calle San Antonio y al camino del Arca, que con el tiempo, se convertiría en la calle de la Estación o Dato, encontrándose el parque de La Florida fuera del casco urbano.

En el mapa citado aparece el antiguo convento de Santo Domingo -hoy desaparecido-, que entonces había perdido su condición religiosa y era utilizado como cuartel de infantería y caballería. En la extensa huerta del convento se encontraba emplazado el edificio donde se almacenaba la pólvora y otras materias explosivas. El polvorín en cuestión estaba a unos noventa metros de las viviendas más cercanas de la actual calle de las Siervas de Jesús, por lo que era un potencial peligro para la población, en caso de producirse una explosión.

EL POLVORÍN DE JUDIMENDI

Se consideró conveniente trasladar la instalación a otro lugar más alejado que no supusiera un peligro y se optó por emplazar el nuevo polvorín en un terreno lindante con la campa de Judimendi, antiguo cementerio judío, que hoy es un parque con ese nombre y que se encontraba a 450 metros del hospital de Santiago, la edificación más cercana de la ciudad.

El Ayuntamiento cedió el terreno necesario para ello y en enero de 1853 las autoridades militares redactaron el correspondiente proyecto, por lo que se estima que en ese año o el siguiente la instalación fue construida. Para acceder al nuevo polvorín fue necesario construir una vereda desde el camino real a Pamplona, hoy calle de Santiago, tal como reflejan los planos militares.

Se construyó un rectángulo amurallado, en cuyo interior se emplazaron tres edificios: el cuerpo de guardia, el almacén de pólvora y el que en el proyecto se llama “laboratorio”, donde se elaboraban los proyectiles.

Vemos en los planos, que la fachada principal del cuerpo de guardia formaba línea con la muralla exterior del polvorín y que las cuatro fachadas de este edifico eran de gruesas paredes, contando con ventanas aspilleradas, que en su caso facilitaban disparar desde el interior en todas direcciones con ángulo suficiente. Tenía el cuerpo de guardia su acceso propio desde el exterior, desde lo que hoy es la Avenida de Judimendi, por medio de una escalinata de 3 gradas tras la cual se encontraba un pórtico para guarecerse de las inclemencias del tiempo. El interior disponía de una habitación para el oficial de guardia, y otra para la tropa con un camastro corrido. Una puerta permitía comunicar el cuerpo de guardia con el resto de instalaciones del polvorín, disponiéndose de otro acceso diferente desde el exterior, para el resto del recinto. El almacén de pólvora era diáfano en su interior, elevado sobre el suelo 1,20 metros.

Durante la Tercera guerra carlista (1872-1876), el territorio de Álava estuvo durante un tiempo controlado por los los carlistas, a excepción de Vitoria- la capital del territorio- donde los militares del bando liberal decidieron reforzar sus defensas.

Un plano militar del año 1874 nos muestra la ciudad con "el trazado de las obras ejecutadas para ponerla en estado de defensa”. En ese plano aparece dibujado el camino que en línea recta se construyó desde las proximidades del hospital de Santiago hasta el polvorín de Judimendi, que se ve fortificado para su protección en toda su longitud a los dos lados con un muro aspillerado y una zanja. Similar protección se diseñó en el exterior de recinto amurallado del polvorín, al que se dotó de un foso en todo su perímetro.

A la vista de un plano militar posterior del año 1902, se deduce que en los 50 años que llevaba utilizándose el polvorín, se habían efectuado algunas reformas. Delante del cuerpo de guardia se había construido un muro, los dos accesos existentes se habían reducido a uno para un mejor control y seguridad y dos esquinas del recinto contaban con dos “cubos” de forma cilíndrica, para flanquear la defensa.

LA EXPLOSIÓN

El 13 de diciembre de 1887, a las tres y media de la tarde, se produjo en Vitoria una fuerte explosión, que causó la rotura de cristales en algunos edificios, observándose seguidamente una gran humareda en el cielo, lo que produjo una gran alarma en el vecindario. Según informaba el Anunciador Vitoriano ello propició que muchas personas salieran de sus casas e “hizo que multitud de gente atravesando la Plaza de Bilbao a la carrera, se dirigiese a las salidas de la ciudad”.

La deflagración se produjo cuando algunos cajones almacenados en el polvorín, que contenían pólvora desechable, fueron sacados al exterior y se les dio fuego en la cercana campa de Judimendi.

Este hecho produjo un gran malestar, y un diario local se hacía eco de ello, publicando un comentario del que entresacamos lo siguiente: ”El polvorín contiene cantidad formidable de pólvora, y si por un descuido o por desgracia se llegara a incendiar, es de temer que medio Vitoria se viniera abajo. Creemos que el ayuntamiento, de acuerdo con las autoridades militares, debiera establecer otro polvorín en lugar mas lejano.”

Durante años posteriores, se leen en la prensa local repetidas peticiones de que el cambio de emplazamiento del polvorín se haga efectivo, trasladándolo a un lugar más alejado. En enero de 1888 se sabe por la prensa que en el polvorín existen almacenadas más de 30 toneladas de pólvora, tras lo cual, varios vecinos presentan una instancia al Ayuntamiento exigiendo el traslado de las existencias a otro lugar más lejano, sugiriendo que el explosivo se enviara al campamento militar de Araka. El Ayuntamiento, sensible a la petición ciudadana, ese mismo mes envía una carta al Ministerio, en la que dice: “En las puertas de esta ciudad existe un polvorín del Estado que contiene hoy 30.342 kilogramos de pólvora. Si esta arde, la población quedará totalmente arruinada y destruida. Para evitarlo no basta la voluntad y previsión de los hombres; es necesario, o disminuir considerablemente la cantidad de ese explosivo, o trasladar ese polvorín a mayores distancias. Una de estas dos cosas, que consideramos como acto humanitario, de necesaria e inmediata ejecución, pedimos en nombre de veinte mil personas, cuyos intereses administramos.”

Aquí es de aplicación el dicho popular de que “las cosas de palacio van despacio”, ya que a pesar de las numerosas peticiones de eliminación del polvorín, tuvieron que pasar varios años para que la maquinaria administrativa se ponga en marcha.

EL POLVORÍN DE LAS NEVERAS

En febrero de 1901 se dieron los primeros pasos para el cambio de ubicación, cuando se publicó una real orden del Ministerio de la Guerra, que plasmaba el acuerdo al que se había llegado con el municipio vitoriano, en el sentido de aceptar como emplazamiento del nuevo polvorín un terreno en el altozano de “Las Neveras”, situado a más de 2 kilómetros del centro de la ciudad, comprometiéndose la corporación local a anticipar el importe de las obras que sería devuelto por el Ministerio en varios plazos. Se establecía, además, que una vez de construido el nuevo pasaría gratuitamente a propiedad municipal el polvorín de Judimendi.

Ese mismo mes, a fin de atender el compromiso contraído del pago de las obras, se aprobó por el Ayuntamiento un dictamen de la Comisión de Hacienda, acordando contratar una préstamo con la Caja Municipal.

Se escribía a principios de aquel año, con un exagerado optimismo, que el nuevo polvorín sería construido en el tiempo récord de cuatro meses, sin embargo, las obras no comenzaron hasta el 30 de septiembre de 1901. Unos días antes de esta fecha, se había firmado la escritura pública entre la propiedad de la parcela y las autoridades para la cesión gratuita del terreno necesario para construir el polvorín, segregando 10.000 metros de la extensa finca de 22 hectáreas, propiedad de Teresa Kreibich, esposa de Casimiro Pando Argüelles.

El 26 de mayo de 1903, ya terminada la edificación, se procedió a la inauguración oficial del recinto, tras 20 meses de obras y, a primeros de junio de 1903, se dieron por finalizadas las operaciones de traslado del material explosivo desde el viejo polvorín de Judimendi al nuevo de Las Neveras.

Finalmente el 21 de julio de 1903 se verificó la entrega del polvorín viejo de Judimendi al Ayuntamiento, extendiéndose un acta firmada por representantes del Ministerio de la Guerra y el consistorio.

El nuevo polvorín de Las Neveras, con aires de fortaleza, tenía unas dimensiones de 180 por 40 metros. Albergaba un pabellón destinado a cuartelillo para la fuerza militar de guarnición, que incluía cocina, despensa, y un lavadero con un profundo pozo, además de otros seis pabellones para guardar la pólvora y las municiones. Sobre el tejado de cada pabellón se colocaron dos pararrayos, y una profunda trinchera rodeaba todo el recinto para su defensa. Las aguas procedentes de la lluvia se recogían en un depósito, para diversos usos, excepto su consumo.

En septiembre de 1930 se modernizaron las comunicaciones, al colocarse un tendido de línea telefónica, para dotar al polvorín de este servicio.

Normalmente la tropa y oficialidad que hacía guardia en el polvorín, era destinada a ello durante un mes, tras lo cual era relevada por otro contingente. A algunos de los que esto lean, seguramente les vendrá a la memoria la temporada que tuvieron que pasar “residiendo” en aquel polvorín, cuando la mili era obligatoria.

En una ortofoto del año 1933 se puede observar el emplazamiento del polvorín, al que se accedía desde “Puente Alto”, paraje este situado junto a la carretera que desde Vitoria se dirige a Otazu y al cementerio de El Salvador.

El polvorín quedó en desuso y el Ministerio sacó a la venta la instalación mediante subasta en 1971, siendo adquirida por VIMUVISA (Vivienda Municipales de Vitoria S.A.). En 1978 todavía quedaba en pie parte del perímetro de la muralla y restos de las garitas de guardia situadas en las esquinas. Hoy no queda ningún vestigio y esta totalmente desaparecido.

Por su parte, las viejas instalaciones del polvorín de Judimendi, se utilizaron para otros usos, construyéndose con el tiempo nuevos pabellones para finalmente desaparecer. Hoy en el lugar se encuentra emplazado un centro público de enseñanza.

LA TABERNA

En el alto de Las Neveras había también un caserío, situado a 300 metros del polvorín, que hoy sigue existiendo, y en el que entonces vivía Gregorio Martínez de Antoñana, avispada persona que pensó que la puesta en funcionamiento del polvorín era la oportunidad para abrir una taberna en su casa. Sabía que eran muchos los soldados y oficiales que permanentemente se encontraban en la fortaleza como integrantes del cuerpo de guardia y que, por ello, eran potenciales clientes de un negocio de ese tipo. Por ello solicitó al Ayuntamiento autorización para vender vinos, licores y comestibles en su domicilio, lo cual le fue concedido en diciembre de 1903 con la condición de que no podía tener almacenados más de 400 litros de vino y 60 de licores, debiendo satisfacer al municipio por la licencia, una tasa de 15 pesetas al trimestre.

FOTO POLVORIN-10

Documentación consultada

Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz

Biblioteca Virtual de Defensa..

Revista La Ilustración Española y Americana

Periódicos locales: El Anunciador Vitoriano, La Libertad, Heraldo Alavés, Pensamiento Alavés y Norte Exprés

 
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