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A Copa Llena

Montañeses, chicucos, vinos cantábricos...

En Ruiloba, frente una costa embravecida, farallones y acantilados tapizados de cepas y pendientes de vértigo, cinco jóvenes han rescatado una tradición perdida desde finales del siglo XIX. Cantabria fue productora de vino y fueron muchos los montañeses que contribuyeron al esplendor de los vinos de Jerez

Viñedos de Miradorio y la ermita del Remedio / Javier Rosendo fotografo www.javierrosendo.com tel. 610 922 524, Cadena SER

Jerez de la Frontera

Los vascos y los cántabros nunca llegaron a la rivalidad establecida entre Perú y Chile por el pisco, pero en la provincia de Santander -mucho antes que se convirtiera en fuera autonomía y perdiera su nombre- se elaboraba y se bebía chacolí. Existen numerosos documentos que así lo atestiguan y desde el siglo XIII. Chacolí, con ce y con hache. Por ejemplo, a mediados del siglo XVIII los documentos de la época certificaban que la cosecha de chacolí en Santander se acercó a las 6.000 cántaras.

A mediados del siglo XIX la superficie de viñedo en Cantabria había disminuido considerablemente y sólo quedaban 3.610 ha. Las vacas iban ganado terreno a la vid. Necesitaban prados y las viñas se iban arrancando. Luego las plagas hicieron el resto y en nuestra memoria colectiva nunca consideramos a Santander, perdón Cantabria, como zona de vinos. De aguardientes, desde luego que sí. Los orujos de Potes son referencias destiladas desde siempre.

Esther Olaizola, una de las propietarias y la principal impulsora junto con su marido, Gabriel Bueno, del nacimiento de estos viñedos y bodega, no quisieron utilizar la palabra chacolí. Ella es donostiarra y su marido de Ruiloba, puro cántabro. No querían problemas ni entre ellos ni con los vecinos vascos. Miradorio es puro buen rollo, es alegría y fiesta. Es atlántico y es cantábrico. Y además, nació delante de una copa de txacolí –esta vez con te y equis- y en Guetaria, ni más ni menos. La empresa de Esther y Gabriel, que nada tenía que ver con el vino, estaba pasando por un mal momento debido a la crisis del 2008. Se veían en la tesitura de tener que despedir a varios de sus empleados, lo cual no les dejaba conciliar el sueño. ¿Cómo podrían reciclarse para no tener que despedir a nadie? El txacolí les iluminó. ¿Y por qué no plantar vides en la zona donde vivían, en Ruiloba? Tenían terrenos, tenían el mar, había historia de chacolí santanderino… No se lo pensaron dos veces. Y al día siguiente pusieron rumbo a un viverista. Era el año 2013.

Miradorio. Viñedos en Ruiloba

Miradorio. Viñedos en Ruiloba / Cadena SER

Ruiloba es una localidad rural y marinera, situada entre las turísticas villas de Comillas, San Vicente de la Barquera y Santillana del Mar, que seguro que les suenan mucho más. Allí crearon bodegas Miradoiro Por empinadas laderas de montes aledaños, sobre parcelas acantiladas, situadas sobre el mar a 20 metros y con pendientes de hasta un 35%, fueron creciendo las cepas. Siete hectáreas en total entre Ruiloba y Santillana del Mar donde practican una viticultura heroica que para determinadas parcelas, requeriría un chaleco salvavidas y un arnés. (Como si en lugar de vendimiar, surfearan, por ejemplo….) Las primeras cepas que se plantaron fueron albariño y hondarribi zuri, base del chacolí. Ambas muy acostumbradas a soportar los fuertes vientos del Atlántico y el Cantábrico y a la bravura del mar. Poco después la godello y la riesling se sumaron a las ya plantadas.

Ruiloba para mí siempre ha despertado un especial interés porque los tolanos (así llaman a sus vecinos) tuvieron mucho que ver con el vino de Jerez. Siempre se habla de la importancia de los británicos en el desarrollo del jerez, pero lo que pocos saben es que los montañeses de Santander, especialmente de esta zona de Ruiloba, tuvieron un papel fundamental en la vinicultura jerezana. E incluso en el nacimiento de bodegas de gran importancia como Sánchez Romate y De La Riva.

Las relaciones entre Cantabria y Andalucía, (especialmente Sevilla y Cádiz) se remontan a la época de luchas de la Reconquista, con la consecuente repoblación del sur peninsular. Y han continuado desde entonces en mayor o menor medida, con consecuencias económicas, sociales y culturales que nunca se han dejado de manifestar. Bien entrado el siglo XVIII fueron muchos los montañeses, muy buenos comerciantes marítimos, por cierto, que se iban trasladando a Sevilla y Cádiz, especialmente por la importancia del comercio de ultramarinos con el continente americano. Trabajadores incansables, muchos de ellos además conocían de alguna manera el manejo de vino y fueron muy buscados y reputados como capataces de bodegas, entre otros oficios “especializados”. Es el caso de Don Juan Sánchez de la Torre, dicen que fue el mejor capataz de Jerez en el siglo XVIII, que trabajaba en la entonces bodega Haurie y Sobrinos (Bodegas Domecq, que antes se llamaban así). .Al cabo de los años debió hacer una considerable fortuna pues en 1781 creó las conocidas bodegas Sánchez- Romate.

Viñedo Miradorio sobre acantilado

Viñedo Miradorio sobre acantilado / Cadena SER

Los jóvenes, muy jóvenes, que llegaban desde la montaña a Cádiz para buscarse la vida, para ayudar a sus familias especialmente en el negocio del comercio, ultramarinos, mezcla de taberna y tienda, llamados “almacenes” constituyeron toda una población estable a la que se le dio el nombre de “chicucos”. Hoy encontramos cientos de sus herederos especialmente por Cádiz capital.

Hecho este inciso de relaciones Cantabria / Andalucía, retomo el tema que nos ha traído hasta estos bellos parajes. Como les decía, Bodegas Miradorio, con sus menos de 7 hectáreas de viñedo, elabora dos vinos blancos. Tussío 2021 hondarrabi zuri (70%) y albariño (30%). Es la propuesta más desenfadada de Miradoriro, con una fuerte influencia del Cantábrico, vino fresco y aromático, con marcada personalidad y un color amarillo limón brillante.

Botella Tussio-bodega Miradorio

Botella Tussio-bodega Miradorio / Javier Rosendo fotografo www.javierrosendo.com tel. 610 922 524

Mar de Fondo 2021, recién aparecido en el mercado también, es el otro vino de la bodega Miradorio, mezcla de las cuatro variedades de las que disponen: hondarrabi zuri, albariño, godello y riesling. Es el buque insignia de la bodega que desde su salida al mercado en 2015, ha tenido una magnífica acogida. Los porcentajes de las diferentes cepas son elegidos por la enóloga responsable, Raquel González. Tiene una crianza de seis meses sobre lías y en su etiqueta, una ballena rinde homenaje al pasado ballenero de Ruiloba, localidad que aún conserva las torres vigía que avisaban a los marineros para que salieran a pescar con sus traineras. Mar de Fondo es fruta y flores blancas, con el acento salino y la marcada acidez típica de una zona acunada por los vientos del mar. Ambos vinos están amparados por la Indicación Geográfica Protegida Costa de Cantabria y ambos vinos mejoran considerablemente en botella. Cierto es que Mar de Fondo 2021 y Tussío 2021 estaban recién embotellados cuando los probé y la acidez destacaba en ambos pero con la botella desaparece. Probamos ambos vinos de las añadas del 20 y estaban equilibrados y con una textura en boca muy interesante, especialmente el Mar de Fondo

Bodegas Miradoiro se ha convertido en el punto de encuentro de los habitantes y veraneantes de la zona -en agosto repleta de madrileños- que se reúnen en la espléndida terraza de su Wine Bar, cuando la lluvia lo permite, y cuando no, en los salones de su interior, llenos de bucólico encanto. Existen diferentes opciones para poder probar los vinos acompañados de productos delicatesen, todos cántabros, que también están a la venta e incluso disfrutar de un cocido montañés.

Imprescindibles unas buenas anchoas del Cantábrico con Mar de Fondo, por ejemplo!!