Memoria viva de los pueblos de colonización franquista de Jaén
Visitamos Campillo del Río y Miraelrío, dos de las localidades de nueva planta que el régimen creó durante los años 50 y 60 del siglo XX en nuestra provincia
Reportaje - Memoria viva de los pueblos de colonización franquista de Jaén (07/08/2024)
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Jaén
Nada más terminar la Guerra Civil, el franquismo inició la tarea de reconstruir un país devastado después de tres años de contienda. Para ello, se crearon varios organismos y uno de los más destacados fue el Instituto Nacional de Colonización, fundado el 18 de octubre de 1939. Fue presentado como un instrumento de la nueva política agraria del régimen.
Entre 1945 y 1969 se crearon unos 300 pueblos en 27 provincias españolas. De estos tres centenares de localidades de nueva planta, 24 se fundaron en la provincia de Jaén entre mediados de los 50 y principios de los 60, algunos de ellos son Puente del Obispo, Sotogordo y La Ropera, entre otros. Todos ellos, con el objetivo de disminuir las tierras de secano para aumentar las de regadío.
José María García, autor del trabajo 'Los poblados de colonización franquista en la provincia de Jaén', obra con la que ganó el Premio de Investigación Agraria y Medioambiental del Instituto de Estudios Gienenses en 2020, explica que "en Jaén tenemos un amplio recurso hídrico como es el Guadalquivir y todos sus afluentes". A ello une también el tipo de tenencia de las tierras "para luego poder expropiarlas y tener ese espacio libre para construir los poblados".
Aquí entra de lleno el Plan Jaén que impulsó el franquismo que "no era solo de electrificación e industrialización sino también de colonización". El objetivo final era "frenar la expasión del olivar intentado diversificar la agricultura y para ello era necesario el agua". Sin embargo, este proyecto fracasó casi en su totalidad, según García. Apenas sobrevivieron industrias y tampoco se logró frenar el éxodo rural que fue devastador.
Los movilizados
En nuestra tierra se movilizaron a unas 10.000 personas, un gran número de ellas fueron trasladadas forzosamente desde la Sierra de Segura debido a la construcción del pantano de El Tranco. Sin embargo, el INC controlaba que tipo de familias acudían a estas localidades ya que "se hacía un estudio previo y si una familia tenía una cantidad importante de hijos, sobre todo varones, pues tenía muchas más papeletas para ir". También tenían preferencia los excombatientes del bando franquista en la guerra y las familias que tuvieron "una buena conducta moral (conforme a la época)".
Muchas personas también lo solicitaban porque en ocasiones "no tenían algo tan básico como la luz y el agua". Llegaban allí y contaban con "una vivienda con una dependencia agrícola". Salvo en Campillo del Río, "al resto de colonos se les daba una media hectárea" con la idea de "poner a trabajar a esa población". Además, había que cumplir "con las directrices del Instituto Nacional de Colonización" en cuanto a los productos a cultivar. Si se incumplían dichas normas, existía el riesgo de exclusión del pueblo.
Los arquitectos que construyeron los municipios establecían un esquema general. El centro de la localidad estaba en torno al Ayuntamiento y la iglesia, que tenía una torre alta para que fuera lo primero que pudiese ver desde lejos. Alrededor, se expandían las viviendas de los colonos con su fachada principal mientras que la parte trasera se destinaba a fines agrícolas y ganaderos.
Campillo del Río
Esta pedanía de Torreblascopedro cuenta en la actualidad con unos 600 habitantes y es la población de nueva planta que más vecinos y vecinas tiene. Francisco Franco lo visitó el 21 de abril de 1961. La crónica de la época que recogió el NODO cuenta que se reunieron todos los colonos de la zona y que el dictador entregó "los títulos a los nuevos colonos recibiendo una vez más cálidas manifestaciones de adhesión y de gratitud".
En esta primera parada de nuestro viaje nos encontramos con Cristóbal, Antonio y Joaquín, tres colonos que superan los 80 años. El primero, Cristóbal, llegó desde Higuera de Arjona, actualmente Lahiguera. Lo hizo con sus padres y cinco de sus siete hermanos. Recuerda que al llegar "solamente estaban los cimientos del centro del pueblo hechos" y las primeras casas que se edificaron estaban ocupados por los obreros que levantaban el pueblo.
Cada familia recibía una vivienda y, en principio media hectárea para cultivar aunque en el caso de Campillo, se unificaron tres viviendas en una y se entregaban cuatro hectáreas según los escritos. Las casas no se regalaban, podían costar entre 500.000 y 800.000 pesetas de la época según explica Joaquín que recalca que "nunca nos dieron nada porque lo tuvimos que pagar todo".
Antonio, llegado desde Colomera, sostiene que "agua de principio no había, nada luego pusieron el agua y la luz. Cuando vinimos, estaban las calles terrizas y en el invierno había grandes barrizales de salir con los animales". Llegó con solo dos años a Campillo, ahora tiene 81, "antes de que se hiciera el pueblo había una finca y 40 de los colonos compraron la finca y mi padre vino de esa manera". Desde entonces, toda su vida ha sido trabajar en el campo, "quitar hierba, arar con los mulos porque no había tractores ninguno".
Miraelrío
El agua fue, y es, un elemento fundamental para estos pueblos. Miraelrío se encuentra entre los ríos Guadalén y Guadalimar y cerca de la presa del Giribaile y depende de Vilches. Es el pueblo de colonización jienense con la forma más peculiar.
Fue diseñado, entre 1964 y 1967, por el arquitecto José Luis Fernández del Amo y está conformado como una especie de gran anillo con las casas situadas en torno a ese gran círculo tal y como explica el investigador José María García, "se buscaba arquitectura funcional y se le ocurrió establecer una especie de semi helíptica". A partir de ahí, se organizó la población con viviendas cuyas fachadas delanteras daban a "un espacio público compartido por todos los habitantes y en la fachada contraria, el acceso a esa media hectárea o porción de tierra que tenían que trabajar".
Casimiro y Estefanía fueron dos de los primeros colonos que llegaron a Miraelrío. Echan la mirada para atrás y recuerdan que se llevaron "una desilusión muy grande" y que "a nadie le gustaba el pueblo por la hierba que había en medio hasta que se limpió bien".
La vida de Manuel Momblán, con 78 años, está ligada al Instituto Nacional de Colonización, organismo para el que trabajó. "El Instituto compró fincas donde los pueblos tenían muy poca tierra y yo me iba con el tractor para apañar esas tierras, sembrar olivillas y dar más tierra a los colonos de esos pueblos".
Cada historia de los colonos está llena de características particulares. Unos llegaron de Pontones y recalaron en Miraelrío mientras que Casimiro "venía de Lupión con los mulos a arreglar la tierra de mi tío" mientras que Mari Carmen evoca que estuvo en "los Pirineos trabajando pero me tuve que bajar aquí cuando me casé porque si no, no nos daban la parcela".
Conchita y Estefanía rememoran las tardes de lavar la ropa "en el canal porque no había agua en las casas" y las noches también a la luz de "un candilico" acompañadas, eso sí de "una radio de pilas" un medio de comunicación que siempre les ha hecho compañía.
Las historias de estos colonos nos llevan a un pasado muy reciente que recuerda épocas muy duras de este país. Ahora estas localidades quedan como ejemplos icónicos de una arquitectura propia de una época que ya pasó. Sus vecinos y vecinas son un recuerdo vivo que no se debe perder.
César García
Licenciado en Periodismo. Comenzó a trabajar en el mundo de la radio en el año 2006 en SER El Condado,...