Un deseo inmenso de vivir

UN DESEO INMENSO DE VIVIR

Murió en silencio.

Lejos de su Senegal natal, lejos de los brazos que lo vieron crecer.

Murió en Málaga. Tenía 29 años. Se llamaba Abdou Ngom. Tenía sueños y un deseo inmenso de vivir.

Quizás su nombre no te suene. Pero si alguna vez viste esa imagen —la de un joven migrante, empapado, exhausto, roto de cansancio y lágrimas, abrazado por una voluntaria de la Cruz Roja en la orilla de Ceuta— entonces ya sabes quién era.

Ese joven era Abdou.

Ese abrazo era su último refugio. Y ese instante, en mayo de 2021, fue el grito mudo de miles de almas que, como él, solo pedían un lugar donde existir.

Esa foto recorrió el mundo porque en un mundo frío y apresurado, ver a dos cuerpos fundidos con tal compasión nos recordó lo esencial: que somos humanos y que el dolor del otro, aunque venga del mar, aunque tenga otro idioma, también es nuestro.

Abdou había cruzado el mar a nado

Se lanzó a las aguas oscuras desafiado las olas, el miedo y las fronteras, con la fuerza de quien ya no tiene nada,pero aún conserva la esperanza.

Fue devuelto a Marruecos poco después. Como si todo pudiera olvidarse.

Pero Abdou no se rindió.

En 2024 volvió a intentarlo. Esta vez, en patera. Porque hay quienes nacemos con tierra firme bajo los pies… y quienes tienen que cruzar océanos para encontrarla.

Llegó a Málaga con sus ganas de vivir, de trabajar, de enviar dinero a casa. De ser útil. De ser digno.

Y ahora… ya no está.

Su cuerpo ya no podrá abrazar a nadie. Pero su historia sí.

Su muerte no es una cifra, es un recordatorio triste y urgente de las vidas que se pierden.

No basta con conmovernos con una foto y luego seguir como si nada.

Migrar no es un delito: es un acto desesperado de quien quiere vivir.