La zambomba jerezana: de Bien de Interés Cultural a Bien de Interés Comercial

La zambomba jerezana: de Bien de Interés Cultural a Bien de Interés Comercial

La zambomba jerezana corre el riesgo de alcanzar su máxima ironía histórica: morir aplastada por su propio éxito, como una fiesta que quiso ser íntima… y acabó necesitando megafonía, patrocinadores y un plan de evacuación.

Lo que antes eran unos cuantos vecinos, pestiños, una botella de anís y un soniquete honesto ahora parece una convención anual donde cualquier rincón de Jerez compite por ver quién monta la zambomba definitiva.

La saturación es tal que, si sigues el sonido de las panderetas, puedes cruzar media ciudad sin pisar el suelo: vas saltando de evento en evento como si fueran baldosas musicales.

Resultado: villancicos acelerados, versiones “creativas”, colas eternas para una copa de vino, y gente que descubre la tradición por primera vez… por primera vez, cada año.

Y para entender por dónde puede acabar esto, basta mirar a nuestros vecinos: los Carnavales de Cádiz. Aquella fiesta libre y callejera se ha convertido en un híbrido entre gala televisiva y parque temático, donde la improvisación cedió paso a los horarios, los escenarios controlados y un turismo que no distingue una chirigota de un coro… pero lo graba igual.

La moraleja es cristalina: tanto en Jerez como en Cádiz, las tradiciones corren el riesgo de transformarse en aquello que nunca quisieron ser. Demasiado éxito, demasiada expectación, demasiados focos.

Porque hay celebraciones que, si se aprietan demasiado, ya no suenan a fiesta: suenan a “por favor, desalojen la zambomba ordenadamente”.

Como para no ponerse cínicos.