Jaume Rebassa, el mallorquín que se enfrentó a tres fascismos
Perseguido por sus ideas, huyó de España tras la Guerra Civil y acabó preso en la Italia de Mussolini y asesinado en la Alemania nazi
Reportaje sobre la figura de Jaume Rebassa (7 de mayo)
11:06
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Palma
Este lunes se cumplen 78 años del fin de la Segunda Guerra Mundial; al menos en Europa, ya que Estados Unidos y Japón aún se enfrentaban en la carrera por dominar el Pacífico. Es por ello que la ONU celebra el 8 de mayo la efeméride que recuerda a las víctimas del conflicto más mortífero de la historia. En él, se estima que alrededor de 50 millones de personas perdieron la vida, entre militares y civiles, pero hoy nos centramos en aquellos que murieron sometidos en campos de concentración nazi, que, en el caso de Baleares, fueron 41 vecinos.
No podemos hablar de víctimas completas con estos datos de la Conselleria de Memòria Democràtica del Govern, que matizan que quienes sobrevivieron también deben contar como víctimas; al igual que quienes murieron de camino a estos campos, por no hablar de los nombres y apellidos que, por diferentes motivos, nunca sabremos.
Lo que sí hemos conocido este domingo es la particular historia de uno de ellos, Jaume Rebassa. Un vecino de Palma que sufrió los horrores del fascismo en tres países diferentes: España, Italia y Alemania, donde murió prisionero.
Su nieto comparte nombre con el mismo protagonista, y ha querido contarnos la historia de una persona de izquierdas, bondadoso y volcado con los demás. "No tuve la oportunidad de conocerlo, ya había muerto al nacer yo, pero en mi familia han comentado siempre que trabajaba para la gente, eso es así", ha subrayado. Rebassa nació en 1889 en la capital balear. Zapatero de profesión, era un apasionado de la escritura y del periodismo. Se afilió al Partido Socialista y al sindicato UGT, del que llegó a ser secretario general. Con la llegada de la Segunda República, pasó a formar parte de la comisión gestora del Ayuntamiento de Palma.
Comienza la Guerra Civil y, con ella, el principio de los problemas para Rebassa
Los problemas llegaron con el fallido golpe de Estado de julio de 1936, el que dio lugar a una Guerra Civil. Rebassa ya empezó a sufrir las consecuencias ese mismo verano, cuando Mallorca cayó en manos del bando sublevado. Colocado en el punto de mira de los militares, pasó los tres años que duró el conflicto escondido o bien en casa, en un zulo, o bien ayudado por otros vecinos. Tanto sus hijos como su mujer, Catalina, sufrieron también las consecuencias de esta persecución. "Mi abuela y mi padre fueron interrogados continuamente. Incluso a mi padre, para acojonarlo, lo sentaban en una silla eléctrica, muy rudimentaria y básica", ha explicado Rebassa nieto.
La guerra finalizó el 1 de abril de 1939 de la manera bien conocida, y, ya en agosto, Jaume Rebassa tomó la decisión de abandonar el país junto a otros ocho mallorquines. "Salieron de Camp de Mar un 18 de agosto con destino a Argel, para, desde ahí, exiliarse en Argentina hasta que se suavizara la situación en España", ha continuado su nieto. Recordemos que, en este punto, muchos tenían la esperanza de que las potencias aliadas vencieran en la Segunda Guerra Mundial, a punto de comenzar, y terminaran acto seguido con el régimen de Franco.
Un barco italiano impidió el exilio
Lamentablemente, un día después de la salida, el motor se averió y quedaron a la deriva, con tan mala suerte, que fueron capturados por un barco de la Italia fascista, el cual los llevó hasta Civitavecchia para, acto seguido, ser encarcelados durante un año en una prisión de Roma. Su nieto nos ha contado que ha seguido fielmente esta travesía para obtener información y recomponer la historia, pero no hubo intenciones de ayudarlo. "El director de la cárcel me dijo que hubo un incendio años antes y se quemó la documentación. Era mentira, claro", ha destacado.
Después de alrededor de un año en este penal romano, es trasladado a Ventotene, una minúscula isla frente a la costa de Nápoles que servía como colonia de confinamiento de presos políticos. "Allí fue una condena diferente, en un régimen abierto, entre comillas. Además, le permitía enviar correspondencia a casa, aunque supervisada, claro. Tenía una forma de escribir muy pasional y cariñosa, eran cartas muy emotivas en las que contaba que volvería, les pedía a sus hijos que no se preocuparan...", ha recordado.
Pasados tres años en Ventotene, el siguiente punto de la historia lo tenemos en Renicci, un campo de concentración del que escapó después de un mes. Hablamos de septiembre de 1943, momento en el que las fuerzas angloamericanas avanzaban desde el sur de Italia, derrocando poco a poco el régimen de Benito Mussolini. Ese momento de huida de los italianos hacia el norte lo aprovecharon los presos para escapar. Y en este punto de la historia es cuando se pierde el rastro de Jaume Rebassa. Los acompañantes iniciales, quienes aún quedaban con vida, o bien regresaron a Mallorca o bien tomaron el camino del exilio. Un camino muy diferente al que siguió nuestro protagonista.
Un final encerrado en Alemania
La Gestapo de Núremberg atrapó a Rebassa, quien fue conducido al campo de concentración de Flossenbürg a comienzos de octubre de 1943. Esta información llegó a su nieto gracias a Elena Rodríguez, una investigadora que trabajaba en el campo de concentración de Buchenwald, el siguiente y último destino, dos semanas después. Allí, y como ocurrió con tantos otros, Jaume Rebassa fue despojado de su nombre para convertirse en el número que le tatuaron, el 32.582.
"Pudimos visitar los dos campos, y, en Flossenbürg, estaba toda la información sobre mi abuelo, entre documentos y fotografías. Así como los italianos no quisieron contar nada, los alemanes son muy cuadriculados, ya sabes...", ha explicado Rebassa, agregando que no solo de su abuelo, sino de cada preso. "Había de gitanos, homosexuales, judíos, por supuesto... Mi abuelo aparecía con una estrellita de preso político".
Nuestro vecino de Palma falleció en diciembre en el campo aledaño de Dora, apenas dos meses después de su ingreso. El trabajo al que se vio sometido fue la excavación de un túnel en el que los alemanes fabricaban misiles. Su nieto ha explicado que llegó a entrar a dicho túnel, donde su abuelo perdió la vida y donde supuestamente fue enterrado, en una fosa común. "Gracias a Elena, conseguimos un permiso y entramos. Todo está igual, tal cual lo abandonaron. Se ven restos de cohetes, de zapatillas... Se supone que en esa fosa es donde está enterrado, pero nunca lo hemos podido saber".
Un reconocimiento tardío, pero real
Acaparada toda la información posible, Rebassa cuenta que su familia está muy agradecida, pero siempre les quedará la pena de no haber encontrado los restos de su familiar y darle la sepultura que merece, como sí han podido hacer, por ejemplo, los familiares de las Roges del Molinar y de Aurora Picornell; de lo que, por supuesto, se alegra enormemente.
Por este motivo, agradece de corazón el trabajo que ha llevado a cabo el Govern y la asociación Memòria de Mallorca y de su compromiso para con las víctimas del nazismo y del franquismo, así como con sus familias, que, afortunadamente, ya cuentan también con el reconocimiento de víctimas. "Se ha tardado mucho, seguro, pero se ha conseguido, y se ha conseguido con gobiernos de izquierdas; con uno del PP habría sido imposible", ha asegurado.
El reto ahora pasa por que no quede solo en la investigación, sino que, a nivel educativo, se enseñe esta serie de valores a los más jóvenes, tal y como ha visto hacer en Alemania. "En abril de 2009 visitamos el campo de Buchenwald, memorial a día de hoy, y coincidía con el homenaje anual a las víctimas del nazismo, y nos sorprendió que una niña, alemana, de no más de 17 años, daba un discurso en el que pedía perdón al mundo por las barbaridades que se cometieron allí", ha relatado. "Por otro lado, en Flossenbürg, al terminar la visita, vimos una fila de doce autobuses escolares para conocer el lugar. Entiendo que ese es el camino que debe seguir España, enseñar lo que nunca puede volver a pasar", ha finalizado.
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