Hoy por Hoy Las Palmas

Papel y pluma, con María Henríquez: propuestas ejercicio 5 y ejercicio 6

Cada jueves en Hoy por hoy Las Palmas con Jonás Oliva te proponemos esta sección sobre escritura creativa para que des rienda suelta a tu creatividad sin vergüenza y crear una comunidad de apasionados por la escritura

Cada jueves en Hoy por hoy Las Palmas con Jonás Oliva, la profesora María Henríquez nos guía en esta sección sobre escritura creativa para que des rienda suelta a tu creatividad sin vergüenza y formar juntos una comunidad de apasionados por la escritura. Puedes escuchar el podcast íntegro en el siguiente enlace y participar en el ejercicio que te proponemos en la parte inferior de esta página, enviándonos tu propuesta semanal al whatsapp del programa 607 575 031.

Nota importante: para garantizar la publicación de los textos, deben enviarse mecanografiados antes del miércoles víspera de cada sección, hasta las 13 horas.

Papel y pluma, con María Henríquez: propuestas ejercicio 5 y ejercicio 6

EJERCICIO 6

Para la realización de este ejercicio vamos a hacer un listado de tareas cotidianas, de esas que hacemos cada día y a las que con frecuencia casi no les prestamos atención. Ejemplos de estas tareas pueden ser: fregar la loza, cortar verdura, escribir con pluma, escuchar la radio, doblar ropa, cocinar, bañar un bebé…Cada persona elaborará su listado. Esta es una buena manera de crear bancos de posibles ejercicios de escritura.

Una vez hecho, elegir una acción, copiarla y empezar a escribir. Es recomendable escribir en tercera persona, aunque escriba sobre mí mismo/a realizando esta acción. Mantén el boli en movimiento durante 7 minutos, pero si ves que quieres seguir, por supuesto, continúa escribiendo.

El siguiente texto es de Ona Vinyamata de su libro Nocturnos e ilustra la idea de este ejercicio. Fíjate en los detalles con los que va describiendo el acto de fregar la loza y cómo todos ellos hablan de la personalidad de Bill Gates de alguna forma u otra:

Analógico

Bill Gates, cofundador de Microsoft y una de las personas más ricas del mundo, limpia cada noche a mano los platos de la cena. No le hace falta, grita alguien al fondo. Es verdad, lo hace porque quiere. Es su rutina nocturna. Llena ceremonioso el fregadero con agua templada y jabón. Vierte unas gotas de detergente sobre el fondo metálico, gira el grifo del agua hasta el punto preciso y observa cómo se forma la espuma. Quiero imaginar que apaga la luz y hunde una mano para asegurarse de que el volumen y la temperatura son adecuadas. También porque le da gustito. Uno a uno a tientas, mete platos, vasos y cubiertos, una sartén y la cacerola donde se ha guisado una deliciosa sopa de cebolla. Da un paso atrás y espera paciente que reblandezca. La mente de Bill empieza a deambular. Cuando se da cuenta, agarra la esponja, la zambulle en el agua y la estruja hasta obtener espuma que huele a talco y almizcle. Bill palpa su vajilla en la oscuridad, acaricia las superficies delicadas. Las mejores ideas vienen en este momento. Confirma con las yemas de los dedos que está todo y que nada ha quedado sucio. Levanta el tapón, espera que el fregadero se vacíe por lo menos dos tercios y gira el grifo para que el agua fluya fría, constante y sin fuerza. Coloca las manos bajo el chorro antes de aclarar cada objeto. Cuando termina, Bill se seca en un trapo limpio que deja de cualquier manera sobre la encimera. Camina hacia la puerta con todo el tiempo del mundo, se da la vuelta un momento por pura rutina y cruza el umbral de un paso largo.

PROPUESTAS DE LOS OYENTES PARA EL EJERCICIO 5

Collage textual (hecho con una línea de cada texto recibido).

La uña deformada de su dedo pulgar derecho recordaba el accidente que tuvo con una sierra mientras trabajaba como ebanista. Se encontró ante sí con una mano suspendida en el aire. Una mano sola, sin más. Mis manos han sido capaces de lo mejor y de lo peor. Las manos de mi padre eran manos de artista; fuertes, llenas de venas y con unos dedos ágiles y valientes. Esas manos que siempre admiré, las quise tener iguales. Las manos delatan el paso del tiempo, en ellas se leen el trabajo y los años. El tiempo, poco a poco, borda en ellas experiencia y sabiduría, como los anillos en el interior de los troncos de los majestuosos árboles. Te sentaste suavemente y el piano reflejó como un espejo tus manos delicadas. Las manos de mi amiga Saro sirven para un roto y para un descosido. Cambiaron grifos, movieron muebles, hicieron y deshicieron multitud de maletas, sembraron sueños y desafiaron reglas. Con sus manitas irá descubriendo el mundo. No son manos, sino manitas de quince meses. Mis manos son manos porque acarician.

Las manos de mi padre

Las manos de mi padre eran pequeñas y carnositas, siempre estaban calientes decía mi madre. La uña deformada de su dedo pulgar derecho recordaba el accidente que tuvo con una sierra mientras trabajaba como ebanista, en el que pudo perder el dedo. Yo siempre le decía “papá eres un manitas” porque todo lo que se rompía él lo arreglaba y en muchas ocasiones hasta lo dejaba como nuevo. Sus manos nunca me tocaron porque no se manejaba bien con el contacto físico, pero nunca lo eché de menos, creo que porque tampoco nunca me pegaron como yo veía hacer a otros padres y madres como la mía. Siempre sentí que sus manos aún sin tocarme me sostenían, me protegían y me acompañaban a transitar la vida, y siento que, aunque ya no tengo su presencia me siguen dando sostén, protección y compañía. Siempre conmigo papá.

Manuela Álvaro Alonso

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La mano negra (Cuento para la Noche de Finados)

La gente del pequeño pueblo hablaba de un sangriento suceso acaecido años atrás. El cacique de la localidad, Rosendo García, a quien todos trataban de “don”, se encaprichó de una joven hermosa de clase humilde y huérfana de padre que servía en su casona. Nieves se llamaba la muchacha y lo cierto es que el nombre le cuadraba con la lozana blancura de su piel. El cabello rubio, su dulce voz y la perfección femenina de su talle enamoraban a todos. La moza estaba prometida con Manuel, un joven del pueblo que trabajaba las tierras con su padre, José Hernández, un hombre de manos fuertes y encallecidas por años de labranza. Habiendo salido un día Dña. Guadalupe, esposa de D. Rosendo, éste mandó llamar a Nieves para que le trajera un café. Cuando la joven se acercó para servírselo, el viejo la agarró por un brazo y se la acercó para besarla y gozar de su belleza. La niña no pudo zafarse del cacique y evitar que la poseyera haciéndole mucho daño. Nieves salió de la casa llorando y ensangrentada, mientras Rosendo sonreía ufano de lo que creía una hazaña de hombre. Manuel tuvo pronto conocimiento de la miserable acción del viejo cacique y, cogiendo su escopeta de caza, se dirigió corriendo a la casona entre lágrimas de rabia. Como quiera que Rosendo se esperaba la reacción del prometido, solicitó la ayuda de dos esbirros a su servicio cuya función era amenazar y controlar a los trabajadores en sus extensas propiedades. Al acercarse Manuel a la casa grande, el terrateniente, escondido tras una ventana del piso alto, disparó al joven matándolo en el acto. Oídas las versiones de los dos testigos presentes, el juez, amigo de Rosendo, resolvió que fue en legítima defensa, por lo que el cacique fue absuelto. La primera Noche de Finados tras el asesinato de Manuel fue muy diferente a todas las anteriores. El día había amanecido muy desapacible, con nubes más negras que grises, rayos, relámpagos y truenos estremecedores. Dña. Guadalupe había ido el día anterior a ver a su madre ya muy anciana, y no pudo regresar pues los caminos quedaron anegados y el aparato eléctrico hacía el viaje muy peligroso. El viejo Rosendo se encontraba sólo en la casa esa extraña noche. Conforme iba cayendo la oscuridad, se oían lúgubres cánticos lejanos que se acercaban lentamente o, tal vez, fuera el viento que tras el crepúsculo soplaba de forma más inquietante. Las hojas de los árboles se movían agitadas arrojando formas que se antojaban demoníacas. Todos se trancaron en sus respectivas casas, echando fechillos y poniendo travesaños y objetos pesados en ventanas y puertas. Rosendo, sentado aparentemente tranquilo en  la butaca de la dependencia que usaba como despacho, fumaba picaúra inglesa en cachimba mientras repasaba las cuentas de sus numerosos negocios y propiedades. De repente, se escuchó un golpe seco en la casa, como si una pared o el techo se hubiera roto.  El viejo se levantó para ver qué había ocurrido, pensando que algún rayo podría haber provocado algún daño. Al abrir la puerta de la estancia, se encontró ante sí con una mano suspendida en el aire. Una mano sola, sin más. Era una mano negra, fría, alargada, con vellosidad irregular, con trozos de piel de la muñeca colgando, dedos malformados y extensas uñas de acero con restos de mugre. Rosendo se quedó paralizado con una expresión de terror en su ascoso semblante. La mano fue directa al cuello del cacique violador, que fue descubierto por una horrorizada Guadalupe cuando regresó de ver a su madre. El viejo tenía los órganos sexuales cortados en rodajas. Según el informe forense, le fueron arrancados con Rosendo aún en vida.  Los ojos también fueron extraídos de sus órbitas y, cada una de las vísceras, descuajadas. Todos los despojos estaban dispersos por el suelo de la habitación donde Rosendo había abusado de Nieves. Policías y jueces investigaron durante mucho tiempo la horripilante muerte del viejo, llegando a la conclusión de que el asesino no podía ser humano. La gente del pueblo creyó que era obra del demonio por la crueldad del cacique. Años después, cuando el sepulturero fue a desenterrar los restos de Manuel para poner sus huesos en el osario general, encontró que le faltaba la mano derecha y que su calavera mostraba una extraña sonrisa de felicidad.

Antonio Castellano

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Las manos

Mis manos han sido capaces de lo mejor y de lo peor. Mis dedos son exactamente iguales que los de mi madre: rechonchos, casi cuadrados. Me hubiera gustado que mi madre compartiera mi afición por el leer o por explorar otros caminos, pero no quiero que esto sea una reprimenda. Quiero que sea una alabanza a través de sus manos que son las mías. Esas manos que eran capaces de ¨mondar¨ lentejas con la paciencia que toda comida sana necesita. Me sorprendía su maestría y su agilidad. Ahorrar es uno de sus fuertes y vivir una vida nada consumista. Su único vicio es una “primitiva” que “echa” todos los jueves, siempre con los mismos números. Adoro que con su mano derecha sea capaz de reflexionar en su pequeño diario con candado que nunca me ha dejado leer. Sus manos son maestras del coser y crear bordados psicodélicos. Es muy fácil criticar la labor de los padres cuando eres adolescente, el tiempo nos pone a todos en nuestro sitio. Desde la distancia agradezco la sabiduría de lo sencillo que se almacena en tus manos pequeñas.

A.R.V.

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Las manos de mis padres

Las manos de mi padre eran manos de artista; fuertes, llenas de venas y con unos dedos ágiles y valientes. Era un hombre muy hábil con ellas. Mi padre siempre llevaba las uñas bien cortas, unas uñas grandes y cuidadas. Cuando dibujaba eran muchas las veces en las que plasmaba en el papel sus propias manos. A veces las dibujaba sosteniendo un lápiz, un bolígrafo o un cigarro. Ahora que no está, miro mis manos y veo las de mi padre en ellas. Las manos de mi madre eran muy distintas, menos fuertes, menos ágiles y nada artísticas. Solía rasgar con el dedo índice de la mano derecha los padrastros del dedo pulgar y a veces se los arrancaba con los dientes. Era muy habitual verla embebida en una película sin parar de hacer ese gesto tan suyo. Eran dos manos muy distintas, pero con algo en común, ambas sostenían un cigarro. Las de ella un cigarro rubio, las de él un cigarro negro. Ahora que no está, miro las manos de mi hermana y veo las de mi madre en ellas.

M.H.P.

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Esas manos que siempre admiré, las quise tener iguales. Desde muy chica quería que me acompañaran en mi camino, que hicieran lo que mi cabeza soñaba. Esas manos atrevidas, contracorrientes, castigadas por la materia, pero creadoras de piezas únicas. Arte creaban, artesanía decían, pero creo que valentía más, La de dedicarse a vivir de lo que eres capaz de soñar, De crear, de transgredir la vida a seguir. Manos que te ayudan a levantarte cada día ilusionada, Ilusión de cada día a crear con tus manos.

Belinda Caldera Flores

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Las manos de los abuelos

Las manos delatan el paso del tiempo, en ellas se leen el trabajo y los años. Estos cuatro pares de manos: dos pares masculinas, anchas, fuertes, desarrolladas por el trabajo ejercidos durante años; y los otros dos pares femeninos, pequeñas pero igual de fuertes. A los dueños les une la misma época, manos trabajadoras, artesanas, personas con un alto sentido del deber, respeto, valores, fundamentos, responsabilidad, honor. Manos muy ocupadas que sustentaban con su trabajo a la familia. Cada uno con su oficio. Las mujeres ayudaban en el cultivo de las tierras, las labores de la casa y la crianza de los hijos, que no es poco. Pero uno de los mayores valores de esa época era la palabra y que para sellar un trato era suficiente un apretón de manos.

María del Pino Bolaños Montelongo

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Las manos de Eva

La zurda es su mano buena, aunque ninguna es mala. “No conquistarás por las manos” le dijeron. Sin embargo, con ellas hace flotar notas musicales que revolotean por casa como hojas mecidas por el viento. Son manos entusiastas que hablan de ella. De su fuerza, de su ternura, de sus ilusiones, y, como no, de sus miedos también. Manos emocionantes, y que se emocionan hasta poner su propio corazón a un galope casi desbocado. Manos contagiosas de vida y humanidad desbordante. Hechas a sí mismas, sin muchas otras manos próximas que la apoyaran en momentos vitales. El tiempo, poco a poco, borda en ellas experiencia y sabiduría, como los anillos en el interior de los troncos de los majestuosos árboles. Sí que enamoran, vaya que si enamoran. Las manos de Eva, son esas manos, que nunca debe soltar.

Chano Gómez

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Las manos de Ona

Se apagaron las luces y apareciste tú, delgadísima, moviéndote como un junco mecido por la brisa. Te sentaste suavemente y el piano reflejó como un espejo tus manos delicadas, nervudas, acabadas en unas uñas muy finas, nacaradas en gris perla. Sonó entonces Debussy. Tus dedos pasaban de acariciar las teclas a bailar sobre ellas, saltando desde la playa de las blancas a las colinas de las perversas negras. Había momentos en que parecían garfios batallando en guerra desigual contra un ejército de soldados bicolores. Otras, sin embargo, hacías el amor con el piano que se estremecía y suspiraba al ritmo de tus pedales. ¡Con qué delicadeza se deslizaban tus dedos acariciando y subiendo a los montes de venus de las teclas negras! Como un río de diez cauces te vaciabas toda tú en el teclado y el piano te recibía con un oleaje de marfiles. ¡Ah, "la mer", en notas de Debussy! Cuando acabaste y te levantaste para saludar, tus dedos aún estaban temblando con la electricidad estática que habían provocado. Cuando te inclinaste, vi que estaban enrojecidos. También los nuestros al aplaudir ardían de emoción.

Juanjo Compairé

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Las manos

Las manos de mi amiga Saro sirven para un roto y para un descosido. Los pliegues de sus manos son bellos indicando al instante su actividad sanadora. Sólo con tocarte alivia a personas enfermas de alma y cuerpo. Manos bellas que dan calor y amor mágicas pues confortan con solo acariciarte. Su risa escandila y al posar sus manos en cualquier parte del cuerpo, su energía llena tu interior llenándolo de paz y tranquilidad.

Loly V. T.

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Las manos de mi abuela

Las manos de mi abuela son menudas, gorditas y cálidas. Manos de mujer luchadora y fuerte. Cambiaron grifos, movieron muebles, hicieron y deshicieron multitud de maletas, sembraron sueños y desafiaron reglas. Las manos de mi abuela son manos de pintora y poeta. Dedos manchados de pintura y carboncillo que liberan versos cargados de emoción y cariño. Sus manos, cómplices de mi niñez curiosa, abrieron puertas y ventanas con aire fresco de la mañana. Las recuerdo pintando, removiendo la sopa y tejiendo la ropa. Hoy manos calmadas y sabias acarician mi rostro, me llenan de amor, admiración y nostalgia.

Pat

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Gara

Cada noche cuando me tumbo en la cama me cuesta conciliar el sueño pensando en que ya no queda nada para tener entre mis manos a mi primera sobrina, Gara. Con sus manitas irá descubriendo el mundo. Será en sus primeros meses cuando ella sola descubra que sus manos sirven para coger cosas y desearé que coja mi mano con fuerza. Será en sus primeros años donde chocaremos nuestras manos porque juntas seremos las más molonas. Luego, a medida que crezca, nos daremos la mano para sellar nuestros cómplices acuerdos. Y, porqué no, el día de mañana le acompañaré de la mano al altar cuando dé el paso de unirse a su pareja. Y muchas otras experiencias que viviremos mano a mano. Ganas de comerme a besos tus manos Arrimarme a ti mientras te acaricio con mis manos Reírnos a carcajadas hasta taparnos la boca con las manos para ocultar nuestra risa Agárrate fuerte a mi mano que yo te daré impulso.

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Hoy, promesa de mañana

No son manos, sino manitas de quince meses estas manos de Babel. Tan chiquitas, pero capaces de asirme el dedo y llevarme y traerme, llevarme y traerme tras las olas mansas en una danza de arena y carcajadas, de huellas ya impresas en la memoria. Son sus manos capaces del sol y de la vida. Sus dedos juegan con el viento por el callejón, de vuelta de la guardería. Soplo invisible de un Atlántico enfrentado a la isla que toca sin dejarse ver, soplo que silba entre sus dedos y se esconde. Ella observa sus manos para racionalizar el misterio. Cuando la tengo en brazos se yergue cual vigía y otea más allá con su inmensa mirada de aprendiz. Entonces, su mano de pulpa tierna ancla en mi nuca; y esa pequeña calidez me somete, me serena, me reconforta como sólo conseguía su madre. Ellas me sanan de cualquier día de mierda. Hoy sus manitas me pellizcan, me arañan y me exploran por nariz, ojos, boca y oídos. Hoy escarban hacia el trasfondo del I can change the world (with my own two hands) tatuado en mi antebrazo. ¿Y mañana, escribirán versos honestos? ¿Investigarán? ¿Apretarán tuercas? Sus manos, ¿participarán o mantendrán la equidistancia? Las manos de Babel son suyas, y son mi más fuerte promesa de mañana.

Magec Montesdeoca

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Para Gara

Mis manos

Mis manos son manos porque acarician,

Mis manos son manos porque dan, reciben, se entregan y esperan.

Gara en su cunita estiró su mano,

su mano se agarró fuertemente a la mía

Se hizo el silencio

en este instante de unión entre las dos,

se creo el infinito.

Canto una nana,

la nana que me cantaba mi madre,

mientras la arrullo.

Mis manos dan calor y amor

ella me da la paz y la calma.

Mis manos que suenan, chasquean y aletean

Son un juego, una danza, una fiesta, todo diversión.

Mis manos dicen sin decir,

Mis manos cantan sin cantar.

Mis manos son manos que amasan y trocean pan,

Mis manos cosen talegas, tejen rebecas, hacen lazos calados, traperas y un jersey

Mis manos enredan y desenredan su melena,

Mis manos trenzan la vida como si hicieran churros, finas trenzas o macramé.

Mis manos hacen limonada si sólo tiene limones que coger

Y con unas gotas de agua y unas gotas de limón

peina un alto tupé o hace un tirabuzón.

Mis manos construyen castillos en el aire

Y dejan en la arena un barco de papel de periódico, que espera subir a una ola que le

cruce el mar,

Sentadas en la orilla,

Gara sostiene un molinillo de cuatro colores

y yo con mis manos agarro el ovillo de hilo carreto

y voy poco a poco echando hilo a la cometa,

Y sube, sube hasta el cielo en una cometa,

un pájaro amarillo canario con alas de papel.

María del Val Crespo Ares