La reacción de Don Mauro, el octogenario que se convirtió en el corazón de la Navidad en La Palma

Santa Cruz de La Palma

El periodista y escritor Eduardo Cabrera se encuentra cada día con Don Mauro, -Perico para todo el mundo-, en la oscuridad de la noche, a esa hora temprana en que los semáforos iluminan las calles vacías. Uno de camino al trabajo; el otro, en su paseo matutino. Don Mauro cumplirá ochenta y cuatro años en febrero. "Si llego", ironiza. Se saludan cada día en la penumbra. Al principio, ni siquiera se ponían cara, porque la oscuridad de La Palma impedía reconocer el gesto. Con el tiempo, ejerciendo el hábito de darse los buenos días, se acostumbraron el uno al otro. "No era aceptable que, tanto tiempo después, noche tras noche, se cruzaran de aquella manera, sabiéndose el uno al otro y, sin embargo, pretendiendo hacerse invisibles con el silencio", cuenta el relato. Así comenzaron los buenos días que configuraron un hábito que hace el mundo humano y habitable.

"Yo a usted le debo la vida", le dijo Don Mauro a Eduardo

El cuento de Navidad de La Palma da un giro inesperado con un acontecimiento que lo trastoca por completo. Don Mauro, esta vez a plena luz del día, entrecierra los párpados y dibuja una leve sonrisa mientras mira al autor del relato. "Yo a usted le debo la vida", le espetó el octogenario a Eduardo. Las poderosas razones que llevan a Perico a confesar esta verdad imprimen un sentido bellísimo al cuento navideño que inspiró su historia y que ha distribuido el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane.

El protagonista de la historia vivió tiempos muy difíciles, momentos de incertidumbre en los que muchos canarios tuvieron que viajar muy lejos en busca de una vida mejor. Condujo un camión desde Venezuela hasta las costas del Pacífico. Dormía en la cabina, en áreas de servicio, en noches de desvelo en medio de la nada. Lo cuenta sin aspavientos, sin aires de grandeza y sin prisa. Lo hace frente a un cafecito. En esta isla es fácil dar con historias tremendas de hombres y mujeres que han librado batallas heroicas que casi nadie, salvo ellos, recuerda.

El reencuentro de Perico y Eduardo frente a un café

Eduardo Cabrera escribió el cuento de Navidad en silencio, sin decirle nada a Perico. El pasado viernes quedó con él y le entregó un ejemplar. "Me gustaría compartir con usted un regalo que me hizo sin saberlo", le dijo Eduardo. Perico recibió el cuento emocionado al reconocerse en la fotografía que ilustra la portada. "Gracias por el regalo de tropezarnos sin querer, por saludarnos sin pretenderlo, por compartir sin esperar nada a cambio. ¡Buenos días, Don Mauro!", concluye el relato.

Medio millar de ejemplares del cuento navideño de Eduardo recorren comercios y calles de la isla, como aquellas antiguas horas volanderas que anunciaban noticias llegadas de ultramar. A diferencia de entonces, el texto nos recuerda lo esencial: el poder de una sonrisa, el valor de un "buenos días". Una vez más, el periodista palmero lanza una carga de profundidad al corazón del mundo, invitándonos a tropezar con nuestras rutinas, a desenredar los pies y levantar la mirada en camino a un mundo más humano y verdadero.

Con una trayectoria marcada por el compromiso con las historias humanas, Eduardo Cabrera ha convertido la cotidianidad en relatos que emocionan y conectan con la esencia de la vida en Canarias. Su trabajo combina rigor periodístico con sensibilidad literaria, como demostró con su obra: "O’Daly, historia de un irlandés (Le Canarien, 2019)", una novela histórica sobre Dionisio O’Daly o "186 escalones. En memoria de los canarios de Mauthausen (Le Canarien, 2020)" un homenaje basado en testimonios reales de isleños víctimas del Holocausto.