Sociedad

Cosas de las guerras

La firma de opinión del catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha, Manuel Ortiz

Firma de opinión de Manuel Ortiz

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Se han cumplido ya dos años de guerra en Ucrania y el lenguaje belicista se ha adueñado del debate político y mediático de manera global. En los últimos años hemos conocido otras contiendas y, además, en lo que llevamos de año también se ha impuesto el lenguaje de la guerra en el eterno problema palestino-israelí. Consecuencia de esta deriva, y sobre todo en Europa, es que proliferan los argumentos que apuestan por incrementar el gasto “en defensa”, sobre todo, según sus defensores, porque la amenaza de Putin se podría incrementar y la más que posible llegada, de nuevo, de Trump a la Casa Blanca podría interrumpir o disminuir la cobertura que la OTAN nos proporciona.

Y en estas estamos cuando se cumple otro aniversario del último conflicto militar en el que participó España, el que tuvo lugar en Sidi Ifni, territorio colonial sin recursos naturales importantes al que muchos soldados de reemplazo eran enviados para cumplir su servicio militar. Una franja de tierra de 80 kilómetros de costa y 25 hacia el interior habitada fundamentalmente por bereberes.

Para contextualizar correctamente la situación tendremos que remontarnos al mes de abril de 1934, cuando el Tercio ocupara el territorio ifneño otorgado por Francia, si bien los orígenes de la presencia española en el enclave se remontan a finales del siglo XV, aunque hubiera desde entonces una larga interrupción de la relación. Ifni, Tarfaya y el Sáhara pasaron a depender del Alto Comisariado de España en Tetuán. Se alcanzaban así algunos de los objetivos coloniales en el norte de África que mantendríamos hasta la llegada de la descolonización de los años cincuenta que, a su vez, daría pie al desmantelamiento de los imperios coloniales francés, inglés, belga o alemán como sus pilares fundamentales. La dictadura franquista no quiso abandonar aquellos territorios, exhibición de sus desvaríos imperiales, hasta el punto de combatir por el enclave de Ifni, aunque los españoles apenas tuvieron conciencia de aquello. De hecho, el dictador y sus gobiernos siempre presumieron de haber conseguido el periodo de paz más larga de nuestra historia.

En aquel breve conflicto los soldados españoles combatieron con medios muy anticuados. El 23 de noviembre de 1957 la colonia, situada frente a las islas Canarias, fue atacada. Víctimas de un calor de justicia, se vieron obligados a luchar en un entorno inhóspito lo que no impidió la victoria militar momentánea. Marruecos era un país dividido entre Francia y España, básicamente, pero los vecinos sufrían sucesivas agresiones del nacionalismo árabe por lo que concedieron la independencia a Túnez y a Marruecos y concentraron sus esfuerzos en la compleja Argelia. Las presiones internacionales y la debilidad española obligaron a Franco a conceder, aunque a regañadientes, la soberanía a los marroquíes, si bien mantendría todavía la posesión del Protectorado Sur hasta que en 1969 lo entregó definitivamente a Marruecos. El conflicto provocó 205 muertos y 186 desaparecidos en el bando español.

Fue una guerra tan absurda como anacrónica a la que centenares de reclutas fueron enviados a defender la patria y muchos perdieron la vida en una empresa cuyos recuerdos perduran en los supervivientes. Habían ido atemorizados ellos y sus familias a causa de la lejanía y lo desconocido del lugar envuelto en una fuerte censura que aplicó la dictadura. Aquello formaba parte de la ingrata mili, que todavía adquiría tintes más dramáticos si te tocaba en África, una verdadera perrería y ya no digamos si el lugar de destino era el remoto y desértico Ifni. En Cataluña perdura una activa asociación de veteranos, con más de 500 socios, algunos de los cuales visitan periódicamente aquel paraje presas del rencor por aquel destino y la nostalgia. En 2006 el Congreso aprobó una Proposición no de Ley para resarcir a los antiguos soldados españoles en Ifni. Los veteranos del conflicto aún reclaman el reconocimiento moral y económico por su participación en aquella aventura que, de cara al pueblo español, nunca existió.

Pero, como algunos dicen ahora, son cosas de las guerras.

 
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