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Cada uno con sus 'cadaunadas'

La firma de opinión de la periodista y presidenta de la Asociación de la Prensa de Albacete, Loli Ríos Defez

'Cada uno con sus cadaunadas', la firma de Loli Ríos

'Cada uno con sus cadaunadas', la firma de Loli Ríos

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Albacete

Todo el mundo tenemos nuestras luces y nuestras sombras. Nos alumbran y nos oscurecen a lo largo de la vida, nos las llevamos a la tumba y luego acompañan nuestro recuerdo. Es cierto que la muerte tiende a lavar la imagen y a borrar las sombras. Ya sabéis eso de “siempre se van los mejores”, pero la experiencia demuestra que no es así, que es fifty fifty, que se van los mejores y los peores también.

Luces y sombras tenía Francisco. Luces porque reconozco que hizo avanzar a la iglesia unos cuantos siglos con respecto a algunos temas, como el de la homosexualidad. Mi reconocimiento a esa persona que se atrevió a decir que la unión de parejas del mismo sexo también merece la bendición. Aunque se quedó a medio camino por no permitir otorgar el sacramento del matrimonio a esas parejas.

También mi reconocimiento a ese dirigente que condenó las agresiones sexuales de curas pederastas y pidió perdón a las víctimas. Pero, de nuevo, se quedó corto al no obligar a ciertas diócesis a compensarlas. Corto, también, en el tema de las mujeres y qué decir tiene en el del aborto.

Francisco entendió que la iglesia debía evolucionar en el siglo XXI, pero 2.000 años de historia pesan demasiado para una persona, por mucha sotana blanca y solideo que lleve. Hay quienes lo han llamado revolucionario, no soy experta en el Vaticano, pero revolución es lo que hicieron los primeros que predicaron el cristianismo y, en comparación, lo de este papa me parece flojo. Aunque, insisto, mi reconocimiento a su mirada humanista y ecologista. Además, era futbolero, un cuervo, un hincha del San Lorenzo. Esa cualidad tan poco divina, unida a que Javier Milei lo llamó imbécil y que unos curillas de Toledo le desearon la muerte, hicieron que me cayese bien, a mí, que, como Buñuel, soy atea gracias a Dios.

Francisco falleció el lunes, el mismo día que en Albacete se iniciaron los homenajes a Manuel Pérez Castell, el alcalde filósofo o el filósofo que fue alcalde y que imprimió a la ciudad que gobernó su idea de humanidad. Con Castell, se derribaron fronteras, las que suponían aquellas vallas que dividían la circunvalación y que separaban a las personas que vivían a uno u otro lado. Con Castell, se recuperó el Teatro Circo, un espacio que, más allá de su valor arquitectónico que lo hace único, supuso un polo de atracción cultural y un motor de creación artística. Y, con Castell, muchas más cosas, pero me quedo con esas dos luces que a mí me parecen especialmente brillantes.

Manuel, como Francisco, también tuvo sombras, pero la obra de ambos fue necesaria para transformar su mundo. Si en mi cielo de atea se encuentran Francisco y Manuel, compartirán eso que dijo Unamuno y que repetía el alcalde filósofo: cada uno, con sus 'cadaunadas'.

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