El cristal de los romanos se sigue usando hoy en día en vidrieras de Cuenca

Cuenca

Hace dos mil años, cuando el Imperio Romano alcanzaba su máximo esplendor, una industria próspera florecía en torno a un mineral translúcido, brillante y fácil de laminar: el lapis specularis, también conocido como “el cristal de los romanos”. Este yeso especular se utilizaba principalmente para cerrar ventanas en las casas pudientes de ciudades como Roma. Lo que no todos saben es que, siglos después, ese mismo material sigue dejando destellos de luz y de historia en la provincia de Cuenca.

Uno de los mayores conocedores de este singular mineral es el arqueólogo Juan Carlos Guisado, quien ha dedicado décadas a investigar su extracción, uso y legado. “Siempre decimos que el lapis specularis fue el cristal de los romanos, pero lo interesante es que no se quedó en el pasado clásico. Su uso continuó, aunque de manera más marginal, en épocas posteriores”, explica Guisado.

Las minas de lapis specularis más conocidas del mundo romano se situaban en torno a la antigua Segóbriga, hoy parque arqueológico en el actual municipio de Saelices (Cuenca), donde se han documentado grandes explotaciones en lugares como Torrejoncillo del Rey, Saceda del Río, Osa de la Vega o Torralba, lugares estos con minas recuperadas para su uso turístico. Durante el siglo I d.C., estas minas llegaron a exportar el mineral a todo el Mediterráneo. Sin embargo, tras la caída del Imperio y el mayor uso del cristal, su uso decayó… aunque no desapareció.

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El ‘lapis’ en la colegiata de Belmonte

Un caso paradigmático de esta pervivencia lo encontramos en la colegiata de San Bartolomé de Belmonte. “Hace poco más de un año se instaló un ventanal vertical en la fachada de poniente con placas de lapis specularis”, señala Guisado. La iniciativa partió del párroco Emilio de la Fuente, con ejecución del maestro cantero Antolín Martínez Bros. “Lo más difícil fue encontrar las placas necesarias en tamaño y calidad, porque ya no se extrae directamente de las minas; hubo que buscarlas en las escombreras romanas”, añade.

El efecto logrado con esta moderna vidriera es impactante. Al estar orientada al oeste, los rayos del sol al atardecer atraviesan el mineral y generan una atmósfera luminosa y casi mágica en la capilla del bautismo, situada en el interior del templo. “La luminosidad que aporta el lapis specularis tiene un carácter muy especial, te transporta a otra dimensión”, describe Guisado.

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No es el único uso histórico de este mineral en el edificio. En la llamada Puerta del Sol, orientada al mediodía, se conserva una vidriera circular con lapis specularis instalada en el año 1640. “Lleva casi cuatro siglos expuesta al sol y al agua, y aún conserva su funcionalidad. Es un testimonio increíble de la durabilidad de este material”, destaca el arqueólogo.

Y hay más. En el museo de la propia colegiata se conservan fragmentos de ventanas del siglo XIX que reutilizaron este mineral, señal clara de una continuidad en su uso.

Otro ejemplo lo encontramos en el convento de Santa Catalina de Siena, de las dominicas, actualmente reconvertido en hotel y hospedería del Palacio del Infante Don Juan Manuel. Ese edificio también albergaba ventanales con este material. Durante las obras de rehabilitación aparecieron restos datados en los siglos XVII, XVIII y XIX.

“La estratigrafía arqueológica mostró que bajo el convento estaba el primer castillo de Belmonte, el alcázar de don Juan Manuel, autor del Libro de los enxiemplos del Conde Lucanor, y que allí también se reutilizó el lapis specularis en sus ventanas”, explica Guisado. Es decir, el uso de este mineral no se limitó a épocas antiguas, sino que fue un recurso constructivo apreciado durante siglos.

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‘Lapis’ en el castillo

Incluso el castillo de Belmonte, símbolo medieval de la localidad y de la provincia de Cuenca, conserva en su memoria restos del mineral. En el siglo XIX, el diplomático y coleccionista Tomás de Asensi donó al Museo Arqueológico Nacional un fragmento de yeso especular “proveniente de las ventanas del castillo de Belmonte”, según consta en el inventario. “Probablemente se trataba de alguna reforma posterior, quizá de época de Eugenia de Montijo, que fue una gran restauradora del monumento”, apunta Guisado.

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Otros ejemplos

Este rastro arqueológico muestra cómo el lapis specularis fue mucho más que un producto de lujo romano. Fue también un recurso que se siguió empleando con discreción en conventos, castillos e iglesias entre los siglos XVII y XIX. Y hoy, en pleno siglo XXI, hay iniciativas que lo quieren volver a poner en valor.

En la propia provincia de Cuenca, además de Belmonte, hay registros de su uso en Huete y en otros puntos del territorio. Fuera de Castilla-La Mancha, también se han documentado aplicaciones en iglesias del Levante y Aragón.

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Uno de los proyectos más recientes que contempla su reutilización es el del convento de Santa María del Campo Rus, donde se quiere instalar un ventanal con lapis specularis como parte de la restauración del conjunto.

“El lapis specularis es un material identitario de esta tierra. Su belleza y su historia hacen que merezca una segunda vida”, concluye Juan Carlos Guisado. Y gracias a iniciativas como la de Belmonte, ese cristal que un día iluminó villas romanas vuelve hoy a filtrar la luz del atardecer en los rincones más inesperados de nuestra historia.