El Moscas: descubrimos la historia y los parajes del tercer río de Cuenca
Conocemos una joya natural e histórica que dio forma al paisaje, la memoria y la literatura conquense

El Moscas: descubrimos la historia y los parajes del tercer río de Cuenca
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Cuenca
En Cuenca solemos hablar con orgullo de nuestros dos ríos: el Júcar y el Huécar. Sin embargo, como recuerda Tirso Moreno, miembro de la empresa Vestal Etnografía y de la asociación cultural Los Ojos, en el espacio La Memoria de la Tierra: “se nos olvida que nuestra historia y nuestro paisaje los moldea también el río Moscas”.
Con apenas 18 kilómetros de recorrido, el Moscas nace en el término municipal de Fuentes y vierte sus aguas al Júcar en el paraje del Terminillo, ya dentro de la capital conquense.
En su corto trayecto, “alimenta vegas de pueblos como Fuentes, Las Zomas, Mohorte o La Melgosa”, explica Moreno, quien reivindica su papel como un río “lleno de vida, de memoria y de patrimonio”.


Un río cangrejero
El río Moscas ha cambiado mucho a lo largo de la historia. “Hasta los años 60 era un río a ras de suelo, acompañado de prados, zonas inundables, incluso cangrejero”, recuerda el etnógrafo. Pero la concentración parcelaria transformó su fisonomía: el cauce se encauzó y profundizó, los cultivos llegaron hasta su misma orilla y el río “fue quedando cada vez más olvidado, más lejano”.
“De esta forma”, lamenta Moreno, “parece que se convirtió en el verdadero río del olvido de nuestra ciudad”.


Fuentes: donde nace la vida
En el municipio de Fuentes, bajo un histórico puente de piedra, el Moscas brota “a borbotones”, como describe Tirso Moreno. Es un lugar tan fértil como imprevisible: “alguna vez ha dado sustos, porque el río acostumbraba a desbordarse antes en su cauce natural”.
A su alrededor nacen fuentes con historia, como la del Espino, la Amarguilla o la del Lobo, que alimentan el regajo del río. Pero el verdadero tesoro de esta cabecera son sus lagunas.
“Entre Fuentes y Las Zomas aparecen dos escenarios naturales únicos: la Laguna Negra y la Laguna de los Cedazos o de la Atalaya”, destaca Moreno. “Son oasis de biodiversidad en campos de cultivo aparentemente monótonos”. En ellos crecen carrizos y masegares donde anidan carriceros y aguiluchos laguneros, y nadan anátidas o anfibios como el gallipato, símbolo de aguas puras.


Los Palancares y el Talayuelo
El río discurre entre dos sierras opuestas y complementarias: los Palancares y el Talayuelo. Los Palancares conforman, según Moreno, “una de las grandes muelas de nuestra sierra, un paisaje calizo decapitado por el tiempo y el viento, nuestro particular skyline natural”. Es el reino del pino laricio o negral, un bosque maderero de utilidad pública desde 1894, “el más extenso de toda Castilla-La Mancha”.
En su interior se esconde otro prodigio: las Torcas de los Palancares. Son 22 depresiones circulares de origen kárstico, “auténticas incubadoras de biodiversidad” donde sobreviven especies atlánticas como los avellanos, tejos o cerezos de Santa Lucía, e incluso el bonetero de hoja ancha, una especie en peligro de extinción.
En el extremo opuesto, el cerro del Talayuelo ofrece un contraste radical. “Aquí todo es yeso y arena”, explica Tirso. “El paisaje adquiere tonos rojizos y lo domina el pino rodeno, el de las grandes piñas resinosas con las que encendemos la lumbre”. Un entorno árido, pero igualmente lleno de vida.


La huella humana
A lo largo de los siglos, el río Moscas también marcó el ritmo de los pueblos de su vega. En sus márgenes florecieron molinos harineros, tres en Fuentes, uno en Morte y otro en La Melgosa, que aprovechaban la fuerza del agua para moler trigo. Incluso existieron lavaderos de lana, un testimonio del valor económico del cauce.
Pero no todo fue prosperidad. “Estos pueblos estuvieron sacudidos por enfermedades como las tercianas, lo que hoy conocemos como malaria, frecuentes hasta finales del siglo XIX”, señala Moreno.
El río que inspiró una epopeya
El Moscas también dejó su huella en la literatura del Siglo de Oro. El poeta José de Villaviciosa le dedicó en 1615 una epopeya satírica titulada La Mosquea, en la que enfrentaba al Moscas con el Júcar. Tirso rescata uno de sus versos:
Tiene la fama el Júcar de lavar la lana,
mas la verdad nos certifica
que suele el Moscas arrancar las sacas
y no dejar por donde pasan estacas.
“Para Villaviciosa”, comenta, “el Moscas era incluso más fuerte y poderoso que el Júcar”.
Un patrimonio por redescubrir
Hoy, el reto está en reivindicar el río Moscas como lo que es: un eje natural, cultural y literario de Cuenca. “Parece que el Moscas está por debajo, de otra categoría, y sin embargo la biodiversidad que tiene y la memoria que atesora son brutales”, afirma Tirso Moreno.
Revalorizarlo, añade, pasa por acercarlo a la ciudadanía y al turismo, integrando su vega, sus lagunas y sus sierras en los itinerarios de naturaleza y memoria que Cuenca puede ofrecer.
“En el siglo XVII se confrontaba con el Júcar en la poesía”, recuerda Moreno. “Hoy, al fin, le devolvemos su sitio en la historia de la ciudad”.

Paco Auñón
Director y presentador del programa Hoy por Hoy Cuenca. Periodista y locutor conquense que ha desarrollado...




