Un mes 'sin mascarillas': ¿Cómo ha reaccionado la población?

Aranda de Duero

Desde el pasado 20 de abril la sociedad ha eliminado parcialmente de sus vidas el mayor símbolo de los últimos años; la mascarilla. Un elemento que nos ha acompañado (y deberá seguir haciéndolo en varios supuestos), pero que ya no es necesario portar en la mayoría de nuestras acciones cotidianas. Sin embargo, esto -como todo- también ha generado debate. Y como toda cuestión social, la hemos puesto en valor de un experto. Javier Gómez, decano del Colegio de Sociólogos de Castilla y León, ha dado respuesta a nuestros planteamientos alrededor del fin de la mascarilla.

¿La sociedad estaba preparada para el fin de esta época? "Siempre lo esta", asevera Gómez. "La cuestión es que este fin de pandemia está resultando desesperadamente gradual. Pensábamos que iba a ser drástica, pero no. Y cada uno interpreta las normas y su salud como quiere. La prohibición se ha acabado, pero muchos siguen portando la mascarilla", cuenta. Ante esa dualidad; quienes rápidamente se han desprendido de la mascarilla y ya ni la portan en lugares en los que sí es obligado su uso, y quienes por otro lado no quieren quitársela por temor, explica el sociólogo que "no se ha hecho mal en ir cambiando la norma según iba la pandemia, pero es que había un momento en el que ni la propia policía sabía dónde había que usar la mascarilla, y seguro que si hacemos una encuesta a pie de calle, muchísima gente seguiría sin saber si en los transportes se debe o no, si en los supermercados se debe o no, si en las farmacias se debe o no...", solapándose además el fin de la mascarilla con la recomendación de su uso en algunos lugares como la universidad, "por eso la situación es confusa".

Posibles conflictos

Pero ante ese escenario y el hecho de vivir en una sociedad bastante irascible, ¿hay conflicto entre quienes han dejado de lado la mascarilla y quienes no? "La parte más triste de la pandemia es que este enfrentamiento ha existido desde el primer momento, que ha llegado a ser duro y hasta con agresiones, y que en todo caso ha generado impacto por ejemplo en los colegios. Eso se potencia más cuando ya no es un mandato, sino una recomendación. Hace poco en la prensa salían agresiones por conflictos asociados a la mascarilla. Y en el confinamiento recordemos que había presión social desde las ventanas para los viandantes que a veces eran personas con autismo que debían salir de sus casas, y se creó esa cuña de 'policía de balcón'. Las tensiones generan conflictos, y aunque en general haya habido respeto, es normal que a veces surjan", cuenta el decano del colegio de sociólogos.

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Síndrome de la cara vacía

Además de esos enfrentamientos, el fin de la mascarilla también ha generado en la calle el denominado síndrome de la cara vacía, que los expertos definen como "un sentimiento de inseguridad a quitarse la mascarilla porque les ayuda a estar más cómodos y temen ser rechazados o no ser aceptados del mismo modo por sus iguales, que son tan importantes para ellos". Pero, ¿puede la sociedad comprender este problema, restarle importancia y no criticar a quienes lo padecen?

"El conjunto de problemáticas asociadas al haber llevado la cara tapada es enorme. Los niños y niñas de infantil han tenido una cierta privación de gestualidades, no han visto la expresión de sus profesores. También ha habido gente que yendo tapada se ha sentido cómoda y le da cosa quitarse la mascarilla. Hasta estamos conociendo rostros de gente que conocimos en la pandemia con la mascarilla, y que parece que no es igual sin ella. El número de personas a quienes les ocurre esto no es extenso, pero existe. Y seguramente no va a ser más grave, pero una pauta de conducta que han seguido 40 millones de españoles, genera muchos fenómenos, traumas y problemas. Solo el tiempo nos puede ayudar a ir solventando eso", sentencia Gómez, en una charla que puede reproducirse en el audio que encabeza la información.

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