Nuevos retos por conquistar

Palencia

Nos encontramos a menos de una semana de un nuevo Primero de Mayo, una cita reivindicativa en la que los sindicatos de clase ponemos sobre la mesa los nuevos retos por conquistar por las personas trabajadoras.

Los últimos años hemos asistido a importantes avances en materia laboral, fruto en parte de la negociación del Gobierno central con las organizaciones sindicales, que han permitido subidas salariales, mejoras en la estabilidad de los empleos gracias a la reforma laboral o la revalorización de las pensiones. Pero alguno se equivoca si piensa que la buena marcha de la economía española nos va a llevar al conformismo, máxime si tenemos en cuenta que aún son millones los españoles con salarios bajos y condiciones muy precarias.

Los retos que marcarán este Primero de Mayo pasan por reducir la jornada laboral, porque de poco nos valen convenios con jornadas por debajo de las 40 horas semanales, si luego normalizamos las horas extras que ni se pagan, ni se cotizan, ni se reconocen.

Hay que seguir reclamando mejoras salariales y evitar que este país siga compitiendo en los mercados internacionales a costa de unas peores condiciones laborales de sus trabajadores y trabajadoras.

Y sin duda, el gran reto es el de la puesta en marcha de políticas industriales que permita recuperar actividad en territorios como Palencia, aprovechando la necesidad de adaptar la economía a los nuevos modelos productivos; pasando siempre por la creación de mejores empleos, mejor pagados y de calidad.

ORGIEN DEL PRIMER DE MAYO

El 1º de mayo tiene su origen a finales del siglo XIX, cuando los trabajadores hacían jornadas de 12 a 18 horas en el contexto industrial de grandes fábricas. En Estados Unidos, el movimiento obrero iba creciendo y reclamaba la máxima de “ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de ocio”.

Ya en 1868, el presidente Andrew Johnson aprobó la jornada de ocho horas en la ley Ingersoll para algunos trabajadores como los de obras públicas o los empleados de oficinas laborales, no así para los trabajadores de las fábricas.

La ley contó con el rechazo de los patrones y algunos estados establecieron cláusulas que permitían aumentar la jornada laboral. Por ello, la creciente importancia del movimiento obrero se materializó el 1 de mayo de 1886, cuando se convocaron 307 manifestaciones a las que se unieron 88.000 trabajadores en Chicago, en ese momento segunda ciudad más poblada del país.

Las manifestaciones se sucedieron en los siguientes días, pero también los altercados. El 4 de mayo, la Policía asesinó a 8 manifestantes después de que un explosivo hubiese acabado con la vida de 7 miembros de las fuerzas de seguridad.

Fueron 8 personas las detenidas como responsables del suceso y 5 de ellas fueron condenadas a muerte. Son los conocidos como ‘mártires de Chicago’: el tipógrafo George Engel, el carpintero Louis Lingg (quien se suicidó en su celda antes de la horca) y los periodistas Adolf Fischer, Albert Parsons y August Spies.

En España, se vino celebrando oficiosamente desde comienzos del siglo XX, aunque no se estableció como festivo hasta 1931, durante el régimen de la II República. Franco abolió el festivo tras el golpe de estado. En 1955, la Iglesia Católica, bajo el papado de Pío XII, decidió dedicar este día a conmemorar San José Obrero.

En España, el festivo se restableció con la llegada de la democracia. En otros países, sin embargo, se ha trasladado de fecha. En Estados Unidos y en Canadá se celebra el 1 de septiembre con el nombre del ‘Labor Day’ (día del trabajo).