Historias de Salamanca. El Botánico, memoria de un colegio, jardín, gimnasio y facultad
La ley universitaria de los años cuarenta obligó a construir un recinto deportivo que dio grandes atletas salmantinos en la segunda mitad del siglo XX
Salamanca
Sobre el solar que fue colegio mayor de San Pelayo, conocido popularmente por Colegio de los Verdes, por el color de sus becas, se levantó un botánico educativo, cuyo solar acogió más tarde el desaparecido Gimnasio del Botánico, cuya memoria anda hoy entre las aulas y despachos de la Facultad de Geografía e Historia, flanqueada por las calles de Serranos, Cervantes y Rabanal.
Historias de Salamanca 9 mayo 2024
05:33
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En un recordatorio en la prensa de los años setenta, Esteban Madruga, el rector que impulsó su construcción explicaba que fue uno de los primeros gimnasios construidos por la Junta Nacional de Educación Física y que –esto lo recordarán algunos—estaba formado por una portada de cuatro columnas de piedra, que sostenían un frontis triangular, de líneas clásicas, muy parecido al del viejo palacio de Anaya.
A partir de aquí, ya en el interior, se desplegaba un espacio de 16 por 32 metros de cemento armado y piso de madera con espalderas, paralelas, plintos, potros y otros aparatos gimnásticos, donde, además, se practicaba judo.
A un lado y otro de aquel espacio se encontraban los vestuarios y todo aquel espacio aparecía revestido de piedra de Villamayor.
Fuera del edificio se alzaba un frontón, que también servía de cancha de baloncesto y pista de hockey.
Deporte, este del hockey, muy potente en la Salamanca de los años sesenta y setenta.
Este era el panorama de aquel centro deportivo que los universitarios comenzaron a utilizar en 1949, cuando se inauguró.
Era entonces responsable de la llamada Educación Física un comandante de apellido Topete.
Una ampliación posterior eliminó parte del graderío para el público, que milagrosamente se sacó de un espacio que casi no existía.
Unos años antes, en 1943, la ley universitaria concedía a la Educación Física un valor especial en la formación de cualidades físicas, pero también personales, de virtudes y valores, convirtiéndose en obligatoria en todos los ciclos universitarios buscando la salud de los estudiantes.
Este carácter “obligatorio” hacía forzosa la salida de las actividades deportivas de los claustros universitarios y llevarlas a un espacio adecuado.
Y esto suponía dinero.
Esteban Madruga, entre aquellos recuerdos setenteros, apunta que la Universidad de Salamanca tuvo que ampliar el espacio del viejo jardín botánico con todas las casas y corrales de la calle Rabanal y Cuesta de Oviedo, que adquirió, y expropiar patios y jardines colindantes de las casas de las calles Placentinos y de la Cerrada de Serranos, sumando así metros.
Pero como no había dinero hubo que llegar al aprovechamiento para la nueva obra de los materiales del derribo, por ejemplo, de las casas que había en Anaya donde se construyó la Facultad de Derecho, parte del cual se empleó en el muro perimetral del recinto deportivo, que aún puede verse, por cierto.
Otros materiales salieron de casas de Libreros o de la Calle de la Fe, documentados en las memorias de Madruga. Uno de los maestros de obras de aquello fue Antonio Fernández, el padre del arquitecto Antonio Fernández Alba.
Al gimnasio se unió el solar cercano que acogería las históricas pistas de atletismo, el campo del Oliva Fútbol Club y de los primeros encuentros de rugby universitario.
Hoy, aquel solar es un parque arqueológico, y el viejo gimnasio, que acogió a grandes atletas salmantinos, vive entre las paredes de la Facultad de Geografía e Historia, lo mismo que el recuerdo del rector Madruga.
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