Sociedad

Historias de Salamanca. Un arroyo entre calles, la Palma

Entraba por los corrales de San Marcos y discurría por Crespo Rascón, Bordadores y Úrsulas antes de dar forma a la Vaguada de los Milagros

La Vaguada de la Palma forma parte secular de la toponimia salmantina.

Historias de Salamanca 22 mayo 2024

05:29

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Es un valle que a lo largo de los siglos ha ido formando un arroyo que venía desde el norte de la ciudad y que en su tramo final es más abrupto al formar dos altos considerables, que conocemos como Cerro de San Vicente y Peña Celestina.

El primero toma su nombre de haber sido la sede del histórico convento de San Vicente, quizá el más antiguo de Salamanca, y el segundo lo toma de la tradición que situaba en ella la cueva de Celestina entre las tenerías establecidas en esta zona de la ciudad.

Pero el agua que formó esos altos venía del actual barrio de Capuchinos y cruzaba Salamanca de norte a sur, corriendo entre las casas y arrastrando la suciedad que iba a parar al cauce a veces intencionadamente y en otras ocasiones como consecuencia, por ejemplo, de tormentas.

El arroyo de la Palma discurría por la actual calle de Álvaro Gil y entraba en la ciudad cerca del corral de San Marcos coincidiendo con la actual calle de los Condes de Crespo Rascón.

De hecho, en un mapa de 1899 se denomina a esta calle, calle “de La Alberca” por esa condición de arroyo y en parte encauzado.

Avanzaba el arroyo calle abajo aprovechando la pendiente, pasando por delante de la conocida Casa de Santa Teresa y por detrás del convento de los Carmelitas Descalzos, y a la altura de la Casa de las Muertes se desviaba dejando a su izquierda la iglesia de Santa María de los Caballeros y atravesando el actual espacio de las adoratrices para entrar por la calle Ancha, entre el convento de las Agustinas y la casa de Filiberto Villalobos, en lo que fueron barrios de los Caídos, de los Milagros y Barrio Chino.

Este arroyo iba entre las casas y los corrales de aquella ciudad antigua, a veces discurría por delante de las fachadas y otras lo hacía por sus muros traseros, contando con puentes, más o menos solventes, amplios o estrechos, usados por los vecinos para atravesarlo, pero también para arrojar desde ellos la basura a su cauce. Un cauce que en el siglo XIX se adecentó con cantería dando forma a lo que podríamos llamar alcantarilla y dando forma a una red al conectarse los vecinos a ella para verter las aguas residuales, tributando por ello al Concejo.

Algo que sería útil cuando a finales del siglo XIX el agua corriente fue llegando a las casas.

En todo caso, aquella alberca, denominada Esgueva Occidental, comenzó a cubrirse en 1863 según el profesor e investigador Enrique García Catalán. Comenzando por la parte cercana al Corral de San Marcos y finalizando (más o menos) al comenzar el siglo XX.

Hasta entonces, 1900, hay que imaginar las calles de Crespo Rascón y Bordadores convertidas en un cauce maloliente y sucio la mayor parte del tiempo, o en una alcantarilla llevando todo tipo de restos. Un cauce que a veces ocupaba toda la calle y suponía un riesgo en caso de un fuerte aguacero y la correspondiente inundación. Algo, por cierto, más frecuente de lo que se piensa. Hay que imaginar, también, aquel arroyo atravesando las propiedades de la Casa de Alba y generando un barrio miserable y abierto a mil infecciones, como el que se extendía a ambas laderas de lo que conocemos como Vaguada de la Palma, desde tiempo inmemorial, la parte más miserable de la ciudad. En parte por aquel arroyo de la Palma. Un martirio para muchos salmantinos. Al fin y al cabo, en la iconografía cristiana la palma es el símbolo del martirio.

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