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El presunto asesino de La Granada mató a su mujer tres meses después de salir de prisión, tras dos condenas por maltratarla

María Ortiz fue asesinada en noviembre a manos de su expareja, con quien había vuelto a convivir, y quien presuntamente escondió su cadáver cuatro meses

Confluencia de la calle de la Estación y la calle Pau Casals de la Granada donde se encontró el cuerpo de la mujer

Barcelona

María Ortiz, descuartizada y lanzada a un contenedor, después de que su asesino escondiera el cuerpo cuatro meses en La Granada del Penedès (Barcelona) es la quinta víctima de violencia machista en Cataluña en lo que llevamos de año. La decimoquinta, en España. Su historia no es un número más en una angustiante lista de mujeres asesinadas por quienes deberían haberlas amado, sino que encarna las carencias del sistema y, sobre todo, el ciclo de la violencia de género, que se recrudece en ambientes de vulnerabilidad o marginalidad, como el suyo.

Ortiz fue asesinada en noviembre del año pasado a manos de su pareja, según explican a la SER fuentes cercanas a la investigación. El acusado es un hombre de 51 años, con múltiples antecedentes violentos, que había sido condenado dos veces por maltratarla. La segunda sentencia llegó solo tres meses antes del crimen. En agosto un juzgado le condenó a nueve meses de cárcel por un delito de lesiones contra Ortiz. El juez le impuso además una orden de alejamiento. Nunca la cumplió.

Cuando llegó la condena, el presunto asesino hacía pocos días que había salido de la cárcel por maltratar a otro familiar en Cornellà. Al quedar en libertad, María Ortiz retomó la relación con su asesino, que volvió a la Granada del Penedès, según ha constatado la investigación. Meses atrás, la víctima había intentado retirar la segunda denuncia contra él.

El juicio se celebró en julio y Ortiz no fue a declarar. Las lesiones, sin embargo, estaban acreditadas, así que la fiscalía siguió adelante con la acusación. Él declaró conducido desde prisión. Cuando el hombre quedó en libertad, dado el riesgo que existía, se concedió protección a María las 24 horas mediante el sistema Atenpro (Servicio Telefónico de Atención y Protección para víctimas de la violencia de género), un botón de emergencia que ofrece atención policial inmediata, en caso de que la víctima vea o crea haber visto cerca a su maltratador.

No pulsó el botón. “Los mecanismos y los ciclos de violencia machista son muy complicados. El sistema le dio todos los instrumentos, pero la dejó sola”, lamentan voces de la investigación. María Ortiz estaba sola. Apenas tenía relación con sus hijos. Su adicción a las drogas acabó por distanciarla de una familia de seis hermanos con varios antecedentes penales. Unas semanas después de volver a convivir con su expareja, el acusado no solo le dio una paliza, como había hecho muchas otras veces. Esta vez, la mató. Los Mossos no encontraron el cuerpo hasta cuatro meses después, en marzo, cuando el hermano de la víctima, también en prisión provisional por su implicación en el crimen, los llevó hasta el cadáver de Ortiz.

El pariente fue a la comisaría de Vilafranca y, en un relato confuso, trasladó a los agentes que hacía mucho que no veía a su hermana. Aunque rechazó denunciar su desaparición, la conversación levantó sospechas entre los policías que volvieron a citarle a comisaría. En la cita, el hermano dijo que había ido a casa de Ortiz a alimentar a su perro, que había hallado muerto al animal y que se había deshecho del cuerpo, tirándolo a la basura.

Extrañados, los policías pidieron al sospechoso que los acompañara hasta el contenedor y este accedió. Cuando los agentes abrieron el cubo de la basura, descubrieron que lo que habría arrojado no era el cadáver de un perro, sino los restos óseos de una persona humana. Era el cuerpo de una mujer de 60 años, con signos evidentes de violencia. El autor o autores del crimen habían intentado trocear y quemar el cadáver. Ahora, con ambos en prisión preventiva, la investigación, se centra en aclarar si el hermano participó en el crimen o solo lo encubrió.