Sociedad

Acoger en casa a quien se ha quedado en la calle: "Tenemos que demostrar que somos humanos"

Iolanda y Jesús han abierto las puertas de su casa a dos jóvenes de Gambia y Senegal que habían quedado fuera del sistema, sin un lugar donde vivir ni posibilidad de trabajar.

Acollir a casa qui s'ha quedat al carrer: "Hem de demostrar que som humans"

Barcelona

Llega un mensaje al móvil: “Un chico de Gambia no tiene dónde quedarse”. Ibrahim (nombre ficticio) es menor de edad, tiene 17 años, según su documentación de Gambia, pero una prueba ha determinado que tiene 18, por lo tanto, no tiene derecho a la tutela de la Generalitat. Mientras espera el juicio —que se sabe que ganará, porque no es la primera vez que ocurre— necesita un lugar donde quedarse. El mensaje circula por WhatsApp, por Instagram y Twitter, por todas las redes posibles, porque el lunes ya no podrá quedarse en el albergue donde está ahora mismo. Iolanda lo tiene claro: “Que venga a casa”, y ya hace un mes de eso. Ella es una de las catalanas que forman parte de una red de personas que, temporalmente, acogen en sus casas a personas migrantes que se han quedado sin un lugar donde vivir.

Como Jesús, quien decidió acoger a Mamadou (nombre ficticio), un joven de 28 años de Senegal a quien le denegaron el asilo. Llevaba ocho meses esperando saber si sería reconocido como refugiado o no, pero hace unas semanas llegó la respuesta. Mientras esperaba, vivía en un piso para personas refugiadas, con una ayuda de 200 euros al mes. Había encontrado un trabajo donde sus superiores estaban muy satisfechos con él, todo encaminado para empezar su nueva vida en Cataluña. Pero ante el "no" a su asilo, tuvo que dejar su empleo porque ahora se encuentra en situación irregular. Ha perdido el trabajo, la ayuda y el piso. Jesús tampoco se lo pensó, y ahora Mamadou vive en su casa.

Inevitable

Jesús recuerda cuando conoció a Mamadou en un programa de mentoría. Había huido de Senegal, donde trabajaba como pescador y donde vio cómo quemaban a compañeros suyos en las barcas. Para no morir así, vino aquí y pidió un asilo, que le han denegado: “Se quedaba en la calle con lo puesto”. Que no le concedieran la condición de refugiado era una posibilidad que ya estaba sobre la mesa, y Jesús, tras consultarlo con su familia, ya había estudiado todas las posibles soluciones, de las cuales ninguna era dejar a Mamadou en la calle: “Tenemos que demostrar que somos humanos, no solo personas; que hay humanidad”. Algo que, en opinión de Jesús, “se demuestra con hechos, no con palabras”.

Iolanda no conocía a Ibrahim cuando le abrió las puertas de su casa. Él había llegado a Cataluña en enero, con el objetivo de formarse y trabajar como fontanero, como su abuelo. Lo habían acogido en un centro de menores tutelados y estaba preparado para empezar su formación. Pero después de unas radiografías, la Generalitat “determinó que era mayor de edad” y lo echaron del lugar donde vivía. Iolanda conoció su caso por las redes, como uno más de los que gestiona la Coordinadora Obrim Fronteres —que atiende a personas en toda Cataluña y donde Iolanda es voluntaria— y no pudo decir que no. Era la segunda vez que acogía en su casa a un joven migrante que había quedado fuera del sistema.

El futuro

Ahora los dos jóvenes están en una situación alegal. Mamadou tiene que esperar seis meses para poder solicitar el arraigo social y laboral en Cataluña, mientras que Ibrahim está pendiente de la resolución del juicio, que debe declarar que es menor de edad, como ya ha sucedido en otros casos. Mientras tanto, ambos hacen lo que pueden: se apuntan a actividades, sin estar federados, e intentan aprender el idioma, aunque oficialmente no pueden inscribirse en ningún curso por su situación jurídica.

Para Jesús y Iolanda ha habido un fallo en el sistema que ha hecho que dos personas encaminadas a formarse, trabajar e integrarse en Cataluña hayan quedado fuera de él. Y han sido ellos, con sus propios recursos y buena voluntad, quienes los están ayudando a volver a entrar. La “acogida solidaria”, como la llaman, debe ser temporal, solo un pequeño puente, un empujón para que puedan volver, paso a paso, a construir su futuro.

Laura Polo Dalfó

Redactora, productora, reportera i el que faci...