El misterio de los once libros manuscritos de Pascual Tomás
Once volúmenes datados en los años 40 formaron parte de la biblioteca de Pascual Tomás, el último secretario general de UGT en el exilio. Pidió a varios compañeros que los tradujeran e ilustraran, a mano, para sufragar sus gastos en una Francia ocupada por el nazismo
Los misteriosos libros manuscritos
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Madrid
La historia de estos libros es rocambolesca por lo que se sabe y por lo que se ignora de ellos. Carmen Ramón Tomas, nieta del último secretario general de UGT en el exilio, se los dejó en depósito a la Fundación Anastasio de Gracia, adscrita a UGT. Esta los ha digitalizado y han investigado sobre ellos el venerable y veterano periodista del sindicato José María Arche, y Soraya Egido, historiadora. Todos los libros están inéditos, pero encuadernados en cuero y decorados en oro. Nueve títulos y once volúmenes, nueve manuscritos a pluma y dos mecanografiados. Temáticamente son biografías, crónicas y novelas históricas, traducidas del francés y del ruso por dos autores.
Uno de ellos es Valeriano Casanueva y un tal V. Antonovich, seguramente un pseudónimo, de otra persona de la que todo se desconoce. Ambos realizaron el trabajo durante su exilio en Toulouse entre los años 1939 y 1941, según las fechas que aparecen en cada uno de los volúmenes. Como describe Soraya Egido: "en las introducciones de los libros, los traductores dejaron información sobre el propósito y estado de ánimo con los que se realizaron estos libros". Los ilustradores también compartieron militancia política con los traductores, además de una profunda amistad.
Ahora que esos once libros están depositados en la biblioteca de la Fundación Anastasio de Gracia, comienza una apasionante búsqueda de respuestas a las miles de preguntas que una tras otra surgen a la luz de estos ejemplares. Cuestiones como ¿por qué se eligieron esos títulos?, ¿Quién compró alguna de esas publicaciones y si lo hizo ¿en qué biblioteca o librería de lance se encuentran? ¿Había solo once libros o durante los tres años en los que los interpretes realizaron el trabajo consiguieron traducir más? ¿Eran ejemplares únicos o quizás hubo más amanuenses dedicados a la copia de libros como en la Edad Media? Puede que algún día alguien nos conteste a todo este misterio, pero mientras tanto sigamos elucubrando.
Myriam Soto
Redactora de Radio Madrid