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"Allí donde va no necesita camisa limpia": la historia de los republicanos españoles que acabaron en Mauthausen

Asesinados y sobrevivientes al terror nazi cuentan quiénes eran aquellos a los que quitaron la vida para recordar lo sucedido hace apenas ochenta años

"Allí donde va no necesita camisa limpia": la historia de los republicanos españoles que acabaron en Mauthausen

Madrid

Su piel tiene ya 88 años, pero a Eufemio García (Madrid, 1934) se le notan a la perfección unas cicatrices que se hizo de niño. "Los perros de mis tías", señala. Sin embargo, no son las marcas más dolorosas que recuerda. Con tan solo seis años, este madrileño "de Francos Rodríguez, 104" —incide—, vivió el exilio en Francia tras la Guerra Civil española y sintió el acecho de la muerte tras viajar en un convoy de ganado al campo de concentración nazi de Mauthausen. "De ahí decían que se entraba por la puerta y se salía por la chimenea", recuerda. Ese sería el destino de más de 5.000 españoles que perdieron la vida en estos recintos, según datos de la Amical española de Mauthausen, entre 1940 y 1945. Su padre fue uno de ellos.

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Eufemio se topa con el terror nazi tras huir por Cataluña hacia el sur del país galo en plena Guerra española. Su padre, del mismo nombre, su madre y su hermana —además de una joven tía— formaban el resto de la comitiva familiar. "Creo que soy el último superviviente que queda del convoy de Angulema, ¿has oído hablar de él?", pregunta. Esta comitiva, conocida como el convoy de los 927, se refiere a un tren de ganado que parte de esta localidad francesa hacia el campo de concentración en agosto de 1940.

El periodista Carlos Hernández de Miguel es uno de los principales investigadores de esta parte de la historia española: la de los republicanos que terminaron en los campos de exterminio. "Tenía una cuenta pendiente conmigo. Un tíoabuelo mío, del que guardo un fantástico recuerdo de cuando era niño, estuvo ahí", confiesa. A pesar de haber localizado y entrevistado a muchos de los supervivientes españoles de los campos de exterminio nazis, reconoce que la historia de Eufemio es insólita: "Se trata del primer convoy de civiles en llegar a un campo de concentración en Europa occidental. Al contrario de lo que se suele pensar, no estaba formado por judios; sino por republicanos".

Las familias viajaron hacinadas durante cuatro días. "Recuerdo que viajaban niños más pequeños que yo. A mí me salvó la edad. Como tenía seis años, no me dejaron entrar en el campo y me devolvieron al tren, de regreso a España. Pero me acuerdo de mi madre... ¿Sabes lo que le pasó? Cuando bajaron a mi padre del vagón, ella se acercó a un intérprete. Le pidió tiempo para que mi padre se afeitara y se pusiera una camisa limpia. ¿Sabes lo que respondió?: 'Allí donde va no necesita camisa limpia'", dice Eufemio, tras pegar un golpe seco en la mesa.

Francia: libertad y prisión para los exiliados

Los republicanos exiliados en 1939 planteaban un serio problema, al menos de gestión, para Francia, tal como recuerda Hernández: "Eran casi medio millón de españoles los que se encontraban en el sur del país al término de la guerra". La inabarcable cantidad de migrantes llevó al Ejecutivo del momento a agrupar a estos españoles en campos de concentración donde, si bien las condiciones no tienen nada que ver con los recintos nazis, la vida era dura. "Pasaban hambre, frío, enfermedades y muchos de ellos se plantearon volver a España", dice Hernández.

Alrededor de 250.000 españoles volvieron a cruzar los pirineos hacia el sur, meses después de huir de la metralla y de las bombas que asolaban la península ibérica. "Franco prometió que aquellos que no tuvieran delitos de sangre podrían vivir tranquilos. Pero era mentira", apunta el periodista. "Nada más regresar a España, muchos republicanos fueron encarcelados, trasladados a campos de concentración o directamente ejecutados", asegura. Otros tuvieron la suerte de esquivar la purga franquista gracias a las cartas que hacían llegar sus familias. "Recuerdo el caso de un sobreviviente al que su madre dijo que, si volvía a España, ya tenía preparada una cama al lado de su padre. Este captó rápido el mensaje: su padre había muerto años atrás", explica.

Fotografías y cartas remitidas por Juan Antonio García Acero a su familia desde el exilio

Fotografías y cartas remitidas por Juan Antonio García Acero a su familia desde el exilio / Cadena ser

De los campos de prisioneros a los de concentración, con la connivencia de Franco

Los prisioneros republicanos llegaron a los campos de concentración tras la invasión alemana de Francia, como cuenta Hernández. "Los refugiados españoles terminaron por alistarse en el ejército galo, en compañías de trabajadores, otros formaron parte de la resistencia y, luego, estaban los civiles. Cuando Hitler derrota a Francia, muchos republicanos son capturados y llevados a campos de prisioneros de guerra. Campos donde, más o menos, se respetaban determinadas garantías consagradas en los tratados: como no asesinar o no violar", dice. Sin embargo, los españoles acabarían por entrar en los campos de concentración.

"Hay documentación que refleja cómo los alemanes preguntaron a Franco qué hacer con todos esos 'rojos' que estaban en el sur de Francia. Y no preguntaron una, sino en hasta tres ocasiones. Aunque no tengamos el documento con la respuesta del Gobierno franquista, tras la visita de Serrano Súñer, ministro de Exteriores franquista a Berlín, la Gestapo da orden de traslado de todos los españoles a los campos de concentración", cuenta el investigador.

Uno de esos casos es el de Juan Antonio García Acero, natural de Villanueva de la Serena (Badajoz). Su nieto, Juan Miguel Nogués, ha conseguido recopilar su historia a través no solo de documentos oficiales, sino de las cartas que el extremeño mandaba a su familia en Madrid. "Mi abuelo era carabinero, uno de los pocos cuerpos que permaneció leal a la República tras el golpe de estado. Él no quería a los reyes ni en pintura", recuerda Juan Miguel.

Juan Antonio pasó la guerra entre varios puntos de España. Desde Madrid hasta la ofensiva del Segre, sirvió al Gobierno republicano hasta enero de 1939, cuando da por perdida la contienda y decide huir a Francia. "Mi abuelo entra por Saint Laurent de Cerdans, pasó por Argeles sur Mer y por el campo de concentración de Septfonds. Este último era jodido. Vamos, estaban vigilados por senegaleses", dice Juan Miguel. "Después, le trincaron los nazis y de ahí a Estrasburgo hasta su deportación a Mauthausen", prosigue.

Las investigaciones de Juan Miguel han conseguido desvelar todos los pasos de su abuelo durante su estancia en Francia, aunque también contaba con una gran ayuda: cartas. El carabinero hacía llegar misivas cada vez que podía a su familia que todavía permanecía en España. "Siempre contaba que estaba bien y se lo decía a sus hijos para que no se preocuparan. Vete a saber, en realidad, cómo estaría", dice Juan Miguel.

Gusen: un lugar "que debería estar en los libros de texto de toda España"

Gusen, subcampo de Mauthausen, fue el lugar donde, según Hernández, murieron el 80% de los españoles que fueron asesinados en Mauthausen. Juan Antonio García Acero terminó asesinado allí la noche del 23 de diciembre de 1941. Sin embargo, nadie avisó a la familia hasta años más tarde.

Carta de Juan Antonio García Acero, desde Estrasburgo a su familia

Carta de Juan Antonio García Acero, desde Estrasburgo a su familia / Cadena Ser

"Mi abuelo fue asesinado, pero nadie tenía ni idea. Él se había quedado viudo en 1936 con seis hijos. Y la familia de mi abuela decía que había aprovechado la Guerra para irse de casa y formar una nueva familia. Vamos, pensaban que se había marchado y había abandonado a sus hijos. Pero mi madre siempre estuvo con el tema de su padre. Un día, años después, cuando yo ya tenía once años, se presentaron unos tipos en mi casa y ya se lo contaron a mi madre: 'Tu padre murió en Gusen'. Pero claro, no teníamos ni idea", dice Juan Miguel.

El nieto de Juan Antonio se enciende cuando recuerda un valioso documento que consiguió en sus investigaciones: "El Gobierno francés informó a Franco de las muertes de españoles en los campos. Esto pasó en 1952. Se dieron nombres y apellidos. Y no se dijo nada. Ni se dieron a conocer. Ni se dieron a conocer, siquiera", cuenta Juan Miguel, visiblemente enfadado.

Morir sin conocer la verdad

Sin embargo, ha habido españoles que han muerto sin conocer el destino de sus familiares. Eso cuenta Jediael Álvarez, un joven madrileño que se enteró en 2018, gracias a una carta de su pueblo, Zarzalejo, de que un tío de su abuelo murió en Gusen en 1941. "Me quedé alucinado. No sabía nada. Alguna vez mi padre comentó que su abuelo tenía un hermano, sí. Pero poco más", recuerda.

Fotografía encontrada por la familia del que pudiera ser Sotero Álvarez, víctima del campo de concentración de Gusen

Fotografía encontrada por la familia del que pudiera ser Sotero Álvarez, víctima del campo de concentración de Gusen / Cadena ser

Su familiar, Sotero Álvarez, fue asesinado a la edad de 27 años. Sus familiares cercanos, aquellos que le conocieron en vida, no pudieron saber qué le sucedió tras la Guerra de España. "Yo pienso en él, en su juventud, en todo lo que le quedó por hacer. No pudo bailar en las fiestas del pueblo. No pudo encontrar pareja; chico o chica —aunque bueno, sabemos que una novia tuvo—. Tampoco pudo, no sé, salir a comer o beber con sus amigos, bailar, trabajar. Todo se lo arrebataron. Por eso me da pena. Me entristece pensar que le quitaron la vida cuando le quedaba todo por vivir", lamenta Jediael.

Precisamente para recordar a Sotero, Jediael viajó hace escasos meses al campo de Mauthausen, a homenajear a su familiar asesinado en el campo de concentración: "Quise ir por el lado humano. Quería saber dónde y cómo murió, verlo. Es irónico. Él venía de un pueblo de piedra, de granito, de la sierra de Madrid. Él era cantero, como casi todos los hombres de la zona. Y mira dónde acabó; en la cantera de Gusen. Por eso, en el pueblo, la placa que le recuerda está mirando a la Machota (un monte de la localidad). Y por eso yo le dejé en el campo una foto de la Machota: porque el paisaje no cambia. Me ilusiona creer que ese paisaje que veo yo ahora es el paisaje del que, hace muchos años, disfrutaba Sotero".

La historia de Sotero y la de Juan Antonio se asemejan en muchos detalles. De hecho, murieron con apenas horas de diferencia. Uno el 23 de diciembre; el otro, el 24. Ahora, sus descendientes, además de historia, comparten una reflexión: "Es necesario que esto aparezca en los libros de texto. La gente tiene que saber que en España hubo campos de concentración, o que muchos españoles murieron a manos de los nazis. Es necesaria, más que nunca, la memoria".

Agustín Rodríguez-Sahagún

Graduado en Derecho por la Universidad Pontificia...