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La memoria del "Campo de los españoles"

No fueron los más numerosos, pero sí fueron de los primeros en llegar y crearon una organización dentro de sus muros que hizo que el campo fuera conocido por su país de origen. Cuando las tropas estadounidenses lo liberaron fueron recibidos con una pancarta en la que se leía "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras". Casa Sefarad ha abierto una exposición que rescata la memoria de los miles de republicanos que pasaron por allí: 'Mauthausen, Memorias Compartidas'

La memoria del "Campo de los españoles"

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"Le llaman el campo los españoles porque aunque no era la nacionalidad más numerosa, había más polacos, sí fueron de los primeros en llegar; desde agosto del año 40”, explica Josep Calvet, historiador y comisario de la exposición. Mauthausen era de tercera categoría, de los más duros, y aunque era un campo de trabajo, allí también había cámaras de gas y hornos crematorios.

La muestra recopila objetos personales, fichas de registro, fotos y sobre todos testimonios de los republicanos que estuvieron allí. Su memoria ayuda a hacerse una idea de lo que pudo ser el horror. "Teníamos que subir los 186 peldaños de la dichosa escalera cargados con una gran pieza sobre nuestros hombros, que luego se usaba para empedrar el campo por el que fuera cogido con una piedra pequeña era castigado a subir las escaleras con otras claramente superior a lo que sus fuerzas pudieran soportar", se puede leer en el testimonio de Enrique Calcerrada.

CENTRO SEFARAD - Inauguración de la exposicion “Mauthausen: memorias compartidas”.

CENTRO SEFARAD - Inauguración de la exposicion “Mauthausen: memorias compartidas”. / Pepe Mendez

"Allí llegabas tú para que te inyectaran, como castigo o como experimento. A algunos les daban convulsiones, a otros se los llevaban a rastras. Seis sábados consecutivos me inyectaron al lado del corazón. Nos cogieron a 30 y sólo siete logramos sobrevivir", escribe en primera persona Marcelino Bilbao. No hay una cifra exacta, pero se calcula que por allí pasaron alrededor de 7.500 republicanos españoles, de los que murieron unos 4.000. Pese a esas terribles cifras, la exposición también dedica parte de su memoria a historias de vida, como la de la pareja de anarquistas que formaban Alfonsina Bueno y Josep Ester.

Capturados en Francia, fueron trasladados a dos campos distintos hasta que ya casi al final de la Guerra, los nazis trasladaron a Mauthaussen a un grupo de 1.799 mujeres; y llegó el reencuentro. "La resistencia española que en ese momento ya controlaba el campo se entera que había llegado Alfonsina y se organiza el reencuentro en unos baños. Era el único sitio donde podía ser, con unos españoles en la puerta vigilando para que no entrara ningún SS", explica Calvet. Los dos sobrevivieron y tras la liberación siguieron su vida en Francia, donde también terminaron Sigrid Meier y Saturnino Navazo.

El primero era un niño de 8 años cuando fue trasladado a Auschwitz. Allí vio morir a sus padres y terminó en Mathausen. A su llegada, el oficial nazi al cargo le encargó de su cuidado al segundo, un futbolista español que le recibió con una sonrisa y se convirtió en su padre desde aquel momento. Cuando las tropas estadounidenses liberaron el campo a Meier le dieron otras opciones pero él quiso seguir con Navazo y le convenció pese a que para él podía ser un problema. "Cuando te pregunten los americanos", le dijo el futbolista, "di que te llamas Luis Navazo y que has nacido en Madrid, en la Calle Don Quijote 43, Cuatro Caminos". El niño lo recordó, el truco funcionó y Navazo acabó adoptando legalmente a Meier, que incluso obtuvo su ciudadanía española y acabó sus días en Ibiza en 2020.

Recordar estas historias es algo que los españoles que pasaron por allí se impusieron como tarea. "Hicieron una promesa: si salían del infierno no cesarían de explicar al mundo lo que habían vivido, lo que habían sufrido", explica Calvet. Algunos no lo consiguieron porque murieron allí dentro pero eso no quiere decir que su memoria no siguiera viva durante todos estos años.

A Peio H. Riaño le cambiaron la vida unas vacaciones que montaron sus padres por Centroeuropa cuando él era un chaval. Iban en caravana, parando en campings por todo el centro de Europa. Pero entre las visitas siempre había algún campo de concentración. "Tanto para mi hermano como para mí, que teníamos 14 ó 15 años, fue bastante impactante todo el recorrido, no entendíamos qué hacíamos allí". Hasta que sus padres les explicaron que estaban buscando el rastro de José Riaño, el hermano de su abuelo Luis.

Más de un año después una carta del gobierno alemán confirmó que José había muerto en la cámara de gas de Mauthausen. "Mi abuelo lo llevaba muy mal, era de los que no querían hablar, y cuando recibió aquella carta en alemán, que nos tuvo que traducer una vecina, se desmoronó; pero yo creo que quedó aliviado, por fin sabía qué había pasado con su hermano".

Antes de terminar el recorrido el historiador Clavet nos comenta que cuando chavales de la ESO o de Bachiller visitan este tipo de exposiciones suelen venir con una imagen condicionada por las películas de Hollywood. Al salir se llevan una imagen más real de un horror que es parte de la historia del mundo, y que como queda claro con la visita, forma parte también de la historia de España.

La exposición “Mauthausen: Memorias compartidas” está abierta en Casa Sefarad de Madrid (C/ Mayor 69) hasta el 7 de junio.

Rafa Panadero

Rafa Panadero

Ha desarrollado casi toda su carrera profesional en la Cadena SER, a la que se incorporó en 2002 tras...

 
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