El consumo de bebidas energéticas aumenta entre los adolescentes. ¿Cómo afectan a su desarrollo neurológico?

Madrid

Las bebidas energéticas son un producto cada vez más presente en el día a día de los adolescentes en España y el resto de Europa. La última encuesta ESTUDES sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España dibuja un panorama complicado en las rutinas de los jóvenes, que recurren a este tipo de productos ya sea para salir con amigos por la tarde o por la noche, mantenerse despiertos en las noches de estudio, o incluso para mezclar con bebidas alcohólicas.

El consumo de estos energizantes supone una auténtica bomba de relojería para la salud de los jóvenes debido a las elevadas dosis de cafeína que contienen, sumado a elevadas cantidades de azúcar y otros componentes como la taurina o la carnitina. Su ingesta favorece también la alteración de los biorritmos, lo que lleva a los jóvenes a necesitar dormir más de día que de noche.

Entre sus efectos adversos más inmediatos, explica la nutricionista Elena Toledano, especializada en alimentación infantil y familiar, encontramos insomnio, nerviosismo, impulsividad, o bajo rendimiento escolar. A largo plazo, con un consumo prolongado, las consecuencias podrían llegar a "afecciones cardiacas como taquicardia, hipertensión, depresión, asma, o incluso osteoporosis". Toledano pone el foco también en la relación del consumo de estas sustancias con una mayor tendencia a otras conductas de riesgo.

A nivel neurológico, la combinación de un cerebro inmaduro a nivel de desarrollo con los estimulantes de los que se componen las bebidas, convierten a este tipo de productos en un reclamo para los jóvenes. Según el neurólogo Chema González de Echévarri, @neuroprevencion en redes sociales, "cuando las consumen de manera habitual buscan una recompensa inmediata, de tal forma que cada vez quieren más, y lo que un día les satisface al siguiente no les parece suficiente", generando una adicción.

Los efectos negativos se incrementan cuando las bebidas energéticas se mezclan con el alcohol. "Exponer al cerebro a unas cantidades enormes de estimulantes como la cafeína o la taurina, mezclados con un inhibidor como el alcohol, va a alterar toda la neurotransmisión, generando primero un estado de euforia para pasar después a una situación de decaimiento y resaca", según Chema González.

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Generalmente, el consumo de estas bebidas suele ir ligado a un menor rendimiento académico, problemas en los ciclos del sueño, y una fuerte adicción a las redes sociales. Para Chema González estos tres factores van de la mano y generan un círculo vicioso: "Si consumo estimulantes me costará dormir, y si además tengo una adicción a las redes, la exposición a las pantallas lo hará aún más complicado, especialmente por la exposición con el móvil a una recompensa constante que me da un estímulo prácticamente a cada segundo".

La nutricionista Elena Toledano recuerda que "desde 2011 se prohíbe a las empresas que atribuyan a estos productos propiedades energizantes o de mejora del rendimiento mental" aunque a día de hoy no existe un marco específico que regule el consumo de bebidas energéticas.