El origen de los Reyes Magos
Hoy es día 6 de enero, día de los Reyes Magos. Una tradición típicamente española que no ha sucumbido a la invasión anglosajona con Papa Noel o san Nicolás. ¿Dónde nace y cuáles son sus señas de identidad? ¿Sabías que Madrid cuenta con aspectos únicos que otorgan singularidad a esta tradición?
El origen de los Reyes Magos
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No es la primera vez que hablamos de los Reyes Magos en este programa. Es una tradición que hunde sus raíces en… ¿nada? Así es. Parece todo una invención basada en una referencia del evangelio de San Mateo en donde se dice que vinieron unos magos de oriente, no da ni siquiera el nombre ni el número de ellos. Todos esos datos nacerán posteriormente en los llamados Evangelios Apócrifos y en tradiciones posteriores con las que se intentaba reconstruir las lagunas de aquella historia. De haber sido algo, serían astrónomos, un concepto que en la Antigüedad es muy difícil de separar de la magia. Quizá sería más correcto decir que eran astrólogos, casi un sinónimo de astrónomo.
Los regalos
En la tradición de los faraones, el nacimiento de Horus estaba rodeado de una historia similar. Se dice en los textos del mammisi, el templo del nacimiento en la ciudad de Edfu que, al dar a luz a Horus, Isis recibió la visita de los cuatro representantes de los puntos cardinales en el concepto del mundo egipcio. Los Reyes magos en realidad representan lo mismo: los continente conocidos en aquella época para dar a entender que a Jesús se le reconocía como mesías en todo el mundo.
La idea de dejar regalos nace precisamente en el evangelio de Mateo en donde podemos leer que estos misteriosos personajes dejaron en el portal oro, incienso y mirra como presentes al recién nacido. De ahí surge esa tradición tan genial que hemos interiorizado tanto que nos ha ayudado a crear una identidad. Y es que, más allá de las creencias y de la religiosidad de cada cual, como seres humanos necesitamos tener una tradición que nos aporte una singularidad y una identidad como miembros de una misma comunidad. Si no lo tuviéramos, seríamos simples objetos, seres sin alma que se limitarían a comer y dormir… y fastidiar al prójimo, que añadiría alguno.