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Calle de Mossén Verdaguer, primera travesía de Ángel Guimerà

La conocida como primera travesía de Ángel Guimerá era en los años 30 del siglo pasado un pequeño callizo sin salida formado por pequeñas viviendas y rodeado de fábricas. En 1940 fue bautizada como calle del poeta Jacinto Verdaguer

'Callejeando' (17/05/2023)

València

Una vasta zona entre la Gran Vía de Fernando el Católico y el Mercado de Abastos, flanqueada por las calles de Ángel Guimerá y Cuenca, se convirtió durante la primera mitad del siglo XX en un área de expansión industrial de la ciudad surcada por diversos callizos sin salida que daban acceso a las fábricas e instalaciones que se concentraban en su interior. Allí se encontraban establecimientos como el conocido Garaje Guimerá -que todavía continua en servicio- una fábrica de básculas, una cerrajería, una fundición de bronces o la prestigiosa fábrica de Naipes de Simeón Durá, así como el Cuartel de la Guardia Civil de Arrancapinos, de funesto recuerdo por ser unos de los centros de represión del movimiento guerrillero antifranquista durante la posguerra. Aquel espacio era tan grande que allí se celebraban ferias y exposiciones de maquinaria, hasta que se urbanizó siguiendo los planes del ensanche, abriendo las calles Palleter y Sanchis Sivera.

Uno de los callizos que se abrían paso por este entramado industrial, era la conocida como 1ª travesía de Ángel Guimerá, una calle sin salida a espaldas del Garaje Guimerá, a la que asomaban pequeñas viviendas y que finalizaba en la puerta de los populares Baños de Arrancapinos, un establecimiento singular que ofrecía baños aromáticos sulfurosos alcalinos y de mar artificiales, una auténtica novedad para la época. Tras la guerra, el primer Ayuntamiento franquista le pidió al entonces cronista de la ciudad, Salvador Carreres, que propusiese nombres para las calles que no lo tenían, y para la primera travesía de Ángel Guimerá pensó que los más adecuado era dedicársela a otro eximio representante de las letras catalanas como el propio Guimerá: el poeta Jacinto Verdaguer.

Mossén Cinto, como era conocido entre sus amistades, era y es considerado el máximo representante y símbolo por excelencia de la Renaixença catalana, y su relación con València fue intensa, sobre todo a raíz de su participación en los Jocs Florals de Lo Rat Penat de 1881, donde empezó a entablar una fecunda relación con el poeta y periodista Teodoro Llorente, patriarca a su vez de la Renaixença valenciana. Llorente y Verdaguer se profesaron admiración mutua, no en vano, siendo el primero director el diario Las Provincias, reprodujo y publicó durante más de veinte años poemas, noticias y escritos relacionados con el poeta catalán. Una amistad que muestra los intensos vínculos fraternales que se establecieron entre los escritores valencianos y catalanes durante la Renaixença. Unos lazos que se han seguido manteniendo tal y como reza una placa situada en la misma calle de Jacinto Verdaguer, colocada el 15 de diciembre de 2002 por un grupo de poetas valencianos, entre los que se encontraban María Beneyto, Carmelina Sánchez-Cutillas o Toni Mestre, entre otros, en conmemoración del centenario de la muerte del poeta catalán: “Els poetes valencians a Jacint Verdaguer en el primer centenari de la seua mort (1902 – 2002)”.