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El origen de la celebración de Sant Antoni en València

En 'La València Olvidada' acudimos a la calle Sagunto, en medio del bullicio de la bendición de las mascotas, que es la más popular de las celebraciones que tienen lugar en la parroquia de San Antonio Abad, patrón y protector de los animales

La València Olvidada: Sant Antoni

La València Olvidada: Sant Antoni

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València

En esta ocasión nos vamos hasta la calle de Sagunto, en medio del bullicio de la bendición de las mascotas, que es la más popular de las celebraciones que tienen lugar en la parroquia de San Antonio Abad, patrón y protector de los animales.

El origen de esta fiesta está en el hecho de que, en la Edad Media, había una terrible enfermedad, llamada 'ergotismo', que se contraía a causa del cornezuelo, un hongo de muy mala catadura que afecta al centeno. Y que, si no se llevaba cuidado, pasaba a la harina y al pan de centeno, 'el pan de los pobres', el pan más barato, haciendo que la gente enfermera y con gran frecuencia muriera en muy malas condiciones, llenos de llagas que no cerraban. Por ejemplo, de una gangrena en las piernas que no tenía remedio y que hacía morir a mucha gente. Hasta el siglo XIV, por lo menos, esa fue una terrible enfermedad porque no había controles de calidad sobre la harina…

El remedio a aquella enfermedad, llamado 'del Fuego del Infierno', lo tenían unos frailes, los antonianos. Los que seguían el ejemplo de San Antonio Abad, el ermitaño. El enfermo se podía curar si iba a ver a los antonianos y estos hacían con él dos cosas: la primera, le tocaban las llagas con un báculo, con un bastón bendecido. La segunda... un cambio de dieta. Le decían que no comiera pan, o que comiera pan de harina de trigo solamente. Con esa recomendación, apartado el peligroso centeno, si había suerte, el enfermo se curaba. De ahí que los frailes antonianos tuvieran muchos seguidores en toda Europa y fundaran numerosas ermitas al borde los caminos.

Y de ahí que, en València, hacia 1333, se instalara aquí mismo donde estamos, al borde del camino de Barcelona, en lo que se llamaba Pla de Sant Bernat, una comunidad de antonianos, con su ermita y su enfermería. Que en realidad era una especie de posta sanitaria, un hospital de control, para los que venían del norte y podían llevar consigo la enfermedad. Se llamó el Hospital de los Cruzados. Pero los frailes atendían a todos los enfermos, vinieran de las Cruzadas o no… Y de ese hospital vino todo lo demás, el primer convento, el segundo, que fue regentado por los dominicos, y el tercero, que es el que ahora llevan los padres salesianos, dedicados a la enseñanza principalmente. Y con el convento, la iglesia, que primero fue medieval y ahora es neoclásica.

¿Todo eso qué tiene que ver con los animales? La respuesta no es fácil. Porque nadie sabe bien por qué Sant Antoni, que nosotros apellidamos 'del Porquet', aparece siempre pintado con un cerdo como acompañante. El santo que celebramos murió tal día como hoy del año 356, que ya ha llovido. Fue un ermitaño, hijo de padres ricos, que lo dejó todo para vivir en oración en cuevas y lugares desérticos de Egipto.

Toda su larga vida, y murió cuando tenía 105 años, se caracterizó por la pobreza, el ascetismo y la oración. Pero hasta aquellos lugares tan ásperos iba el demonio a tentarle y parece que se le aparecía tomando forma de animales, principalmente el cerdo. El santo resistió siempre cualquier tentación, era un tipo duro. Si alguien tiene interés puede consultar un cuadro del Bosco, Las tentaciones de San Antonio, en el que lo vemos aguatando el tipo, valientemente, rodeado de monstruos de toda clase, bichos feísimos, algunos de ellos parecidos al robot del Mago de Oz, con un embudo en la cabeza, y otros con pinchos y agujas.

Sea por lo que fuere, este santo, y su relación con el cerdo, hizo que los campesinos le consideraran benéfico, resistente y fuerte, para los dos animales de compañía preferidos en tiempos antiguos: el haca, el caballo, la mula, el burro que servía como herramienta para el trabajo del campo, y el cerdo, la mejor inversión doméstica, el 'animalico' que se sacrificaba para mantener a la familia durante buena parte del año. Llevar a bendecir a estos animales de la casa a la ermita de San Antón es una romería que se practica en toda España desde la Edad Media. Es una costumbre ancestral, que enseguida se convirtió en una de las Ferias del año.

Allá donde iban los labradores con sus animales, en día de fiesta, iban los que les vendían una azada, un cedazo o unas velas. Y que acudieran también los que vendían platos, cazuelas o botijos: 'l'escuradeta'. Y también, claro está, los que vendían almendras, orejones, higos y el más cotizado de los Smarts de los viejos tiempos: el 'torrat' o 'porrat', los garbanzos tostados, que en València se consumían por millones, como golosinas, desde los tiempos de los musulmanes, mucho antes que se conocieran las pipas de girasol o las rosas de maíz.

De esa cultura, la del 'porrat', los frutos secos, las aceitunas y los pepinillos en vinagre, viene ese mercadillo popular que vemos, que va acompañando a los valencianos, desde hace siglos, de fiesta en fiesta, de ermita en ermita, mientras cumple un calendario a lo largo del año. Sant Antoni, Sant Vicent, Sant Blai… y así hasta Santa Llúcia, en diciembre.

Pero ahora lo que más se lleva a bendecir son las mascotas. Son el signo de los nuevos tiempos. Poca gente tiene caballos ya, y mucho menos en casa. Lo que más abunda a la hora de la bendición son los perros y los gatos, que viven con nosotros por miles y miles. El otro día, consultando periódicos antiguos, encontré una crónica de estos actos, en los años cuarenta, donde el periodista, un poco espantado, escribió que se había llevado a bendecir nada menos que una tortuga. Pero todo cambia y ahora estamos viendo muchos animales de compañía, bastante animales exóticos y caballerías enjaezadas que viajan a la ciudad, tirando de preciosos carros, como si fueran ya entrañables objetos de museo.

El respeto a las tradiciones es lo que nos da un cierto vigor cultural, incluso podríamos decir identidad, en un mundo en el que ya todos usamos los mismos teléfonos, las mismas zapatillas, los mismos pantalones vaqueros… Un tiempo en que vivimos una vida cada vez más igual en ciudades que se van pareciendo como dos gotas de agua gracias a las mismas tiendas de franquicia.

Es estupenda la tradición y es estupendo que aquí aún conservemos dichos relacionados con esta fiesta. Incluso elegantes insultos: si alguien en València te dice 'ver a rodar l'olivera' te está llamando burro, animal de cuatro patas. Porque lo que hacían los arrieros y los labradores al llegar con sus bestias a la bendición de Sant Antoni era meterlos en el patio del convento y hacerles dar unas vueltas, de ritual, en torno al gran olivo que creció durante siglos en el centro. 'Rodar l'olivera' era propio de ser un burro en los modales o de entendimiento. Y tan famoso llegó a ser el dicho, que Cervantes lo mencionó en el Quijote, como signo de aprendizaje para los que no daban más de sí.

Claro que cuando el animal había dado vueltas al olivo, el labrador tomaba una ramita del árbol y se ponía sobre la frente como adorno y señal de protección.

(Texto de Francisco Pérez-Puche)

Quique Lencina

Quique Lencina

Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...

 
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