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La València Olvidada: el Museo Marítimo perdido

Con Francisco Pérez Puche nos acercamos hasta las torres de Serranos para encontrarnos "con el mar"

La València Olvidada (12/06/2024) El museo marítimo perdido

La València Olvidada (12/06/2024) El museo marítimo perdido

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Nos encontramos junto a las torres de Serranos. En ese triángulo de gran actividad, donde se dan cita los transeúntes que han cruzado el río por el puente de Madera, los turistas que acuden a visitar el monumento, los que vienen de la plaza de la Virgen por la calle de Navellos, las bicicletas, los patinetes, los que quieren hacerse fotos en el puente de Serranos y los que suben y bajan sin parar de los autobuses que tienen aquí mismo una parada, digamos, estratégica.

Vamos por la vida mirando la pantalla del teléfono y no lo vemos, pero el mar está aquí. junto a la parada del autobús de las torres de Serranos. Se oye el murmullo, se escuchan las olas. Se huele el mar cuando uno se acerca a esta ancla enorme, un ancla de barco que pesa al menos dos toneladas y que lleva ahí casi medio siglo, en el jardín, desde que la Liga Naval se la regaló a València. Pero ya digo: vamos distraídos, ausentes, pensando en las musarañas…

Aquí hay un ancla de barco enorme… Pero, ¿por qué está aquí? Pues está aquí al menos por dos razones. La primera porque aquí estuvo el puerto, el primer y genuino puerto de València. El puerto fluvial de la Valentia romana está probado por la arqueología que estuvo aquí, en las inmediaciones del lugar donde la principal vía de la ciudad de los tiempos fundacionales, que se corresponde con la calle del Salvador, cruzaba el rio Turia. Que era un rio generalmente caudaloso por el que los barcos de la época, de quilla plana, podían remontar desde el mar y llegar hasta esta zona, donde había unas sencillas instalaciones de descarga y almacén.

La Liga Naval Española, que reúne a personas enamoradas del mar y de la Armada Española, emprendió en los años setenta una serie de gestos destinados a obsequiar anclas decorativas a distintas ciudades españolas. Las regaló a Madrid, a Cáceres, a ciudades con puerto y sin él. Y a València le obsequió un ancla, preciosa, creo que del siglo XIX, que se situó en ese punto porque las torres de Serranos, aunque nadie se lo crea, fue la sede del primer y único Museo del Mar que ha tenido València.

Las torres de Serranos, nuestro querido monumento, puerta de entrada a la ciudad por el lado norte, lugar por donde llegaban todos los que venían de la comarca “DELS SERRANS” han sido muchas cosas. Han sido durante algunos siglos prisión militar, una dedicación que la afeó mucho y obligó a tapiarlas por la parte de atrás y a dividir los espacios en pisos y celdas, hasta casi desfigurarlas.

Luego, cuando se derribaron las murallas, a partir de 1865, cesó ese uso como prisión y fue posible una restauración, a principios del siglo XX, que les devolvió el estado primitivo, repuso adornos y almenas, y restableció el foso, que estaba cegado. Las torres, entonces, tuvieron su estilo tradicional hasta que, con la llegada de la Guerra Civil, se convirtieron en fortaleza y caja fuerte.

Su aspecto cambió, por fuera no, pero sí por dentro. Durante la Guerra Civil, el gobierno de la República, que se trasladó unos meses a València, decidió evacuar de Madrid la parte más notable de los tesoros artísticos de la capital y los trajo a València. Las torres de Serranos y el Colegio del Patriarca se convirtieron en verdaderas fortalezas contra bombardeos y pudieron albergar los cuadros más importantes del Museo del Prado. En el caso de las torres, las bóvedas se reforzaron con protecciones especiales de sacos de arena y contra bóvedas de refuerzo para poder mitigar los hipotéticos efectos de un bombardeo.

Por suerte, no llegó a producirse. Solo un avión franquista, el día final de la guerra, tiró una ráfaga de ametralladora contra las torres. Una gracia sin gracia de la que quedan trazas, según me contó mi amigo el arquitecto Paco Cervera, que comprobó los impactos durante la limpieza del monumento del año 2000.

Pero volvamos al Museo Marítimo… Ahora hace 50 años, en 1974, el Ayuntamiento de Miguel Ramón Izquierdo decidió ubicar en las torres de Serranos el MUSEO MARÍTIMO, que dio origen al regalo del ancla. El concejal de Cultura, Antonio Soro Bisquert, reunió maquetas de barco, cartas navales, fotografías, cepos de anclas romanas, ánforas y muchos recuerdos más y configuró un pequeño museo, un museo que cabía en las dos salas de la planta baja de las torres… con carácter provisional. El Museo llevó el nombre de Joaquín Saludes, un industrial valenciano, el primer gran fabricante de señales de tráfico que hubo en España, que fue uno de los primeros submarinistas que hubo en nuestra costa y un gran aficionado a la arqueología submarina, donante de piezas al museo marítimo que se inauguró.

El museo era provisional porque el Ayuntamiento había empezado el trámite de la compra de las Atarazanas, que entonces eran talleres e incluso un cine, con el fin de hacer que fueran de la ciudad y poderlas convertir en Museo Marítimo. Pero las cosas se demoraron mucho y las Atarazanas pudieron ser de la ciudad en 1979, cuando el Ayuntamiento ya había celebrado las primeras elecciones democráticas. El caso es que después fue preciso emplear años en restaurar las Atarazanas y que, cuando se pudo hacer, en 1992, se consolidaron las naves góticas, pero nunca se llegó a disponer de un proyecto de museo marítimo de Valencia.

Así las cosas, en 1994 se cerró el pequeño museo de las torres de Serranos y las piezas que exponía se guardaron en una de las naves de las Atarazanas. Pero del museo no se ha vuelto a saber más. Existe el propósito de ubicarlo en el Varadero y en la Casa dels Bous, que ha sido restaurada en su primera fase. Pero todo indica que vamos para largo. La deuda de València con el mar sigue pendiente.

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Quique Lencina

Quique Lencina

Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...

 
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