La València Olvidada: La inclusa o la casa de los Expósitos
Poca gente recuerda que frente a la puerta gótica del antiguo hospital y la calle de su título, existió una institución benéfica donde acogían a los niños abandonados por sus madres (por Rafa Solaz)
La València Olvidada: La Inclusa (o la casa de los expósitos)
València
Un amor prohibido gozado de forma clandestina, el desliz producido después de un acto sexual fuera de los cánones matrimoniales, el embarazo no deseado, todo ello provocaba el posterior alumbramiento del niño al que la sociedad titulaba ilegítimo. Los medios anticonceptivos de entonces eran rudimentarios y poco conocidos y no existía la práctica del aborto. Generalmente, estos embarazos se producían en mujeres muy jóvenes y de condición humilde, siendo éstas las más perjudicadas ya que, en el entorno familiar, la noticia no era muy bien acogida, no gozando del más mínimo atisbo de aceptación ni comprensión. Habitualmente, se veían escondidas durante el periodo de embarazo o también se alejaban de su lugar de residencia. Las criadas fueron caldo de cultivo de los caprichos y deseos de los señoritos, éstas se hallaban desprotegidas ante la ley y la sociedad.
Estas mujeres, una vez tenido el alumbramiento recurrían a la institución instalada en el Hospital, recordemos que se titulaba La Inclusa, centro que se había establecido desde el año 1512. Contaba con un torno giratorio que recaía a la calle, en el cual introducían a los niños recién nacidos, con sus humildes ropitas. En ese momento las mujeres tocaban una campanilla para anunciar la presencia de un nuevo recién nacido. Así las monjas Hijas de la Caridad que se hallaban en el Hospital se hacían cargo del pequeño, ocupándose de su manutención en los primeros años de vida. A estos niños se les llamó expósitos o bordes. Así pues, quiero recordar que la palabra borde, tan empleada en nuestras tierras, proviene del título dado a esos niños.
Anteriormente a la creación de La Inclusa, hay noticias del siglo XV sobre niños recién nacidos que eran abandonados en las puertas de las iglesias y los centros hospitalarios. Hasta se llegó a dictar un pregón publicado el 16 de julio de 1494, que pretendía remediar esta práctica de llançar les criatures a les portes de les esglésies, la cual ya la consideraban cosa detestable e inhumana, haciendo también mención al peligro que corrían los niños ante la presencia de perros famélicos que deambulaban por las calles. Cualquier persona que incurriera en este delito, sería condenada a pagar cien florines e igualmente sería azotada por la ciudad.
Un hecho curioso del hospital lo representaba el que durante algunos años del siglo XVI, frente a su puerta principal, cerca de donde se situaba el torno de los niños expósitos, tuvieran lugar las ejecuciones de los reos condenados a muerte, tal como se aprecia en diversas noticias de la época. Un antiguo dietarrio dice que: En 27 de maig de 1544 un home de nom Pedro Aleman, sombrerer, el penjaren a la porta del Espital general, on estava lo torn de les criatures...
En 1761 el centro lo trasladaron al lado de la puerta que llamaron de la Crehueta del Hospital, que según el historiador Orellana, la institución benéfica y su torno residía, en su tiempo, leemos de forma textual, en la calle del Fumeral, enfrentada a la de la Crehueta, dicho lugar estaba destinado para echar los Bordes, o poner los niños echadizos y expósitos, de cuyo torno ya hacía mención a Escolano, que lo detalla en el año de 1610. Efectivamente, el historiador Escolano hablando de las excelencias del Hospital General y sus dependencias, ya dice que existe una dependencia dedicada a recibir los niños bordecillos que se echan por un torno que sale a la calle y se crían con maravillosa policía, o sea con todo el cuidado posible. Era muy habitual y lastimoso al pasar por algunas dependencias del Hospital próximas a esta institución benefactora, el escuchar el llanto de los niños.
La Inclusa pasó momentos de necesidad económica. Por ello, en 1741 sale impresa la primera guía para la ciudad de València, editada por Miguel Lores, cuyo producto de venta estaba destinado para abrigar a los pobrecitos niños expósitos que están a su cuidado y así paliar la penosa situación que por entonces pasaba la institución.
Dos épocas del año eran fechas clave en cuanto al incremento de entradas de los niños, justo nueve meses después de las fiestas de Pascua y Carnaval, días propicios para amores desenfrenados que después acababan en embarazo no deseado. Fue éste el motivo para que se cantaran unas estrofas populares: Les monges de l’Hospital, saben els que són de Pasqua i els que són de Carnaval.
En el siglo XIX éstas eran algunas de sus cifras: a diciembre de 1826 los niños existentes eran 322. En 1877, se produce una entrada masiva de 598 niños, lo que supuso un esfuerzo para la institución, ya que no disponía de espacio suficiente para albergarlos ni dinero para alimentarlos, así que los entregaban a familias para su lactancia. Las madres lactantes recibían 60 reales mensuales como pago por esta manutención.
Pasados los años, ya en 1950 ingresaron 60 niños y 50 niñas, dependiendo de la Diputación Provincial, bajo la atención de las Hijas de la Caridad y de San Vicente de Paúl. En los años 70 este servicio caritativo era atendido por los componentes de la Hermandad del Santo Celo y la Casa de Santa Isabel, centros en los que tuvieron lugar sucesos respecto a los niños perdidos, pero eso sería otra historia y motivo de hablar en otro momento.
Texto: Rafa Solaz
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Quique Lencina
Filólogo de formación y locutor de profesión,...