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La València Olvidada: El convento de nuestra Señora de Belén y el cementerio de los apestados (por Pepa Pascual)

Nos trasladaremos a la calle Guillem de Castro, al lugar donde se encontraba el Convento de Nuestra Señora de Belén y, justo al lado, el Cementerio de los Apestados

La València Olvidada: el convento de nuestra Señora de Belén y el cementerio de los apestados

La València Olvidada: el convento de nuestra Señora de Belén y el cementerio de los apestados

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València

Vamos a recordar la historia de este conjunto monacal, fundado en 1665 por sor Inés del Espíritu Santo, una religiosa dominica que fue también su primera abadesa hasta que falleció en 1668. El convento era un espacio amplio y tranquilo, con una iglesia y un claustro rodeado por las distintas estancias del monasterio, repartidas en dos plantas. Además, contaba con una gran zona de huerto que proporcionaba alimento y sustento a la comunidad.

Desde el principio, las monjas del convento no lo tuvieron fácil. Tuvieron que enfrentarse a problemas económicos bastante serios, ya que los recursos que disponían eran escasos. A pesar del apoyo de benefactores como los condes de Parcent, hubo épocas de verdadera precariedad que hicieron complicado el mantenimiento del edificio y la realización de reformas.

Y por si fuera poco, también tuvieron que hacer frente a problemas de salud y convivencia. Según cuenta Emilio Callado Estela en su libro "El paraíso que no fue. El convento de Nuestra Señora de Belén de Valencia", en el siglo XVII, el convento sufrió varios brotes de enfermedades contagiosas, como la fiebre héctica. Estas epidemias dejaron muchas víctimas entre las religiosas, lo que hizo que la sociedad valenciana empezara a mirar con recelo el convento, cuestionando las condiciones de vida y la higiene del lugar. Además, la estricta organización interna a veces provocaba conflictos entre las propias monjas por la gestión de recursos o la disciplina.

El convento también sufrió durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), cuando las tropas francesas causaron destrozos en el edificio y en su mobiliario litúrgico. Más tarde, durante la Guerra Civil Española, el convento fue abandonado definitivamente. Las monjas tuvieron que refugiarse en otros conventos de Valencia, como el de las agustinas de San José y Santa Tecla. El edificio, lamentablemente, fue saqueado y demolido, y con él desapareció gran parte de su patrimonio artístico y documental.

Una de las curiosidades del convento es que en él se veneraba una imagen muy especial: el Santísimo Cristo de la Protección contra la Peste. Esta representación de Cristo era fundamental durante las epidemias que asolaban la ciudad. Se creía que su intercesión protegía a la población, y en una de estas epidemias incluso intentaron llevar la imagen en procesión, pero... al tratar de sacarla más allá del convento, los portadores sintieron que no podían avanzar, como si algo los retuviera. Esto se interpretó como una señal divina de que el Cristo debía permanecer en el convento, así que decidieron construir una capilla en su honor allí mismo.

Junto al convento estaba el famoso Cementerio de los Apestados, donde se enterraron a las víctimas de la terrible peste de 1647-48. Esta epidemia, traída a Valencia por un barco procedente de Argelia, causó una auténtica tragedia: 16.789 fallecidos en la ciudad y cerca de 30.000 en todo el reino. Al principio, los médicos negaron la gravedad de la situación y no se tomaron medidas a tiempo, lo que provocó su rápida expansión. Finalmente, se cerraron las puertas de la ciudad y se aislaron a los enfermos en casas fuera del casco urbano, llevándolos en carros que recorrían las calles.

El problema era que no había suficiente gente dispuesta a enterrar a los muertos, así que la ciudad compró esclavos y recurrió a presos, prometiéndoles el perdón de sus condenas a cambio de hacer el trabajo. Para los entierros se habilitó un terreno junto al convento, donde se cavaban zanjas en las que se iban depositando los cuerpos, cubiertos con cal.

Este cementerio causaba bastantes molestias a las monjas, ya que incluso trasladaban allí los cadáveres de otros cementerios parroquiales intramuros. De hecho, en una ocasión se dijo que el hedor y el aire pestilente provocaron la enfermedad de 24 religiosas y la muerte de algunas de ellas. A pesar de sus quejas, el cementerio siguió utilizándose durante las epidemias de cólera de 1834, 1854 y 1855, incluso cuando ya existía el Cementerio General de Valencia.

Con el tiempo, el Cementerio de Belén dejó de usarse para enterramientos y se convirtió en depósito judicial de cadáveres. De hecho, en 1850, el periódico El Heraldo de Madrid publicó que este depósito se utilizaba para prácticas de contrabando, ¡algo que nos muestra la curiosa evolución de este lugar tan peculiar.

Texto: Pepa Pascual

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Quique Lencina

Quique Lencina

Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...

 

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