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La València Olvidada: El 1º de Mayo (por Paco Pérez Puche)

Nos encontramos el la plaza de América para hablar de la 'fiesta de los trabajadores'

La València Olvidada: el 1 de Mayo

La València Olvidada: el 1 de Mayo

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València

Nos encontramos el la plaza de América, y más concretamente en las escaleras del puente del Mar, en la parte más alta de las escalinatas. Desde aquí se domina un paisaje de gran movimiento que va desde la Porta de la Mar hasta Jacinto Benavente.

Hoy quiero hablaros del Primero de Mayo. Y he elegido este punto porque, normalmente, este es el escenario elegido para terminar las manifestaciones del Día del Trabajo. Aquí, en lo más alto de las escaleras, es donde se sitúan los oradores y pronuncian sus discursos anuales. Docenas de lideres han pasado por aquí.

Se trata de una manifestación obrera, de trabajadores, en una jornada conmemorativa que se celebra en todo el mundo… menos en el país que dio origen a la celebración, que es Estados Unidos. Porque en ese país y Canadá el Labor Day, el Día de los Trabajadores, se celebra el primer lunes de septiembre. Y conmemora hechos obreros memorables, pero distintos a la Gran Huelga de Haymarket, en Chicago, que es la que dio pie a la celebración obrera del resto del planeta, el 1 de mayo.

En el año 1886, en Chicago, los obreros industriales peleaban, como en casi todo el mundo, por la implantación de una jornada de trabajo de ocho horas. Lo normal era trabajar muchísimo más. Pero los trabajadores más concienciados lo que pedían era… un imposible: hacer obligatorio por ley que la jornada fuera de ocho horas. El obrero, de ese modo, podría dedicar otras ocho horas a dormir, al descanso, y ocho más a la casa, a la familia. En Estados Unidos, eso ya lo habían conseguido los funcionarios del Gobierno, pero estaba muy lejos de ser realidad en las empresas privadas. Y desde luego, en Europa, en España, lo de las ocho horas era un sueño imposible.

La cuestión es que 1 de mayo empezó una huelga en una fábrica de herramientas agrícolas de Chicago, la Mc Cormick. El sindicato, llamado La Noble Orden de Los Caballeros del Trabajo, no recomendó la huelga; pero, pese a ello, la secundaron unos 200.000 obreros de la ciudad. La empresa lo que hizo fue contratar esquiroles para seguir con la producción. Hubo protestas, hubo enfrentamientos entre obreros y esquiroles, intervino la policía, hubo seis muertos, y como es fácil suponer el conflicto se complicó terriblemente. Y fue el 4 de mayo, en el barrio de Haymarket, en medio de una manifestación, cuando alguien, nunca se supo quién, lanzó una bomba que mató a seis policías y dejó muchos heridos. Se desató una violenta represión: los incidentes aumentaron, hubo cientos de detenidos y, en un clima de caos, la policía disparó y el sangriento balance fue de 38 obreros muertos y 115 heridos.

Tantos años después, todavía impresiona leer el diario Las Provincias del 8 de mayo, con las noticias que llegaban a España, por telegrama, remitidas desde Londres: “Graves conflictos han ocurrido en Chicago anoche, según largos telegramas que acabamos de recibir”. La crónica que se sustanció con ellos indica que en Chicago se produjo una terrible batalla campal, cuando algunos manifestantes dispararon también sus armas.

Aquello fue una sucesión de conflictos terrible que duró hasta el 8 de mayo, nada menos. Una barbaridad, cargada de violencia por todas partes… Pero más duras aún fueron las secuelas. Porque hubo cientos de detenidos y ocho obreros fueron sometidos a un juicio, muy cuestionado en sus procedimientos, que se desarrolló en un clima de gran tensión en la prensa. Porque los periódicos populares, la prensa amarilla, lo que reclamaba era la represión de las nuevas ideas obreras, anarquistas y revolucionarias, y reclamaba condenas. Vamos, la horca directamente. Y eso lo que acabó ocurriendo, que se condenó a muerte a cinco trabajadores y a trabajos forzados a tres…

También hubo ejecuciones, en 1887. Uno de los condenados a muerte, un carpintero, se suicidó antes, pobre hombre. Pero en noviembre de 1887, en efecto, se cumplieron las otras cuatro penas y los condenados murieron en la horca. Lo curioso, lo sarcástico, es que ninguno de los cuatro ahorcados era trabajador de la industria en huelga. Uno era pastor de la religión metodista y un activo líder de los derechos obreros. Y los otros tres fueron… periodistas. Es decir, fueron los que, a través de sus periódicos y octavillas sindicales, llamaron a la protesta y movieron las manifestaciones. Y eso es lo que viene a probar que el juicio fue una acción contra las ideas obreras y su difusión sindical, y no contra el que lanzó la primera bomba…

En fin, un desgraciado suceso de violencia y represión que la Segunda Internacional Socialista, reunida en París en 1889, quiso proponer como ejemplo. Una de las primeras decisiones que se tomó fue la de recordar los sucesos de Chicago, cada año, con una manifestación que habría de celebrarse el 1º de mayo. Y en efecto fue en 1890 cuando empezaron las manifestaciones obreras en medio mundo…

En València, en 1890, se realizó la primera manifestación. Y es impresionante leer en el Almanaque de Las Provincias: “Las huelgas preparadas por la clase obrera, y que comenzaron el día primero de este mes, tomaron impotente carácter que amedrentó al público, esparciendo el pánico entre la gente pacífica. Veníanse anunciando desde algún tiempo, por lo cual abandonó la ciudad parte del vecindario, y la gente que permaneció en sus casas halló el día primero de mayo cerradas las tiendas, desprovisto el mercado, desiertas las calles y ocupada militarmente la población por numerosas fuerzas del Ejército y la Guardia Civil”

Hubo miedo, mucho miedo… Y la tensión duró nada menos que seis días, en los que hubo manifestaciones, mítines y una impresionante presencia militar. En todas las grandes ciudades españolas, no solo en València. Pero no pasó nada grave y la fiesta de la Virgen, que sin duda hizo el milagro, se pudo celebrar con normalidad el 8 de mayo.

Las cosas han cambiado desde entonces. Y lo primero que ha cambiado es la reivindicación de los obreros. Entonces se pedían ocho horas diarias de trabajo, pero se trabajaban seis días por semana. Y a veces los siete. Después se pasó a hablar de las 40 horas: cinco días de trabajo a ocho horas diarias. Y ahora hablamos de 37 horas y media nada más. La mejora ha sido más que evidente. Aunque lo más importante, para mí, es la libertad; poder salir a la calle, ordenadamente, y reclamar los derechos en libertad. Eso no ha sido fácil. Ha estado prohibido mucho tiempo. Durante la dictadura de Primo de Rivera y durante la de Franco simplemente no hubo sindicatos libres y se cambió el sentido de la jornada por el de una Fiesta del Trabajo con tablas de gimnasia y paellas.

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Quique Lencina

Quique Lencina

Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...

 

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