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La València Olvidada: El Cid, mito y realidad (por Pepa Pascual)

Durante décadas, la figura del Cid se ha presentado como la de un héroe, símbolo del caballero cristiano fiel al rey y libertador de tierras musulmanas

La València Olvidada: el Cid

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València

Hoy en 'la València Olvidada' hablamos del Cid, un personaje del que todos hemos oído hablar alguna vez. Tal vez en clase de historia... o quizá por la famosa película de Hollywood de 1961, protagonizada por Charlton Heston y Sophia Loren. Se rodó en parte en Peñíscola, con esa escena mítica de la batalla junto a las murallas, donde el Cid, ya muerto y montado sobre su fiel caballo Babieca, vence a los musulmanes que huyen despavoridos al verlo.

Durante décadas, la figura del Cid se ha presentado como la de un héroe, símbolo del caballero cristiano fiel al rey y libertador de tierras musulmanas. Esta imagen fue muy potenciada durante el franquismo. En València tenemos la estatua que lo representa a caballo, en actitud triunfante, situada sobre un alto pedestal. Es obra de Juan de Ávalos y se colocó en 1964. Pero lo curioso es que no se trata de una escultura original, sino de una copia. La original fue hecha por la escultora americana Anna Huntington para la Hispanic Society de Nueva York. Luego ella misma hizo una réplica para la Exposición Iberoamericana de 1929 de Sevilla, y de ahí salió la copia que hoy vemos en València. Existen otras similares en Buenos Aires, San Diego o San Francisco.

Pero, ¿quién fue realmente el Cid?

En los últimos años, muchos historiadores han querido desmontar el mito, y lo presentan como un mercenario sin escrúpulos, que luchaba al servicio del mejor postor. Y lo cierto es que hay bastante de verdad en ello. Pero hay que matizar un poco y ver el personaje en su contexto histórico para entender la figura del Cid. Rodrigo Díaz de Vivar, que más adelante sería llamado “el Cid” —del árabe sàyyid, que significa “señor”—, venía de una familia noble del reino de León y estuvo al servicio de la monarquía hasta que fue desterrado y empezó una vida como guerrero de fortuna, vendiendo su espada al mejor pagador.

En el siglo XI, la península estaba fragmentada. Al-Andalus, después de la caída del Califato de Córdoba, se había dividido en pequeñas taifas independientes, mientras los reinos cristianos del norte también estaban divididos y en lucha entre sí. Las alianzas eran cambiantes, y no importaba demasiado si el aliado era cristiano o musulmán. En este contexto, muchos reyes musulmanes —con menos tropas que los cristianos— preferían pagar grandes sumas de dinero, llamadas parias, para protegerse de posibles ataques cristianos o incluso de los propios reinos musulmanes vecinos.

El Cid se aprovechó de esta situación. Dejó de obedecer a Alfonso VI y empezó a cobrar él mismo las parias a diversas ciudades musulmanas como Dénia, Xàtiva o València. En esta última gobernaba al-Qadir, que se vio obligado a imponer nuevos impuestos a los valencianos para poder pagar al Cid, lo que le llevaría a tener a la población en contra. Así, Rodrigo se convirtió en el auténtico dueño del Xarq al-Andalus, desde Zaragoza y Lleida hasta Dénia y Xàtiva, cobrando tributos y atacando a quien no se sometía a pagarlos.

Pero por el sur se avecinaba una amenaza: los almorávides, una nueva fuerza musulmana venida del norte de África, que ya habían tomado Granada y se acercaban rápidamente hacia València. A la vez, una revuelta interna en la ciudad acabó con al-Qadir, que tuvo que huir disfrazado de mujer junto a su harén, pero fue capturado finalmente y ejecutado en plena calle y la ciudad quedó bajo el control de los partidarios de los almorávides.

Al saberlo, el Cid que se encontraba en Zaragoza, reaccionó volviendo a Valencia y tomó el arrabal de la Villanueva, situado en la zona actual de la calle Sagunto. Preparó la defensa contra los almorávides inundando las huertas para obligar al ejército a avanzar por un solo camino. En septiembre de 1093, los almorávides llegaron hasta Almussafes… pero no llegaron a atacar. Abu Bakr, su líder, dio media vuelta no se sabe muy bien porqué. Tal vez temía al ejército del Cid, o no tenía suficientes provisiones, o le afectaron las lluvias torrenciales de aquel otoño (ya había gota fría y Dana por entonces). Sea como fuere, se retiraron.

El Cid aprovechó para volver a asediar València. Tras meses de hambre, la ciudad se rindió. El 15 de junio de 1094 entró en el alcázar y mandó traer a su mujer Jimena y a sus hijas desde Castilla.

Durante cinco años más, Rodrigo amplió sus dominios. Pero en 1099, probablemente en julio, murió en su cama. No hubo batalla. No hubo enemigos a los que vencer. La famosa escena de la película es pura ficción. De hecho, su esposa Jimena gobernó València durante tres años más, hasta que, en 1102, los almorávides volvieron con más fuerza decididos a conquistar la ciudad.

Entonces se cargaron en mulas y camellos todas las riquezas y también el cuerpo del Cid que había sido enterrado en la catedral (antigua mezquita mayor) y que fue exhumado para llevarlo consigo y, custodiados por el rey Alfonso VI, iniciaron el camino de regreso a Castilla dando por finalizado el episodio del Cid en Valencia que volvió a manos de los musulmanes, ahora bajo el poder de los almorávides.

Texto: Pepa Pascual

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Quique Lencina

Quique Lencina

Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...

 

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