La València olvidada: El doctor Christian Barnard (por Paco Pérez Puche)
Hoy nos trasladamos a la plaza 'del Picadero', como algunos denominan la plaza de los Pinazo, para hablar de los trasplantes de corazón

València
Mucha gente sigue llamando a la zona de la plaza de los Pinazo de València la plaza del Picadero, porque muchos años fue un picadero, el sitio donde muchos valencianos venían a hacer prácticas y a adiestrar a sus caballos. Y eso fue porque en la zona vivía un canónigo, de la familia Boil, que era muy aficionado a la equitación y salía con sus caballos favoritos a esta zona, la de la puerta de los Judíos, hasta que otros vecinos lo imitaron. El lugar se hizo popular y muy concurrido como zona ecuestre y el ayuntamiento, en el año 1740, puso piedras y mojones de reserva para que los carros no molestaran a los jinetes en sus evoluciones. De modo que nació una de las primeras zonas reservadas, especiales, cerradas a la circulación general, en este caso un área reservada para la equitación: la plaza del Picadero.
Hasta no hace mucho se llamó 'del Picadero', a pesar de que ya no venían caballos a trotar. Se llamó del Picadero, incluso cuando pusieron aquí la estatua de Cervantes modelada por Benlliure, hacia 1905. Esa que está ahora en Guillem de Castro, frente al colegio Cervantes… Pero la verdad es que voy a hablar de otro tema: de los trasplantes de corazón.
Porque aquí mismo, en la puerta de El Corte Inglés de Pintor Sorolla, hace 50 años exactos, se formó una gran cola de valencianos que esperaban conocer a un personaje famosísimo, el doctor Christian Barnard, que vino a València a promocionar su primer libro, a firmar en El Corte Inglés ejemplares de una novela que llevaba por título Tensión, y que en 1975 se vendió como churros, más por la fama del personaje que porque fuera de una gran calidad.
El doctor Christian Barnard, el 3 de diciembre de 1967, practicó el primer trasplante de corazón en un hospital de Sudáfrica, su país natal, después de haber trabajado mucho en trasplantes de corazón con animales y de haber hecho el primer trasplante de riñón en Sudáfrica. Hoy en día es muy difícil de imaginar lo que aquello supuso como fenómeno informativo. Yo estaba ya en LAS PROVINCIAS, como aprendiz, y puedo dar fe de la locura informativa que la noticia fue en todo el mundo. Era algo asombroso, maravilloso: una joven que había muerto atropellada, fue la primera donante. El corazón de una muchacha, llamada Denise Larvall, estaba ahora en el corpachón de un señor diabético, bastante mayor, que se llamaba Luis Waykanshy. Todo el mundo, claro, escribió su artículo para decir las mismas bobadas: el corazón de una muchacha enamorada bombeando para salvar la vida a un señor mayor, etcétera, etcétera.
Barnard y su enfermo trasplantado estuvieron en la portada de la revista LIFE el 15 de diciembre, con independencia de que el pobre señor Waykanshy se muriera de neumonía antes de Nochebuena. Pero Barnard, que el 2 de enero de 1968 hizo su segundo trasplante, se hizo sumamente popular en el planeta entero: el médico sudafricano dio un salto grandioso en la ciencia del siglo XX, justo cuando la NASA estaba intentando el camino de la Luna y cuando la televisión se estaba haciendo universal.
El médico sudafricano hizo a lo largo de su carrera unos 130 trasplantes de corazón más, con éxito creciente, al tiempo que difundía su técnica por el mundo y hacía campaña universal sobre la necesidad de ejercer la generosidad de la donación de órganos. Pero, al mismo tiempo, todo se combinó para que Barnard, halagado en todas partes, entrevistado, homenajeado, condecorado, agasajado y adorado, se mirara al espejo, se viera guapetón y se convirtiera en un play-boy deslumbrante a sus 45 años. En cuestión de semanas, Barnard fue uno de los mejores personajes de la prensa del corazón, un hombre capaz de dedicar más horas a la vida nocturna que al quirófano y famoso por su búsqueda, en Italia, de las bellezas del arte clásico, en especial Sofia Loren y Gina Lollobrígida.
Barnard, entre trasplante y trasplante, viajó constantemente, dio conferencias, recibió medallas, ganó y gastó mucho dinero y nunca se resignó a una vida científica serena lejos de la fama y el ruido de las discotecas. Se gustó como personaje de la jet-set y supo divertirse. Se divorció y se casó, primero con una joven de 19 años, y más tarde con una famosa modelo. En ese viaje a València de mayo de 1975 vino, precisamente, dentro de una gira por toda España, a promocionar y vender una novela que aquí le editó el Círculo de Lectores; y firmó miles de ejemplares en largas sesiones en las que no le importaba, sino todo lo contrario, ser fotografiado, manoseado y besuqueado. Aunque cuidado: su novela, titulada Tensión, no estaba mal. Hablaba, a lo largo de más de 500 páginas, justamente de las tensiones profesionales de la medicina y de los conflictos raciales sudafricanos, lo que el público buscaba en él. Y como novela no fue un trabajo de mala calidad. La prueba es que luego le siguieron diez o doce libros más, porque el doctor parece que tuvo tiempo para todo.
Hay que señalar que el primer trasplante de corazón lo hizo el doctor Cristóbal Martínez-Bordiu, en el hospital La Paz de Madrid, en septiembre de 1968, muy pronto y con un rápido fallecimiento del paciente. Pero la relación de Barnard con el que era yerno del general Franco lo introdujo en la alta sociedad del momento. En 1968 ya lo tuvimos viendo una corrida de toros en Madrid. En 1969 hubo un gran congreso sobre trasplantes, inaugurado por Franco, en el que estuvo Barnard. En este viaje a València de 1975 se hizo famosa la entrevista que le hizo José María Íñigo. Y en octubre de 1975, cuando Franco estaba ya en hospital, muy enfermo, Cristian Barnard y Martínez Bordiu, junto con Carmen Franco, la hija del general, pasaron un par de días participando en una cacería de faisanes de mucha alcurnia… que dio mucho que hablar.
Texto: Paco Pérez Puche
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Quique Lencina
Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...




