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La València olvidada: "La Lonja de Pescadores: arquitectura de mar y memoria obrera" (por Pepa pascual)

Hoy nos hemos trasladado a la playa de las Arenas, en el corazón dels Poblats Marítims, donde se alza un edificio ligado como pocos a la historia del mar y al trabajo de muchas personas ligadas al mismo, nos encontramos en la Lonja de Pescadores en la calle de Eugenia Viñes

La València Olvidada: "La Lonja de Pescadores: arquitectura de mar y memoria obrera" (por Pepa pascual)

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València

Construida entre 1904 y 1909, su origen está vinculado a la Sociedad Marina Auxiliante de Patronos-Pescadores, una entidad mutualista nacida en 1874 para organizar y proteger a los pescadores frente a los riesgos del mar y las desigualdades económicas.

La Marina Auxiliante no solo agrupaba a patrones y marineros, sino también a carpinteros de ribera y viudas de pescadores. Su función era, entre otras, prestar auxilio a los marineros, compartir bueyes para botar embarcaciones, organizar la venta del pescado sin intermediarios y fomentar la solidaridad entre las gentes del mar. En este contexto nació el edificio de la lonja Pescadores como un complejo funcional y cooperativo, proyectado por el maestro de obras Juan Bautista Gosálvez Navarro, también alcalde del entonces municipio del Cabanyal. El edificio, de estilo funcional con detalles modernistas está hecho de ladrillo, con zócalo de piedra e integra una nave alta central diáfana para la subasta del pescado, almacenes en planta baja y 40 viviendas obreras para familias vinculadas a la pesca que tenían todas una fachada común dándole al conjunto un aspecto unitario.

Nada más terminarse la obra, en 1909, la lonja por necesidades del momento fue reconvertida en hospital de campaña por la Cruz Roja para acoger a los heridos repatriados de la Guerra de Marruecos. Su estructura abierta y bien ventilada, lo hacía ideal para este uso humanitario.

Sin embargo, la cooperación no evitó los conflictos sociales. En 1902, los marineros asalariados fundaron la cooperativa El Progreso Pescador, con un marcado ideario republicano y blasquista y en contraposición a la Marina Auxiliante que estaba controlada por los patrones de barcos. Reclamaban mayor participación en los beneficios y una organización en la pudieran participar todos los componentes. Esta escisión dio lugar a una competencia abierta tanto en el mar como en tierra.

El Progreso levantó entonces su propia lonja y su sede social fue el Casinet, donde se celebraban reuniones, mítines, actividades culturales y clases nocturnas para alfabetizar a los hijos de pescadores que no podían asistir a la escuela por la mañana por estar faenando en el mar.

Pero los conflictos no cesaron y llevaron a que tuvieran que repartirse las zonas de pesca: la Marina Auxiliante faenaba hacia el sur y El Progreso, lo hacía en la zona norte del litoral. Como anécdota se cuenta que existía la costumbre de utilizar palomas mensajeras para anunciar desde alta mar qué tipo de pescado traía cada barca, agilizando así la venta directa en tierra. Una estrategia ingeniosa pero que a veces fallaba si se desorientaba la paloma.

Un hecho significativo de la conflictividad fue la conocida vaga del peix, de 1903 donde los marineros del Progreso bloquearon la descarga para exigir un reparto más justo. Años después, los viejos pescadores recordaban aquella huelga como el inicio de su emancipación laboral.

En toda esta actividad ligada a la pesca también intervenían las mujeres, las pescateres o peixateres, eran las que recogían las capturas para venderlas por las calles del barrio o en las plazas del Grau y Russafa. Cargaban con cestos de mimbre o cubos de zinc, y ofrecían el producto a voz en grito con expresiones tales como: “Un lluç per un real!” o alguna más socarrona como “Una sardina per a la sogra!”.

Muchas eran viudas o esposas de marineros ausentes y su jornada empezaba antes del alba y terminaba al mediodía, cuando ya no quedaba nada por vender. Pero no solo vendían, también reparaban redes, limpiaban el pescado, organizaban pequeñas rutas de reparto y su trabajo era tan invisible como indispensable y, como no, poco reconocido socialmente.

Volviendo a la Lonja ésta mantuvo su uso pesquero hasta los años 30 del siglo XX, cuando se impuso la venta en instalaciones portuarias más modernas. Desde entonces, se convertiría esencialmente en edificio residencial y fue ocupada por familias vinculadas a la pesca mediante cesiones internas, las llamadas “hijuelas”. Durante décadas, más de cuarenta familias han vivido aquí sin título de propiedad, pero manteniendo el espíritu popular del inmueble.

En 2018, el Ayuntamiento de València declaró la caducidad de la concesión de estas casas tras 99 años de uso, lo que provocó un enfrentamiento judicial que ha llegado hasta el presente año cuando el Tribunal Supremo ha ratificado su reversión al dominio público, mientras que las familias residentes —sin escrituras pero con décadas de arraigo— reclaman su derecho a permanecer en estas viviendas.

Este edificio no está solo en este entorno marítimo. A su alrededor, varios inmuebles conforman un conjunto patrimonial estrechamente vinculado al ciclo de la pesca y a la vida colectiva dels Poblats Marítims.

La Casa dels Bous, construida a finales del siglo XIX, era el edificio donde se guardaban los bueyes para arrastrar las barcas desde la playa. El Casinet, inaugurado en 1909 por la cooperativa El Progreso del que hemos hablado anteriormente o La Fábrica de Hielo, construida en 1925, que producía bloques de hielo que se trituraban y repartían cada madrugada entre las embarcaciones. El hielo se convirtió en un producto imprescindible ya que conservaba las capturas a bordo, permitía alargar las jornadas y mantener fresco el pescado hasta su venta o transporte. Cada uno de estos edificios respondía a una función concreta en el engranaje del oficio.

La Casa dels Bous, la Fábrica de Hielo, el Casinet, las lonjas, los almacenes, las viviendas obreras o las voces de las mujeres en las esquinas no son piezas sueltas. Son partes de un sistema económico, social y simbólico que organizaba la vida de toda una comunidad costera.

Por eso no basta con conservar fachadas ni activar usos culturales desconectados de su significado original. El verdadero valor patrimonial de este conjunto reside en su capacidad para revelar cómo una comunidad se organizó frente al mar, cómo produjo sus propios espacios y cómo tejió redes no sólo de pesca sino también redes de solidaridad entre sus miembros.

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Quique Lencina

Quique Lencina

Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...

 

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