La calle de Cervantes y el III centenario del Quijote en València

Valencia

Durante el último tercio del siglo XIX la ciudad de València experimentó un crecimiento exponencial de la población, que casi llegó a duplicarse, ligado entre otras cosas a los avances técnicos de la revolución industrial y a una coyuntura socioeconómica favorable. En este marco, el desarrollo urbanístico exigía una planificación más allá del vetusto cinturón defensivo, que ahora era visto por la nueva burguesía como un obstáculo para la expansión de la ciudad.

El derribo de las murallas, iniciado en 1865, propició la expansión de la ciudad más allá de la vieja ronda. En las zonas sur y oeste, conocida comúnmente como Extramuros, el levantamiento de nuevos barrios se llevó a cabo sin seguir ningún plan de ensanche, como sí se hizo en la parte oriental. Aquí, la delineación de las nuevas vías se realizó de forma local, en pequeñas unidades urbanas y siguiendo la trama existente, que estaba condicionada por la propia ronda y por los antiguos caminos que irradiaban de ella, como los de San Vicente, del Cementerio, de Torrent o de Quart.

En la vertiente occidental del camino de San Vicente, entre este y el camino del Cementerio o de Picassent, también se empezó a levantar un nuevo barrio cuya calle principal, paralela a ambos caminos y perpendicular a la ronda, fue rotulada en 1877 como calle de Cervantes, en homenaje al universal escritor y siguiendo los criterios del entonces emergente nacionalismo español que consideraba al escritor y su obra El Quijote como un símbolo de la identidad hispánica.

Pero el momento de mayor popularidad de la calle de Cervantes se produjo el 7 de mayo de 1905, cuando se celebraron en Valencia distintos homenajes a la figura de Miguel de Cervantes en conmemoración del tercer centenario de la publicación del Quijote, unas celebraciones que se extendieron por todo el país.

En València el programa de festejos fue completísimo. A primera hora, una nutrida comitiva cívica descubrió una placa en la calle San Vicente dispuesta en el punto donde se encontraba el taller de Pedro Patricio Mey en el cual se imprimieron la primera y segunda parte del Quijote en 1605 y 1616. Seguidamente, la comisión de festejos se desplazó a los jardines de la calle Guillem de Castro, donde se colocó un prototipo del que debería ser el monumento dedicado a Cervantes, realizado por Benlliure un año después pero que no fue ubicado allí hasta 1931. Una ingeniosa composición, que afortunadamente sigue allí desde entonces, formada por la figura de Don Quijote sosteniendo un busto de Cervantes.

Posteriormente, enfrente de los mencionados jardines se puso la primera piedra del Grupo Escolar, que fue bautizado, como no podía ser de otra manera, con el nombre del homenajeado Cervantes. Y para finalizar la jornada festiva, la procesión hizo parada en la calle de Cervantes que, gracias al ímpetu de los vecinos, lucía sus mejores galas, decorada por el reconocido pintor y artista fallero Carmelo Roda. La nota musical la pusieron los niños de la escuela que dirigía el maestro Manuel Penella, que interpretaron varias piezas dedicadas a Cervantes, entre ellas un himno compuesto por Salvador Giner y Teodoro Llorente. Como colofón a los actos conmemorativos, se descubrió una bonita lápida artística labrada en mármol, obra del escultor Vicente Pellicer, que fue costeada por los propios vecinos. La placa rotuladora conjuga elementos simbólicos del Quijote, como las aspas de un molino, con un altorrelieve del busto del escritor encastrado en una medalla de bronce y bajo la cual se abre un libro con el lema “Valencia en el Tercer Centenario del Quijote”.

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