La València olvidada: Nochebuena en la plaza Redonda (por Paco Pérez Puche)
Hoy nos trasladamos hasta un lugar especialmente navideño y entrañable: la plaza Redonda

La València olvidada: Nochebuena en la plaza Redonda
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València
La plaza Redonda, muy cerca del Mercado Central es un lugar de mucha actividad comercial y turística, que a estas horas está muy animado.
Pero ¿por qué he elegido la plaza Redonda? Pues porque en la historia de València este ha sido, antes que ningún otro, el lugar preferente de las compras para poner la mesa de Navidad.
El Mercado, antiguamente, no era solo lo que hoy es el Mercado Central. El mercado era un área mucho más grande, un compendio de plazas y callejuelas, de espacios, rincones y tenderetes, situado dentro y fuera de la muralla musulmana, que por lo general se especializaban en un producto. En ese conjunto, había sitio para vender hierbas y para las verduras. Había pescadería y carnicería. Los garbanzos y las legumbres se encontraban en un sitio y para las flores había un lugar especial. Recuerdo que todavía tenemos una calle de los Ramilletes. Y una calle de las Calabazas y otra de la Paja… En el mercado antiguo, frente a Les Covetes, había, por poner un ejemplo, un espacio dedicado a la venta de caballos, asnos y mulos.
Bueno, pues había una zona de ese extenso zoco comercial que se llamaba el Clot. El Agujero. Porque estaba más hundido que el resto. Y es allí donde, desde la València medieval, se concentraba el matadero y el punto de venta de aves y de caza. También durante mucho tiempo estuvo aquí la pescadería, nombre que aún sigue teniendo una de las calles que de acceso a la plaza Redonda. Pero, en fin, lo principal que aquí se despachaba eran los animalitos de pelo y pluma. Gallinas, pollos, patos, ocas, gansos, pavos, perdices, conejos, faisanes… Podían llegar vivos y coleando o ya muertos. Pero en todo caso es aquí, en el Clot, entre San Martín y Santa Catalina, donde ese tipo de carnes se vendían. Y así siguió siendo durante muchos años hasta prácticamente 1900…
El erudito Orellana, en su libro Valencia Antigua y Moderna, dejó muchas noticias de El Clot. Por ejemplo, nos dejó una orden del Mustasaf, que era el jefe de los mercados de la ciudad y que tenía su tribunal aquí al lado, en Santa Catalina, en la plaza Lope de Vega. Ese funcionario, que controlaba la calidad y el peso en el mercado, ordenó en 1665 que no se vendieran aves ni conejos fuera de este lugar para poder controlar mejor lo que se vendía. Porque había a sus órdenes un caballero, que era el 'Veedor de la Caza', empleado municipal, que se dedicaba a inspeccionar que lo que se vendía fuera sano, que oliera como tenía que oler, y que no se pasara de días… ustedes me entienden. Igual que más tarde hubo otro empleado municipal que tenía como misión la de recoger el enorme montón de plumas que todos los días se producía en El Clot después de despachar y desplumar pollos, patos, gallinas y gansos…
Era un servicio municipal de limpieza… y de reciclado. Porque el reciclaje no es un invento de ahora. Las plumas se reunían, limpiaban y preparaban. Y eran buenas tanto para rellenar los almohadones de los caballeros y las damas más importantes como para aderezar las herramientas de los notarios y escribanos de la ciudad. Las plumas, las plumas de escribir, las plumas de mojar tinta, las plumas de pavo que se cortaban delicadamente y tenían en la punta… un plumín.
Pero volvamos a plaza Redonda. ¿Cuándo nació esa plaza?
La plaza Redonda, que es una característica de la ciudad, una de esas piezas que nos han salido bien a los valencianos, nació entre 1839 y 1850. En un momento en que la ciudad, siendo alcalde el marqués de Campo, quiso embellecerse y progresar. Podemos imaginar que todo ese matadero de aves y conejos del que hemos hablado, que usaba el agua de una acequia, no era el lugar más elegante de València. Ni el que tenía menos moscas. De modo que, en una primera etapa de reformas, la ciudad empieza a empedrar algunas calles en 1845 y decide, en 1839, poner en marcha el proyecto del maestro de obras Salvador Escrig de construir 34 edificios iguales que se van a adaptar a la forma de un anillo de 37 metros de diámetro.
¡Qué imaginación y qué suerte tuvimos de que esas 34 piezas encajaran armónicamente, fueran iguales, guardaran la misma altura y no fuera cada una por su lado! Fue el primer plan urbanístico bien resuelto en el centro de la ciudad y se pudo empezar a habitar, porque lo que se construyeron fueron viviendas normales, en el año 1850. En el centro se puso una fuente. Una de las ocho que se ubicaron en la ciudad cuando, ese mismo año, empezó a llegar el agua potable canalizada, una revolución destinada a combatir los pozos; el gran peligro de València, el origen de las epidemias de cólera y fiebre amarilla de las que se morían los valencianos a puñados. Sobre esa columna de piedra que da agua a cuatro bocas, hubo, durante muchos años, un farol de gas, la única iluminación de la plaza.
La plaza, que al inaugurarse se llamó 'del Cid', tuvo básicamente el mismo papel de siempre: venta de aves, caza y conejos. Pero con la fuente y un buen alcantarillado, mejoró la higiene y la calidad. A lo que contribuyó, más tarde, la construcción de mataderos nuevos. Primero el que estuvo en Guillem de Castro, donde el Colegio Cervantes, y después el de la Pechina. De modo que la época más romántica, por decirlo así, la estampa navideña más entrañable de esta plaza, es la que va de 1850 a 1920, más o menos, que es cuando las familias venían, antes de Navidad, a elegir la gallina, o el pavo que había de ir a su mesa. Es la estampa de la València antigua más cálida y digna de recuerdo.
Después, la plaza cambió de estilo y de misión. Cuando se construye el Mercado Central, en 1928, las exigencias de higiene son más altas, el Ayuntamiento riega los mercados todos los días y esta plaza Redonda cambia. Nacieron 16 puestos de venta, cubiertos por un tejado en anillo y la plaza empezó a transformarse. Aunque siempre hubo un par de puestos que vendían pollos y gallinas, se vendían vivos. Pero empezaron a abundar las tiendas de artesanía y las de pasamanería, tejidos de hogar, uniformes, lencería… De todos modos, los domingos cambiaba la vocación. Yo he venido aquí mucho, entre los doce y los veinte años, porque este era el sitio ideal para comprar y cambiar sellos; y donde se encontraba el mejor surtido de tebeos de colección de todas clases. Y eso se mezclaba con la venta de canarios y periquitos, otra rama de coleccionismo que en València tenía muchos aficionados…
Entre 2008 y 2010 se hizo una reforma muy acertada y aceptada. Una reforma que en la ciudad donde todo se discute nadie ha discutido. Se cambió la cubierta, se renovaron los puestos, se le dio a la plaza un estilo nuevo sin que perdiera su gracia original, y ahora tenemos uno de los lugares predilectos del turismo. El viejo, viejísimo Clot donde se desplumaban pollos, patos y pavos… es un punto perfecto para selfis.
Texto: Paco Pérez Puche
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Quique Lencina
Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...




