Un milagro

Córdoba

Por si me quedaban dudas, hace unos días me iluminó la certidumbre. Una cosa que aguanta lo que le eches, cuatro meses, medio año dentro del frigorífico sin estropearse no puede ser sino milagrosa. Compras un pedazo, lo metes en un tarro de cristal, lo abres cada día para rallar un pedacito en la ensalada, lo devuelves al frigorífico y… te das cuenta de que la cosa, el rizoma de esa planta llamada jengibre no se echa a perder, no cambia de sabor, no le sale moho y está tan jugosa como el primer día.

Lo descubrí hace 2 años, al jengibre, que yo no vi nunca en los cultivos ni en las casas de mi niñez, aunque sí recuerdo, sin verla, a la poeta Emily Dickinson en su casa de Amherst cocinando panecillos con jengibre, aromatizando el chocolate o las tartas. Yo empecé tomando una porcioncita para alejar una inflamación, y después he sabido muchas más aplicaciones, culinarias y medicinales. En enfermedades respiratorias se aconseja masticarlo tres veces al día; es vasodilatador, antihipertensivo y protector hepático; es un buen analgésico contra el dolor de cabeza o el de muelas… Picante como el ajo, pero sin producir mal aliento ni digestión pesada, neuroprotector y vigía de la memoria. No necesito saber más de sus propiedades: conservarse suculento y lozano ya es prodigioso.