¿Feliz atracón?
La reflexión de Ana Díez, médico de familia y experta en nutrición

Valladolid
Los alimentos son imprescindibles para aportar al organismo los nutrientes necesarios para sobrevivir. Pero, ¿siempre que comemos lo hacemos para nutrirnos? Si fuera así, comeríamos lo justo, no habría obesidad ni ninguna otra patología asociada al exceso de alimentación.
Habitualmente nos reunimos para celebrar acontecimientos alegres: un nacimiento, una boda, un cumpleaños, una mejora en el puesto de trabajo o simplemente, porque queremos. Y no lo celebramos para respirar juntos ni realizar ninguna de las otras funciones vitales juntos, no. Nos reunimos alrededor de una mesa con abundante comida. Nos reunimos para comer. Es una buena manera de celebrar, pero en todas estas reuniones abunda la comida. Se come en exceso, tanto en cantidad, como en la proporción de determinados nutrientes (excesiva cantidad de grasa, de proteínas, de dulces, de alcohol). Y, claro, luego nuestro organismo lo paga.
La Navidad es una de estas celebraciones pantagruélicas. Con la disculpa de que nació el Niño Jesús, o sin necesidad de disculpa, comemos o cenamos con la familia, con los compañeros de trabajo, con los amigos, hasta con los que no son tan amigos. Siempre hay una buena razón para reunirse con otros, una buena razón para disfrutar. Pero también en estas reuniones hay que disfrutar sin perder la cabeza.
Rompemos la rutina y no siempre para bien. Además, la rompemos varios días seguidos. En ocasiones, el exceso es de tal calibre que uno se acaba saturando, con empachos y trastornos digestivos, incluso aborreciendo la comida.
Todo esto supone un sobreesfuerzo para el aparato digestivo y para todo el organismo, independientemente de la edad. Estas reuniones y el seguir la tradición no está reñido con la moderación. Podemos comer, pero saludablemente. No es mejor una celebración con alimentos excesivamente calóricos o con una dieta poco saludable, o con un exceso de alcohol y dulces. Además, siempre podemos aliviarlo en la siguiente comida con alimentos más ligeros o, por supuesto, con un paseo o un poco de actividad física, como la que es necesaria para la preparación de la comida y la recogida de la mesa y la casa tras la celebración. Y todo esto sin pararnos a pensar que brindamos por la paz y la alegría. ¿De quién? ¿Realmente nos acordamos de la gente que lo está pasando mal? ¿Hacemos algo por ellos?
Si realmente nos sentimos solidarios, tenemos que serlo siempre, no a ratos. Si nos creemos ecológicos, tenemos que intentar serlo también en estas fechas, consumiendo productos locales, de temporada, frescos, recuperando la cocina tradicional. Si queremos mantener el peso y la salud, intentemos poner una cantidad de comida razonable.
La dieta mediterránea puede cumplir todo esto. Tenemos que invitarla a nuestra mesa también en Navidad.

Diego Merayo
Es locutor, redactor y productor en Radio Valladolid, emisora en la que desarrolla su carrera profesional...




