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Mi hijo no quiere comer… ¿le doy la tablet?

Analizamos los peligros del uso de estos dispositivos en la infancia

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Alicante

- Hijo: “No quiero comer”

- Padre: “Toma el iPad”

Situaciones como esta son habituales en muchos hogares. Las televisiones, tablets, móviles... son un hecho; están ahí y nuestros hijos conviven con ellas. Hay datos que afirman que al año se venden en el mundo más de 73 millones de tablets. Se usan como solución virtual a situaciones cotidianas que vivimos con los niños. Según diferentes expertos, este tipo de estímulos son una “explosión para los sentidos”. Abordamos el tema junto al psicólogo, Alberto Soler, autor del libro Hijos y padres felices.

Una marca ha retirado una cuchara que tenía un dispositivo que proyectaba un holograma. Su finalidad era que el niño comiera. Pero la realidad está ahí. La OMS alienta a "minimizar al máximo las distracciones mientras un niño come para que no pierdan interés en la comida", pero anuncios como este dicen lo contrario.

Sí, cuando vi por primera vez el anuncio de la cuchara pensaba que era un montaje, parecía más bien algo sacado de Black Mirror que de una empresa de alimentación infantil. Nadie se había quejado del “invento”, y hasta me lo pensé dos veces hasta publicar mis impresiones, por miedo a que, efectivamente, no fuera real. Pero a veces la realidad supera la ficción.

¿Qué peligros puede tener distraer a un niño cuando come con pantallas?

Parece haber una relación bastante clara entre el uso de pantallas y consecuencias como sobrepeso, obesidad, diabetes, mayor riesgo de conductas como tabaquismo, sedentarismo, etc. El momento de la comida debería ser un espacio en el que la familia, junta, comparte no solo alimentos, sino experiencias, anécdotas, etc. y es un momento donde los padres actúan como modelos de salud. Y esto no es posible con una pantalla de por medio. Sin embargo, el empleo de pantallas u otros distractores contribuyen a desplazar el foco de atención de los niños desde las señales internas de apetito y saciedad hacia factores externos; esto les puede llevar a una sobreingesta con las consecuencias que antes mencionábamos. Porque, si en nuestro contexto tenemos un problema, ese no es el de niños que no comen (a pesar de lo que digan los padres), al revés, es el de la obesidad infantil.

Cuando comemos, educamos. Una cibermadre o padre, como lo es el iPad, no educa.

En absoluto. Los móviles o tablets son herramientas de gran utilidad para los adultos, pero no para los niños. Es sencillo de comprender si lo comparamos con un coche: es muy útil, pero a nadie se nos ocurriría darle las llaves a un menor para que fuera al colegio conduciendo.

Estos dispositivos dan acceso a gran cantidad de contenidos e información, lo cual está muy bien, en según qué ocasiones. Pero los niños, y sobre todo los bebés, no necesitan para nada este tipo de dispositivos y mucho menos para “ayudarles a comer”. En el caso de los bebés, no deberían estar expuestos a ningún tipo de pantallas, y en el caso de niños más mayores (aunque por supuesto que pueden pasar sin pantallas y no sería ningún problema), si los padres deciden introducirlas, su uso se debería limitar a situaciones en las que los padres están presentes, supervisan el contenido al que se tiene acceso, y ayudan a los pequeños a dar sentido a lo que están viendo.

La Academia Americana de Pediatría, entre multitud de sociedades médicas, desaconseja la exposición a pantallas antes de los 18 meses de edad. ¿Se puede hacer un uso inteligente de las pantallas en la infancia?

El uso más inteligente que se puede dar a las pantallas es retrasar al máximo la edad de inicio en los menores. Como decía, no son dispositivos adecuados para niños, y siempre que estén expuestos a una pantalla debería ser con un adulto al lado, evitando en todo momento usarlos a modo de “niñera digital”. Actualmente no podemos hablar aún de una “adicción” a las pantallas del mismo modo que lo hacemos con las sustancias tóxicas o con el juego patológico porque aún no hay consenso en aplicar esta terminología, pero sí es verdad que cada vez se va observando un mayor uso abusivo en los menores (desde los pocos meses de edad) quienes consumen cada vez más minutos de pantallas, su uso es compulsivo, aparecen grandes enfados cuando se les impide acceder a ellos, etc.

Tema: desarrollo cognitivo. ¿Cómo influyen las pantallas (móviles, tablets, televisión...) en el desarrollo de un niño?

La evidencia es bastante clara al indicar que la exposición a pantallas (especialmente en la primera infancia) está muy relacionada con un retraso en el desarrollo del lenguaje, menores puntuaciones en pruebas de inteligencia, peores resultados académicos, problemas de atención, problemas de sueño, agresividad, etc. Cada vez son más voces, entre las que se incluye la FAD, que comienzan a considerarlo un problema de salud pública.

¿Y las aplicaciones de tipo "educativo"?

Es un tema controvertido; es verdad que en ciertos estudios se ha encontrado que el empleo de algunas aplicaciones puede tener ciertos efectos beneficiosos; no obstante, son resultados de laboratorio, no pruebas en la vida real. Estas observaciones son para niños mayores de 3 años y empleando, en muchos casos, aplicaciones diseñadas específicamente para la investigación que por lo general no están disponibles comercialmente. Sin embargo, muchas de las que sí que lo están y son etiquetadas como “educativas” no tienen evidencia de serlo.

En todo caso, cuando se ven resultados positivos, estos no llegan a superar los que se observan empleando métodos de aprendizaje “tradicionales”; los más pequeños se benefician más de los aprendizajes en situaciones de la vida real que de la televisión o aplicaciones educativas, por muy bien diseñados que estén los contenidos.

MÁS BICIS Y MENOS PANTALLAS

El sedentarismo infantil es una epidemia. El 85% de los niños no realiza el mínimo de actividad física recomendada por la OMS. Ante esto, el juego y la diversión asociada a este es un elemento imprescindible en la adherencia a la actividad física. No solo en edades tempranas sino en cualquier edad. Se debe evitar la especialización temprana. Ya lo dijo el entrenador Mike Boyle: “Primero el juego, la competición viene mucho más tarde”.

Los niños y jóvenes de 5 a 17 años deberían invertir como mínimo, según la OMS, 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa. Su salud mejoraría tanto a nivel cardiovascular como osteoarticular. Podríamos prevenir el sobrepeso en la infancia si en vez de un móvil o un iPad en los patios del colegio hubiera más cuerdas o balones; si en las casas hubiera más bicicletas y patines y menos tablets. Los padres son un ejemplo para los hijos; si los pequeños los ven pegados a los dispositivos móviles y sin llevar una vida activa, los niños imitarán esa pauta de conducta nociva para su salud.

Sara Tabares es entrenador personal en Valencia y Directora de PERFORMA entrenadores personales

Hoy por Hoy Alicante | SER Saludable, con Sara Tabares | 29/03/2018

07:17

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