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Calle Castillejo: el pasado amurallado de Tarancón

Gema Garrido recuerda la historia del popular barrio del Castillejo en 'Callejeando por Tarancón'

Gema Garrido

Tarancón

Gema Garrido ha traído esta semana la historia de la Calle Castillejo a 'Callejeando por Tarancón'. Esta calle comienza en la Plaza de la Cruz de la Iglesia, atraviesa el Arco de la Malena, bordea la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y termina en una explanada abierta desde la que se ve la vega de Tarancón.

Gema Garrido

Paralela, por delante de ella, está la Calle Castillejo Alto, en la que encontramos el mirador desde el que se ve el parque de la Cuesta de la Bolita y, por la parte de atrás, se encuentra la Calle Castillejo Bajo, que parte de la Plaza del Caño y termina en la Calle Castillejo, siguiendo el recorrido del muro.

'Callejeando por Tarancón' con Gema Garrido (08/05/2018)

13:40

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Gema Garrido

Gema Garrido

HISTORIA 

El barrio del Castillejo recibe su nombre de las murallas que lo rodean. La orografía del terreno ha marcado el desarrollo de este pequeño barrio que rodea la Iglesia Parroquial de la Asunción y que consta de tres calles y varios callejones sin salida. El historiador taranconero, Félix Montoya, ha escrito varios artículos en la Revista Malena sobre su historia.

Se cree que las murallas más primitivas fueron construidas en la época de las Taifas, alrededor del S.XI, cuando Tarancón debía ser una pequeña aldea dependiente del alcaide de la fortaleza de Alharilla (Fuentidueña de Tajo). Los restos más antiguos se pueden observar donde estaban las primitivas huertas del Caño, sobre el camino de las antiguas Cuevas de Santa Ana.

El barrio estaba en un sitio elevado, controlando el horizonte y las murallas tenían un carácter defensivo ante los numerosos ataques que asolaban La Mancha y el valle del Tajo. Durante la época medieval se reformaron y ampliaron estas murallas, rodeando la Iglesia Parroquial.

Montoya tiene la hipótesis de que, desde su origen, el Castillejo tuvo dos accesos. Una puerta principal, que se correspondería con lo que hoy denominamos Arco de la Malena, y un portillo más modesto, en la zona en que la calle Castillejo confluye con la Calle Castillejo Alto. Ahí habría una senda, de menor inclinación, por la que los habitantes bajarían a la fuente a por el agua necesaria para sus actividades diarias y a recoger los productos de las huertas.

Durante los S. XVIII y XIX fue un barrio pequeño pero muy populoso. Entre las pequeñas viviendas hubo algunos cocedores para vino, que no eran bodegas, sino unos espacios limitados a una prensa para la uva y seis u ocho tinajas en las que se almacenaba el vino para consumo propio de la casa. También en esta zona, en la ladera norte, estaban las tenerías o talleres para el curtido de la piel, pero hoy no quedan vestigios de ellos.

En el Catastro de Ensenada, que recordamos que se realizó en el S.XVIII, ya aparecen los nombres de todas las calles de las que estamos hablando hoy en el barrio del Castillejo y consta que en la Calle Castillejo vivía el maestro de escuela, Juan Pérez.

El archivero municipal, Jesús Garrido, explica en la Revista Castillejo que durante la guerra contra los Carlistas, en febrero de 1874, los taranconeros defendieron la ciudad de las tropas de Santes fortificándose en el recinto amurallado del Castillejo.

El muro fue reformado en el siglo XIX y en el siglo XX tras la explosión del polvorín militar de Tarancón (1949), por lo que apenas existen rastros del muro medieval.

LEYENDAS DEL CASTILLEJO

Hay varias leyendas en torno al barrio del Castillejo, principalmente hablando de la existencia de pasadizos subterráneos. Las cuevas en las que se conservaba el vino debajo de las casas estaban conectadas entre sí para que hubiera ventilación y, también, formando una red de pasadizos que podían ser utilizados en caso de necesidad.

Se habla de unos corredores que conectarían la Iglesia Parroquial con los barrios del Cedazo y la Plaza de la Constitución y que podrían haberse utilizado durante las guerras.

También hay quien asegura que esos pasadizos medievales conectaban todas las cuevas de las casas, llegaban a la cripta de la Iglesia Parroquial y al Caño. Ahí se bifurcarían en tres ramales desde la cima de la Cuesta de la Bolita: uno subiría a la Plaza de la Constitución y Zapatería; otro por la Calle Chueca y la Calle del Arco; y el tercero, por la Calle Cedazo.

Es difícil comprobar la veracidad de estas leyendas puesto que, en la mayoría de los casos, estás tapiadas las comunicaciones entre unas cuevas y otras.

Otro de los hechos que ha provocado leyendas es que a finales de los años 90 del S. XX, uno de los árboles situados a la puerta de la Iglesia amaneció tragado por la tierra, asomando por el agujero solo sus ramas. Al retirarlo comprobaron que había una sima que fue sellada con varias cubas de hormigón.

También se cuentan historias relacionadas con el antiguo cementerio parroquial, que estaba situado en el lado sur de la Iglesia y que tenía su acceso por la Puerta del Sol del templo. A principios del S. XX se creó el actual cementerio en el cerro de Santa Marina y se trasladaron allí todos los restos mortales del antiguo camposanto. Durante años hubo cuentos sobre las ánimas y los fuegos fatuos que se aparecían en los alrededores de la Iglesia por las noches. La Puerta del Sol se cerró y sólo se volvió a abrir una vez, en 1993, por unas obras de restauración para sacar por allí osamentas encontradas bajo el piso de la Iglesia.

ARCO DE LA MALENA

Como ya hemos mencionado anteriormente, el arco de la Malena fue la puerta de la muralla y una importante barrera defensiva de la localidad. Su importancia es tal que aparece en el escudo de la ciudad.

El arco contó con una gran puerta de madera, de doble batiente, que se cerraba cada noche durante la Edad Media con una gran tranca de madera. Hay un dicho popular taranconero, que no se ha podido comprobar históricamente, que dice que el nombre de Tarancón deriva de aquel enorme trancón que servía para asegurar la puerta.

Manuel de la Ossa cuenta en su libro sobre la historia de Tarancón que este arco se llamó siempre Puerta Mayor, hasta que en el S. XVII, con motivo de la entronización de la virgen en una pequeña capilla construida sobre él, una piadosa mujer del barrio, llamada Magdalena, consagró toda su actividad a la custodia del lienzo de la imagen de la virgen y de las lámparas que lucían constantemente a su lado. Tal era la diligencia y devoción de ‘Malena’, que se instaló de manera fija en las habitaciones bajas del muro. La gente del barrio, en consideración con ella, empezó a llamar al arco, ‘Arco de la Malena’, y se perdió el antiguo nombre.

Era costumbre que los taranconeros, cuando volvían del trabajo por la noche o al terminar el paseo cotidiano con los amigos y amigas, se acercaran al Arco de la Malena para rezar un Avemaría a la Virgen de Riánsares, antes de retirarse a sus casas para dormir.

A comienzos de los años 60 del S. XX se retiró la balconada de madera del “Camarín de la Virgen” porque se encontraba en muy mal estado y se situó, en el coronamiento del arco, una imagen de piedra de la Patrona, protegida bajo un doselete en forma de cuarto menguante con una cruz. También se arreglaron en esta reforma los daños provocados por la explosión del Polvorín, tanto en el Arco, como en la muralla.

Cuenta Jesús Garrido en un artículo en la Revista Castillejo que fue D. José María Alfaro quien mandó cortar las jambas del Arco de la Malena para permitir que la carroza de Nuestra Señora de Riánsares pudiera pasar con mayor desahogo en las procesiones.

Otro dato curioso es que el Arco de la Malena ha sido protagonista de un sello de Correos.

 

 
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