Paisajes alcarreños y templos de la Edad del Hierro en el Valle de Altomira
El yacimiento arqueológico de la Cava, en Garcinarro, desvela nuevos conocimientos sobre la cultura íbera en un entorno de gran belleza paisajística
Cuenca
Desde lo alto de las peñas del yacimiento arqueológico de La Cava, en Garcinarro, en el municipio de Valle de Altomira, se ve la sierra y el paisaje de la Alcarria. Hasta allí nos vamos de excursión con Fernando Carreras, nuestro guía de EcoExperience en el espacio de radio que emitimos cada viernes en Hoy por Hoy Cuenca.
Paisajes alcarreños y ruinas de la Edad del Hierro en el Valle de Altomira
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Este yacimiento de Garcinarro es uno de esos lugares poco conocidos de la provincia de Cuenca. “Aquí es fácil sentir una extraña conexión y una magia proveniente del pasado y de las historias y hechos que han debido ocurrir en esta zona”, apunta Fernando Carreras.
Para llegar a Garcinarro, debemos coger la autovía A-40 dirección Madrid, y salir en el desvío a Huete, pasamos Caracenilla, Huete, y seguimos la carretera dirección Buendía, el siguiente pueblo que encontramos es Garcinarro. “Una vez en Garcinarro, podemos aprovechar para visitar su fantástica iglesia de Nuestra Señora del Sagrario y dar un paso por los alrededores viendo sus casas-cueva o el museo, que toma el nombre del actual alcalde Antonio Fernández Odene, un enamorado de su pueblo, que está dando a conocer las maravillas que se encuentran en el mismo”.
Para llegar al yacimiento de La Cava, seguimos un camino de tierra señalizado desde la báscula municipal y en dos kilómetros llegamos al yacimiento. Comenzaremos la visita desde el área recreativa “La Fuente del Pozo” con mesas y bancos.
Desde este punto, sale una senda a mano derecha, que asciende hasta la parte alta del yacimiento. Ya en la subida encontramos elementos e inscripciones en la piedra o la piedra en forma de cabeza de serpiente. También son habituales las cuevas que se usarían como eremitorios, así como hendiduras a la entrada de las mismas, altares, cruces visigodas y marcas rupestres en las rocas. En la zona hay elementos de culturas prehistóricas, asentamientos íberos, romanos y visigodos, que dan evidencia del paso de varias civilizaciones por la misma.
Seguimos la senda de subida, entre diferentes arbustos y vegetación variada hasta llegar a la parte alta y plana de la montaña, en la cual podemos encontrar en el suelo una planta difícil de ver, como es la raíz del traidor, que siempre ha sido una planta muy usada en medicina y con gran cantidad de leyendas sobre la misma. En el pasado se utilizó para curar heridas de guerra, quemaduras, grietas y para cualquier problema de la piel, pero desgraciadamente, la Inquisición se encargó de tacharla de planta diabólica ya que teñía el agua del color de la sangre.
En la parte alta tenemos una vista impresionante de la Sierra de Altomira, por lo que el yacimiento serviría también como punto de vigilancia y defensa de la zona. Llaman nuestra atención las pequeñas piletas que hay dispersas por todo el suelo y creadas de forma artificial en la roca. “Se cree que para recoger agua”, según apunta Antonio Fernández, el alcalde. “Es una de las zonas del mundo donde se han encontrado mayor número de estas estructuras”.
Sorprende el edificio singular retallado en la roca en tres estancias, intercomunicadas entre sí, asociadas al almacenamiento, sacrificio y culto religioso del pueblo íbero, y que, posteriormente se reutilizó en época romana y visigoda dándole un uso singular en cada uno de los periodos, al fondo de la sala principal se encontraría el altar donde se harían los sacrificios y oficios, y al otro lado de la sala una apertura grande que hará permitiría el paso de la luz solar al atardecer en el solsticio de verano.