De San Pablo a San Antón, la historia de los dos grandes puentes de Cuenca
El del Huécar es de hierro y se construyó a principios del siglo XX tras derribarse años antes el antiguo puente de piedra. El del Júcar se reestructuró en el siglo XIX sobre un puente antiguo
Cuenca
Como una grapa en el paisaje. Así describió Federico Muelas al puente de San Pablo. Puede parecerlo, es cierto, pero es algo más. Es una obra de la ingeniería del hierro de los primeros años del siglo XX poco valorada salvo como reclamo turístico apoyado más por el paisaje que le rodea que por el valor que se da a la infraestructura en sí. El actual puente de hierro tuvo su antecesor en piedra. Era monumental, como los que hacían los romanos, pero llegó a amenazar ruina y se derribó.
Al otro lado de la ciudad, sobre el río Júcar, se levanta majestuoso otro puente, el de San Antón. Mucho más antiguo y más fuerte, ha sido testigo del caminar de los visitantes y transeúntes que llegaban a la ciudad a lo largo de los siglos. Sirva este acercamiento a los dos grandes puentes de la ciudad como homenaje a la arquitectura y a la ingeniería del hierro.
El puente de San Pablo
No hay visitante que se precie que se vaya de la ciudad de Cuenca sin una foto del puente de San Pablo. ¿Recuerdan ustedes al rey Felipe VI retratando a la reina Letizia con el fondo de las Casas Colgadas en aquel viaje de recién casados? Caminaban sobre el puente. Es la imagen de Cuenca y, además, cada conquense tiene sus propios recuerdos de cuando lo cruzó por primera vez. Que si faltaban tablas, que si me llevó mi padre en brazos mientras lloraba,... En fin, son momentos asociados al puente, algunos de ellos románticos (el primer beso, ¿por qué no?) como los candados con corazoncito que sellan relaciones mientras la llave cae al vacío arrojada con el convencimiento de que el amor es para siempre.
El puente de San Pablo está ahí desde el siglo XVI cuando los frailes dominicos del convento de San Pablo decidieron crear la pasarela para evitar el camino de bajada al río y la subida posterior a la ciudad. Su diferencia con otros puentes es que no se construyó para salvar un río sino un barranco. Podría, perfectamente no existir un río debajo. Y podríamos decir, también, que el puente no era tanto de la ciudad como de la Iglesia.
En primer lugar se funda el convento sobre el promontorio rocoso, hacia 1523, por iniciativa del canónigo don Juan del Pozo, un gran impulsor de la arquitectura conquense. El primer puente, el de piedra, se comenzó a construir hacia la mitad del siglo XVI. El catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Castilla-La Mancha, Pedro Miguel Ibáñez define aquel momento como “un capricho del canónigo don Juan del Pozo. Un alarde debido a su costosa financiación y construcción. Muy conquense, además. El edificio del convento colgado sobre un acantilado y el puente es un auténtico alarde de ingeniería, un cordón umbilical de piedra”.
Dos grandes arquitectos están vinculados al puente, Francisco de Luna y Andrés de Vandelvira. El primero trazó el puente y el segundo lo retomó años después y debió de modificar algunos aspectos porqué llegó a realizar trazas sobre el mismo. El puente se levantó, lentamente hasta los últimos años del siglo XVI. Según cuenta José Luis Muñoz en el número 1 de la segunda época de la revista Olcades, Mateo López escribió hacia 1800, “se asegura costó sesenta y tres mil ducados [...]; se compone de cinco arcos, cuyos pilares que suben desde la profundidad por donde corre el río, parecen elevadísimas torres”. Debió medir cerca de los 40 metros de altura y 106 de largo y, eso sí, tenía cinco arcos desiguales en los que podría estar el germen de su posterior ruina, aunque ya desde un principio el puente dio problemas. “Desde el siglo XVI”, apunta Pedro Miguel Ibáñez “el segundo arco desde la ciudad comenzó a dar los primeros problemas. En el siglo XVIII ya se levantan voces de alarma, ‘esto está en ruinas, cuidado que se cae el puente, vamos a impedir que pasen los peatones’. El puente se cierra y se abre a lo largo de los años pero, realmente, el puente se cae cuando se dinamita”.
Y aquel robusto puente de piedra estaba condenado a desaparecer. Y no sin polémica. Se llegó a decir que se demolió alegremente o que existía un proyecto para desmontarlo piedra a piedra y volverlo a montar corrigiendo sus disfuncionalidades geométricas. Al final, después de siglo y medio de debate, pasadas las dos de la tarde del 29 de marzo de 1895 el puente de piedra fue demolido.
Apenas unos años después, el 19 de abril de 1903 se inauguró el actual puente de hierro. Es obra de José María Fuster. Se construyó en hierro debido a lo barato del material en la época y a que estaba, por decirlo de algún modo, de moda. La torre Eiffel de París o el puente colgante de Portugalete (Vizcaya) son otros ejemplos. El puente de San Pablo costó sesenta mil pesetas y se utilizaron más de 66 toneladas de hierro. Mide 30 metros de alto y 106 de largo.
Hoy en día, como lo fue durante siglos el anterior de piedra, el puente de San Pablo sigue siendo icono de la ciudad de Cuenca. Ejemplo de la ingeniería del hierro de una época concreta de nuestra historia.
El puente de San Antón
Si decíamos al hablar del puente de San Pablo que no se construyó para salvar un río, en el caso del puente de San Antón su función es evidente, cruzar el Júcar. Y aquí nos encontramos con una curiosidad, el río pequeño (Huécar) tiene el puente grande (San Pablo) y el río grande (Júcar) tiene el puente pequeño (San Antón). Urbanísticamente este puente ha sido un punto neurálgico de la ciudad ya que daba acceso a la misma a través de la puerta de Huete frente al uso más residual del puente de San Pablo. Incluso hay quién asegura que por él pasaba una calzada romana. Un puente por el que, a lo largo de la historia, han pasado miles de personas, desde reyes a mendigos, para entrar en la ciudad de Cuenca.
Datar la antigüedad del puente plantea de antemano algunas dificultades. En época musulmana se habla de un puente de Cuenca que se ha situado en distintos puntos. Algunos autores identifican ese puente con el de La Trinidad. Para el catedrático Pedro Miguel Ibáñez esta teoría no se sustenta. “El puente de La Trinidad, por una parte ni coincide con las informaciones que se derivan de los documentos y, por otra parte, lo veo muy poco útil construir allí de nuevo un gran puente para atravesar un río diminuto. Creo que el antiguo puente musulmán o anterior, debe ser identificado con el actual puente de San Antón. Aquel puente pudo tener dos torreones, uno a cada lado. Otros datos hablan de un puente con dos grandes ojos y otros más diminutos en los machones. Un dato más ilustrativo es la vista de Cuenca de Van den Wyngaerde de 1565 que lo muestra perfectamente. Algunos han llegado a decir que ese puente que presenta Wyngaerde es de época renacentista, pero no hay datos en la ciudad de que en esos años se construyera un gran puente en Cuenca”.
En el siglo XIX se realizan algunos estudios en el puente debido a su mal estado y se llega a apuntar que podría ser de arquitectura romana pero no es un dato definitivo aunque no se puede descartar que sea anterior a la ocupación musulmana. Hacia mediados de ese siglo, debido al mal estado del puente, del que se pudo llegar a derribar el ojo pequeño más cercano a la ciudad con motivo de las guerras de la época, se plantea su demolición y construir un puente alternativo. Al final se tomó la decisión de aprovechar lo que había y renovar los elementos que se considerasen deteriorados. En definitiva, se trata de un puente muy antiguo, de más de mil años, que se restauró a finales del siglo XIX eliminando, por ejemplo, el aparejo del puente original. “Yo tengo la convicción de que la estructura del puente está debajo”, apunta Ibáñez. “Todo indica que se aprovechó la estructura antigua, que no estaba tan mal como parecía”. Sin duda fue el gran puente de la ciudad hasta que, en la segunda mitad del siglo XVI, se construye el de San Pablo.
Paco Auñón
Director y presentador del programa Hoy por Hoy Cuenca. Periodista y locutor conquense que ha desarrollado...