Los olvidados
Con los datos de la última Encuesta de Población Activa todavía frescos, podemos sacar varias conclusiones y hacernos varias preguntas. Lo primero, indudable, en 2018 se ha creado empleo en Canarias, cerca de 43.000 puestos de trabajo. También las cifras estatales mantienen esta tendencia. Lo segundo, baja el paro en las Islas, pero seguimos contabilizando alrededor de 228.000 desempleados con un porcentaje de parados que está cinco puntos por encima del dato nacional. Y tercero, apunten, se mantienen los sueldos estancados y alto porcentaje de contratos temporales o precarios -en esto Canarias no difiere mucho del resto del país-.
Lo peor de la pasada crisis, una crisis en principio superada, es la condena de dos generaciones que continúan intentando levantar cabeza. Para aquellos mayores de 40-45 años que vivieron en sus carnes los despidos, los “eres” y las colas en las oficinas de empleo, está siendo muy complicado, por no decir imposible, volver al mercado laboral. Es una generación perdida, herida de muerte, que malvive en precario y que apenas ha notado la recuperación económica.
La otra generación que vive las consecuencias tiene menos años. Son los jóvenes que han crecido, en el mejor de los casos, con sueldos de miseria y encadenando contratos temporales. En el otro extremo, en el peor de los casos, encontramos que la tasa de desempleo de los menores de 25 años cerró el año en toda España en el 33,54%, casi el doble que antes de la crisis.
Este es el panorama. Que descienda el número de parados siempre es una buena noticia, pero a qué coste estamos recuperando la salud laboral después del gripazo de la última crisis. Hay países que rozan el pleno empleo -como Estados Unidos- que quizás no deberían ser el modelo a seguir. ¿Debemos optar por seguir precarizando el mercado laboral para presumir de cifras? La última reforma laboral, de la que se enorgullece el PP y que el PSOE no ha derogado, abrió la puerta a este modelo. ¿Queremos mantenerlo?
