El trabajo deja huella
A pesar de las personas impecables, y de los cursillistas que se ganan la vida predicando la conciliación o presentando el ámbito laboral como un entorno festivo, el trabajo deja huella

"La línea roja" de Matías Vallés (23/04/19)
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Palma
Ya saben que solo recibo instrucciones de mi frutero, pero mi barbero se ha sumado a las labores de asesoría.
Le planteé el célebre dilema de quién le corta el pelo al barbero, y me respondió con una evocación familiar:
---Mi madre decía que, cuando iba a la peluquería, pedía que le atendiera la empleada más desarreglada, porque seguro que era la que más trabajaba.
Seguro que habrá peluqueras discrepantes de esta doctrina, pero nos devuelve a la esencia de que “el sudor de tu frente” no es solo una desfasada expresión bíblica.
A pesar de las personas impecables, y de los cursillistas que se ganan la vida predicando la conciliación o presentando el ámbito laboral como un entorno festivo, el trabajo deja huella.
Y ese rastro no es agradable, por mucho que las empresas tecnológicas lo endulcen con colores amables y espacios para jugar al tenis de mesa.
Además, la anécdota de la peluquera desarreglada denuncia un error muy frecuente de valoración en nuestra sociedad.
Ya no se puede hablar de “buena presencia” en las ofertas de trabajo, pero el aspecto nunca fue tan importante.
El trabajo deja huella. La vida, también. Una vida muy vivida, es una vida muy arrugada.




