La casa de Campo
Como sucede con muchos de los espacios notables y regios de la villa de Madrid, la Casa de Campo nace coincidiendo con la llegada de la corte con Felipe II a mediados del siglo XVI, aunque podemos seguir la traza de villas romanas y necrópolis visigodas
La Casa de Campo
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Madrid
Cuando Felipe II trajo la corte a Madrid en el año 1561 asentándose en el Alcázar de los Austrias, luego desaparecido y sustituido por el actual Palacio Real del XVIII, se necesitaban zonas de asueto en los alrededores. Esta es la razón por la que pasando el río Manzanares, el monarca se hizo con muchos de los terrenos que allí había. La fama de austeridad del rey hizo que la compra fuera secreta, es decir, que no se dijera a los vendedores, aunque recibieran generosos dineros, que el comprador era el propio Felipe II. Con ello Su Católica y Real Majestad pretendía, como así parece que consiguió, que no se le subieran a la parra los dueños de las fincas e inflaran los precios de las tierras. Tipo listo este Felipe.
Según nos cuenta José Luis Roldán Calzado, autor del libro Historia de la Casa de Campo, el nombre precisamente de Casa de Campo viene de la casa que la familia de los Vargas poseía pasando el río y que debió de agradar al bueno de Felipe. En la actualidad esa casa sigue existiendo, se la conoce como Palacio de los Vargas y se encuentra pasando la puerta de entrada principal al parque. Allí precisamente se erigió la estatua ecuestre de Felipe III que hoy podemos ver en la plaza Mayor de Madrid.
Para disfrute de todos los madrileños
Con la Segunda República en el año 1931, el ayuntamiento de Madrid decide abrir la Casa de Campo para el disfrute de todos los madrileños. No eligió mal día para hacerlo. Roldán Calzado nos cuenta que fue el día 1 de mayo, festividad del trabajo cuando se formó se abrió, formándose una gran algarabía. Se calcula que más de 300.000 personas asistieron a esa apertura oficial. Imaginémonos a todas las familias montando el picnic de turno. Debió de ser apoteósico. No en vano, la Guardia Civil en los dos puntos de control que se habían instalado en el parque, recogieron a un centenar de niños perdidos. Sí, nada más y nada menos que cien niños perdidos en medio de lo que debió de ser una marabunta de gente.