"Servimos 3.000 comidas y el arroz llega igual para el primero que para el último"
Alfonso Rodríguez, invitado de lujo en Abocallena, rompe su silencio tras medio siglo siendo ejemplo de discreción
Jerez de la Frontera
No le interesan en absoluto las entrevistas. No recuerda haber concedido antes alguna hablando de él en más de medio siglo de intachable trayectoria profesional. La prudencia y la discreción, junto al pragmatismo, fueron las claves de su éxito. Alfonso Rodríguez ha sido el invitado de lujo este jueves en Abocallena. En nuestros micrófonos ha compartido confesiones hasta ahora inéditas.
Inauguró y clausuró la Expo de Sevilla, ha servido al Rey en innumerables ocasiones, al Gobierno español en Apapulco, Berlín, Nueva York o París. También en la plaza de Las Ventas y en el Plaza de España de Sevilla. Fue también reconocido como el mejor catering del mundo en las pruebas de Fórmula Uno. Pocos saben, por ejemplo, que estuvo tres años en exclusiva sirviendo comidas en el palacio de San Telmo, "donde la comida era servida, pero no comentada. Los periodistas te asediavan para saber quién iba a comer".
Entrevista con Alfonso Rodríguez
17:14
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Siempre tuvo claro que "el autobombo produce rechazo y no es rentable; esto funciona si eres discreto y no te lo crees".
En Jerez basta decir Alfonso para saber a quién nos estamos refiriendo. En el resto de España, Alfonso es Alfonso de Jerez. Ahora, ya jubilado, el negocio sigue bajo el mando de su hijo Alfonso. Una historia que comienza cuando cumple 18 años trabajando en un hotel en Tánger. El dominio de los idiomas (habla castellano, francés e inglés a la perfección, y chapurrea el italiano y el alemán) le abrió muchas puertas.
Fue la persona que en la década de los sesenta se trajo para Jerez la palabra catering. Trabajaba entonces en el del aeropuerto de Palma de Mallorca y tuvo que regresar a su tierra por la enfermedad de su padre. Tanto él como su hermano Antonio, ya fallecido y una persona clave en la gestión, recogieron el testigo de la desaparecida Venta de Cuatro Caminos.
De lo contrario no sabe adónde le hubiera llevado el destino lejos de Jerez: "he cogido todos los trenes que han pasado. Creo en las causalidades". Como la marca de la casa. "Lo de Alfonso fue cosa de Alejandro Daroca cuando dirigía La Voz del Sur. Decía que Cuatro Caminos no era nada pegadizo".
Antes vendría su experiencia en Escocia, donde trabajó en un castillo "y viví el verdadero Up and down o Downton Abbey -la famosa serie de televisión-. Me marcó el style que le llaman ellos a la hora de servir y lo traje hasta Jerez".
Su primer catering lo sirvió en la Bodega Bobadilla de la calle Cristal. "Fue para cinco personas. Después era habitual servir 3.000 comodas, y el arroz llegaba igual para el primero que para el último. Y así seguimos haciéndolo, ahora con mi hijo al frente".
El atentado contra las torres gemelas le cogió sirviendo al sur de Marruecos, en la frontera con Argelia, y lloró cuando derribaron el muro de Berlín, después de haber servido en la antigua República Democrática de Alemania, adonde acudía a menudo a la ópera.
Ahora, retirado y viendo los toros desde la barrera, se le ilumina la cara al afirmar que "Jerez es maravilloso y único, tiene envoltorio, cartel, categoría y son". Se alegra del gran momento gastronómico que vive la ciudad y mantiene intacta su afición por la tauromaquia "de la que no soy aficionado, más bien vicioso".
Con respecto al estado de abandono del restaurante El Bosque, asegura que "pasé allí cuarenta años, pero hay que ser pragmático. Espero que eviten que se caiga".