Salud o Economía, el dilema endemoniado
Marta Cantero escribe una nueva página del coronadiario
Las Palmas de Gran Canaria
Sábado y domingo, 28 y 29 de marzo. Quince días de confinamiento. Un nuevo decreto dominical se convirtió en el protagonista del fin de semana. El Gobierno quiere convertir los días laborales en fines de semana, en el sentido de lograr que el número de personas que transite por sus calles y carreteras sea aún menor. De ahí que solo se vayan a permitir las actividades esenciales. Algunas están claras, son evidentes para todos. Pero otras tienes a los subsectores de nuestra economía interpretando la voluntad del Estado, a falta de que se relacione de forma más exhaustiva qué actividades se incluyen o excluyen.
El anuncio del acuerdo de Gobierno vino precedido por el manifiesto desacuerdo empresarial tras la filtración de su contenido. Sobre todo en lo que se refiere a un punto: la prohibición de despedir. La necesidad en algunos casos, pero en otros la tentación empresarial de convertir los despidos temporales en definitivos, queda por tanto limitada por ley. Un exceso de protección, si se quiere, para evitar que los trabajadores vuelvan a ser los grandes castigados de la nueva crisis.
Y es que el coronavirus ha puesto en un brete a los gobiernos del mundo. No solo al nuestro. El dilema es endemoniado: priorizar la salud, constriñendo a la mínima expresión el dinamismo económico. O priorizar la economía, permitiendo un amplio abanico de actividades que aumentarán el riesgo de contagio. Unos Estados están optando por la primera, como España; y otros por la segunda, por ejemplo Estados Unidos o Reino Unido, ambos gobernados por dos presidentes bastante impresentables.
La pandemia está sirviendo para muchas cosas, entre ellas para afrontar una profunda reflexión sobre los sistemas sanitarios de las sociedades actuales y el peso en ellos de lo público y lo privado. También para retratar a la clase política: hay alcaldes y alcaldesas, concejales y concejalas, presidentes y presidentas de cabildos y gobiernos, consejeros y consejeras insulares y regionales, que están demostrando estar a la altura de las circunstancias. Y otras personalidades, sin embargo, están reaccionando con una insoportable levedad y frivolidad. Como si en lugar de afrontar una crisis sanitaria, enfilaran una campaña electoral. Ahí queda eso.