Diario de una periodista confinada: octava semana
Así es mi día a día desde que convertí el salón de mi casa en un improvisado estudio de radio
A Coruña
Día 52 (04/05/2020)
Diario de una periodista confinada. Día 52 (04/05/2020)
02:18
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1588588804_020177/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Más información
Desescalando seguimos, pero aún se escucha el piar los pájaros. Día 52 de confinamiento y salimos con el reloj en la mano. Ha sido un puente, para algunos, de novedades. Sin movilizaciones cortando las calles, los puños del uno de mayo han sido virtuales y se han levantado en perfiles o enredados en las redes, cubiertos de plástico o vistiendo un guante. El fin de semana ha servido para volver a una seminormalidad, con reloj, mascarilla y sacando el metro, pero por fin el sol nos ha dado de lleno en la piel.
El sábado se convirtió en el día del deportista. Muchos de los que llevaban entrenando dentro de casa podían salir a probarse sobre el asfalto y otros, como en los propósitos de año nuevo, decidieron desempolvar el chandal de la EGB y probar la vida fit... porque salir había que salir, sí o sí. Nosotros seguimos saliendo en la franja de los menores y con la advertencia de que no me dejen a mucha distancia de sus bicis voladoras, porque "sola a esas horas no puedo salir". Pensé que nunca volvería a decir esta frase.
Y terminamos el fin de semana con un día de la madre diferente... muchos recuerdos propios y ajenos y aunque sabemos que es puramente comercial aquí fue una excusa para llevar el desayuno a la cama por sorpresa. Un desayuno imperfecto, no de instagram, ni de blogger. No había cremas blancas cubiertas de bayas, ni semillas de esas que picotean los pajarillos en la fábrica de harinas de mi pueblo, ni siquiera trozos de aguacate coronando una rebanada de espelta. Vino con globos reciclados, café derramado por la bandeja y un paquete de galletas sin colocar.. con su plástico y aún con la goma esa que ponemos para que no se sequen. Así, natural, como la vida de verdad. Para mi, el mejor. Comenzamos la semana, medio desconfinados, pero aún escuchando el sonido de los pájaros. Ha sido un día más o un día menos. Que la radio no pare.
Día 53 (05/05/2020)
Diario de una periodista confinada. Día 53 (05/05/2020)
02:51
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1588675507_146232/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
"Es mi oportunidad". Si algo hemos aprendido de este confinamiento es la grandeza de las pequeñas cosas. Una magia de lo cotidiano que en el inicio de la octava semana en estado de alarma ya se nos empieza a escapar entre los dedos. Comienza a diluirse. Sin hacer ruido. Con delicadeza de bailarina, dejando un pequeño rastro casi imperceptible. Se evapora al instante como las gotas salinas en verano y todo por culpa de que ya asoma por su ventana "la normalidad", la nueva o la vieja, la costumbre de antes, ya pasada de moda, y que a muchos nos empieza a dar ya más ansiedad que aquella pérdida por sorpresa de nuestra libertad.
No hemos ido a la peluquería, ni siquiera hemos pedido cita, vivimos peligrosamente. El primer comercio local al que hemos entrado, aparte de los de alimentación a cuyos trabajadores ya nos dirigimos por su nombre, ha venido precedido de una exclamación. Fue por la tarde, al límite de nuestra franja horaria y ya con el acelerador puesto para no ser la ciudadana sancionada número 1.022 de este municipio. En la puerta vimos "abierto", sin embargo, la cautela que ha nacido detrás de la mascarilla hizo que lo pensáramos. Pero sí, estaba abierta, y sin colas. "Es mi oportunidad", dijo el mayor, ávido de correr hacia el último estante de todos en donde sacia con portadas su gusanillo de historias. Nuestra librería estaba abierta. Una vez más la calidez de las caras conocidas nos aflojaron un poco el cinturón y entramos. Hablamos, separados, pero hablamos. Qué novedad. Tras sus mascarillas y con cara de circunstancia, nos dicen que es su primer día y que van "como improvisando", "es imposible que todo el mundo pida su libro por encargo, hay mucha gente que viene aquí a elegir, sin un título en la cabeza". La dificultad de volver a lo que se supone que era o es la nueva o vieja normalidad. Volvimos a casa con una bolsa y no de fruta. Una puerta con un cartelito nos brindó una oportunidad y la cogimos. Las nuevas o viejas normalidades son como un premio. Como lo es superar esto. Viviendo de oportunidades, nos dicen que si nos portamos bien, nos dejarán pasar de fase, y si no, castigados a la silla de pensar, que el azote no es políticamente correcto. Siempre creí que la libertad era un derecho adquirido y no un caramelo para el más bueno de la clase. Ha sido un día más o un día menos. Que la radio no pare.
Día 54 (06/05/2020)
Diario de una periodista confinada. Día 54 (06/05/2020)
03:03
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1588770911_500551/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Cada día tengo que apagar más temprano el flexo y es así como mide una confinada la cercanía del verano en una pandemia. La luz del día ha comenzado a acompañarme en el camino de la cama a mi estudio de radio en el salón. También los sonidos son diferentes. El movimiento en la calle se hace cada día más presente. Sin embargo, aún hay sonidos que siempre nos sonarán a confinamiento. Por fin hemos conocido al trompetista.
Los aplausos de las ocho ya no son noticia y, aunque se mantienen, tengo que decir que me los salté un día y medio. Medio porque una tarde nos pilló en la calle y aplaudimos caminando de aquella manera... el otro entero porque estaba batiendo claras a punto de nieve por capricho de un menor y dicen que las cosas que se hacen por amor nunca se pueden dejar a medias. Luego, no se recuperan. En este barrio no hay cantantes, ni djs... tenemos un trompetista. Cada tarde, tras los aplausos, nos deleita con pequeñas piezas de clásicos. Empezó de forma improvisada, como todo, y ya se ha convertido en una necesidad. La gente enmudece, calla por un momento, algunos miran al infinito y otros cierran los ojos, hay quien dirige su cara hacia donde viene el sonido... porque muchos no vemos su ventana desde la nuestra.
¿Cómo será? El ansia por saber es uno de mis defectos o cualidades y no podíamos liberarnos de este encierro sin conocer a "nuestro trompetista". Como fugitivos, otro día más, salimos a la calle, y siguiendo la pista sonora, decidí parar en donde se suponía que nacería el sonido.
Ocho de la tarde. Los aplausos enmudecen y de repente... "Toque de silencio". Sin saber muy bien porqué se me hizo un nudo en la garganta y los ojos comenzaron a humedecerse. La melodía se clavó dentro y dejó retumbar toda su intensidad. Levantamos la mirada y ahí estaba. Escondido. No distinguíamos su cara, pero sí su dorada y brillante trompeta. Había acabado pero su inmensa solemnidad nos había dejado paralizados. Dio las gracias y volvió dentro. Por fin habíamos conocido a "nuestro trompetista". Regresamos a casa mudos.
Dentro de mi aún retumbaban las notas y esa imagen reluciente de su buena amiga. La historia del solo de trompeta la descubrí después, pero su mensaje ya me había llegado a través de las notas. La magia de la música... que algunos guardan con celo esperando su momento, mientras ella brilla en la oscuridad de un estuche. No dejes que me muera. Ha sido un día más o un día menos. Que la radio no pare.
Día 55 (07/05/2020)
Diario de una periodista confinada. Día 55 (07/05/2020)
02:24
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1588862501_524129/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Día 55 del confinamiento y las semanas vuelan. 55 días en los que hemos introducido nuevos términos en nuestro vocabulario habitual y doméstico. Y lo que más me llama la atención... que los niños las han hecho suyas. Palabras como "confinamiento", "Covid 19", "coronavirus", "pandemia", "desescalada por fases" o expresiones como "cuándo esto pase"... Nunca tanto se les preguntó "echas de menos" a tus amigos, el cole, la plaza.... y nunca fueron tan obedientes para lavarse las manos.
Nunca en edades tan tempranas tuvimos la conciencia de que los que mandan... nos mandan y nunca tantos menores sintieron al presidente del Gobierno como esa profe que les tiene que dar permiso para ir al baño o para levantarse para ir a afilar el lápiz a la papelera. Niños de crisis sanitaria que ven como sus padres de repente se quedan en casa y hacen cuentas para poder salir. De repente son padres y profesores y hacen cuentas... para poder seguir remando en esta crisis. Este mes de mayo no pensamos en cómo celebrar el San Juan, ni siquiera en a dónde iremos de vacaciones. Pensamos en el corto plazo y en si el lunes podrán ver a sus iguales. Niños de pandemia que sacarán de nuevo su capacidad de adaptación y sin desescalar por fases volverán a jugar como si nada de esto hubiera pasado.
Ayer, sin planearlo, cada uno de mis menores vio a su mejor amigo. Y volvió a pasar. Parecía que se hubieran visto ayer, aunque en sus miradas brillaban las ganas de quitarse protecciones y distancias... y volver a correr juntos. Los mayores a vueltas con el COVID, pero ellos no perdieron el tiempo en elucubrar. La peor crisis sanitaria que recuerdo nos dejará vocabulario de pandemia y nuevos hábitos de higiene, también la importancia de agradecer. Quizás las nuevas generaciones guarden esa conciencia de las prioridades "cuando esto pase" pero espero que conserven su capacidad para disfrutar del ahora, más allá del ayer y del mañana. Las semanas vuelan. Ha sido un día más o un día menos. Que la radio no pare.
Día 56 (08/05/2020)
Diario de una periodista confinada. Día 56 (08/05/2020)
02:09
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1588949936_415268/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
A las puertas de un nuevo fin de semana más confinados, comenzamos a escuchar noticias que nos acercan a la nueva o la vieja normalidad. Hoy la mayor parte de Galicia podrá salir sin límite horario, ni que ahora no lo hicieran. Según me cuentan es una situación de laxitud que ya se vive desde hace días en muchas parroquias y aldeas, que son muchas en nuestro territorio. Se abre aún más la puerta a la nueva o la vieja normalidad y aún más la puerta al contagio porque el virus, tenemos aún que recordarnos, no se ha ido. He visto estos días como muchos médicos y sanitarios han publicado en sus redes sociales su rechazo a los aplausos de las ocho. "A mi hoy no me veréis aplaudiendo". Y es que la presión en los hospitales es menor, pero aún hay gente muriendo, pasándolo mal y los que les curan y les cuidan contagiándose. Abrir la puerta al contagio es lo que temen muchos de ellos. Hoy habrá quien acuda a un hospital y no por tener el COVID-19 y cuando abra la puerta metálica y acristalada sentirá miedo. Pacientes con cáncer o con alguna otra dolencia que se sienten con una capa menos de defensa que el resto y que la apertura de puertas significa para ellos un paso atrás en su propia libertad.
No podemos salir a aplaudir a las ocho de la tarde y luego llenar los parques como si nada hubiera pasado. Qué pronto nos olvidamos de todo cuando aún llevamos la mascarilla puesta. Yo hoy tampoco saldré a aplaudir.
Por cierto, nuestro trompetista confinado es "la trompeta de oro" de la Orquesta Sinfónica de Galicia. O eso me han dicho. Algún día cruzaré de nuevo la puerta del Palacio de la Ópera sin miedo para recordar sin duda uno de los sonidos del confinamiento en mi barrio. Ha sido un día más o un día menos. Que la radio no pare.
Día 58 (10/05/2020)
Diario de una periodista confinada. Día 58 (10/05/2020)
02:55
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1589113203_054763/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Es domingo y por tanto me levanto un poquito más tarde. Aunque llevó más de diez años despertándome de madrugada para hacer radio y dar los buenos días como si fuera la primera vez, mi ritmo vital no está amoldado aún a amanecer de noche. Y digo "aún" porque no sabemos qué nos deparará la vida sabiendo que no soy alondra, si no más bien un treparriscos, con vuelo de mariposa... suelo acabar en escondites imposibles de alcanzar. Muchos me preguntan si aún me cuesta abrir los ojos al filo de las seis de la mañana... que lo lógico sería que ya me hubiera acostumbrado... sin embargo sólo el sol podría determinar tal hazaña.
Las costumbres que tal como llegan, se van... y es que para mi, y sobre todo hoy, son excepciones que duran algo más de un ratito y que en nuestras mentes inquietas se convierten en la aparente normalidad. Hace casi dos meses, hoy se cumplen 59 días, que estamos en un estado excepcional, que no de excepción pero sí de alarma. Dos meses en una situación que ya no sabemos si es o no la normalidad. Esta semana muchos han podido ir a la peluquería, a cortarse o a teñirse ese pelo liberado de dos meses.
Algunos aún no... porque su peluquero de toda la vida, al que llevan acudiendo más de tres décadas, no tiene hueco. Por primera vez le han pedido cita y deben esperar. ¿Cuál es ahora la normalidad? Mañana damos un nuevo paso en la llamada desescalada, podremos juntarnos como si fuera una excepción. Hoy hay muchas hijas que hacen de madres, lo llevan haciendo desde que el miedo al contagio lo ha paralizado todo. Han vuelto a sus casas de hijas para cambiar los papeles. Han dejado su vida, incluso, a hijos y a pareja, para devolver lo recibido a su madre o a su padre. Es un ciclo que no es nuevo, pero en pandemia se ha convertido en ese acto heroico del que no se habla. Heroínas dentro de cuatro paredes. Mudas por amor con nuevos roles que asumen como si fuera la normalidad. No sabemos qué nos deparará la vida... sabiendo que no soy alondra, si no más bien un treparriscos, con vuelo de mariposa... suelo acabar en escondites imposibles de alcanzar. Ha sido un día más o un día menos. Que la radio no pare.