Medicinas a domicilio para paliar el VIH
Gracias a las asociaciones, cientos de personas seropositivas reciben estos días la medicación en casa
Madrid
"Si no te tomas las medicinas, te mueres. Así de sencillo", cuenta el activista Gerjo Pérez. Se refiere a los tratamientos contra el VIH. Cuando comenzó la cuarentena, cogió una furgoneta y empezó a repartir medicinas entre cientos de personas seropositivas. Dado que estas forman parte de la población de riesgo, era mejor que no acudieran personalmente al hospital a por la medicación. A partir del paro y la pobreza que han llegado con la pandemia, se ha visto llevando no solo la medicación, sino comida y otros enseres a los usuarios con los que trabaja.
Medicinas a domicilio para los portadores del VIH
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Para todo ello, pasa una o dos veces por semana por el hospital Ramón y Cajal. Allí, recoge cajas y cajas de medicamentos, que luego organiza en bolsas y carga en la furgoneta. Cerca de 20.000 madrileños —145.000 en España— son portadores del virus. Los cientos de usuarios con los que trabaja Pérez, miembro de la Fundación Triángulo, son algunos de los más vulnerables, y muchos ni siquiera podían recoger la medicina personalmente incluso antes de que llegara la cuarentena. "Sin las ONG, no podríamos llegar a todos los usuarios", reconoce Manuel Vélez, farmacéutico hospitalario.
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Muchos de los usuarios con los que trabaja Pérez pertenecen al colectivo LGTB, ya que su fundación trabaja por la diversidad sexual. La mayoría viven en Madrid, pero no todos. Algunos son extranjeros, y llevan el tratamiento en los países donde residen, pero pidieron ayuda cuando vieron que se les iban acabando las medicinas y no podían volver a sus casas, junto a sus médicos de cabecera. Otros, según reconocen, llegaron a España para acceder a un tratamiento ausente en sus países de origen. Los portadores del VIH toman entre una y tres pastillas cada día. Medicinas que, en España, los pacientes recogen por lotes una vez al mes en los hospitales.
Buena parte de estos usuarios viven en condiciones especialmente difíciles. Comparten pisos con más de diez personas o carecen por entero de recursos. Por ello, el viaje de Pérez a bordo de la furgoneta realiza una parada en la parroquia de San Amaro, en Tetuán. Pero no hay ningún problema en juntar a las minorías sexuales con los grupos católicos. "Aquí, lo que tenemos, lo damos", cuenta uno de los voluntarios de la parroquia.